Sentí una presión en el aire, algo que nos conectaba sin palabras, como si ambos supiéramos que estábamos al borde de un precipicio, pero ninguno de los dos daba el primer paso.
La sensación de que algo más estaba por suceder era cada vez más fuerte.
No era solo atracción; era una especie de conexión sin nombre, algo que no podíamos negar aunque no lo entendiéramos del todo.
Sin embargo, la incertidumbre persistía, y me encontré en ese limbo entre el deseo y el miedo, preguntándome qué haría Liam, qué haría yo.
El aire fresco de la noche me envolvía, y algo en mi interior me impulsó a hacer algo que ni yo misma esperaba.
Hablé y le pregunté sobre su relación preguntarle como iba...
El silencio que había estado llenando el coche se volvió más pesado cuando Liam habló, y su voz, aunque tranquila, llevaba consigo un peso que me caló hondo. "Terminaron...", pensaba para mis adentros.
Algo no estaba bien, y sus palabras lo confirmaron: "Nada pintaba bien".
Sentí una punzada de tristeza al verlo bajar la cabeza, como si todo lo que le quedara fuera esa sombra de soledad que no lograba quitarse.
En ese momento, no me importó el qué o el por qué.
Solo quería que dejara de sentirse así, que dejara de cargar con esa angustia que, por alguna razón, yo podía sentir como propia.
