Lo de aparcar el coche en la entrada de la casa de su familia era algo que Marta había hecho con cierta frecuencia en los últimos diez años, sin embargo, desde que se marchó definitivamente de allí para irse a vivir a Madrid nunca lo había hecho con una maleta encima. Más bien todo lo contrario. Aguantaba el tiempo justo en los eventos que requerían su presencia como para no discutir ni con su padre ni con su hermano mayor y huía volando de vuelta a la capital, como si allí fuera más feliz.Pero ahora era diferente.
La llamada de su padre pidiéndole que por favor fuera a solucionar todos los problemas legales que su hermano Jesús había estado guardando debajo de la alfombra en los últimos años y que estaban a punto de tirar el trabajo de generaciones a la basura le hizo sentir la suficiente cercanía a su familia como para delegar a mayoría de sus asuntos en sus más que competentemente cuestionables becarios recién graduados y trasladarse a su ciudad natal, Toledo.
Tres meses. Ese era el acuerdo al que había llegado con su padre, al que su propuesta de pasarse a echar un vistazo y recomendarles a alguien que les hiciera el apaño no le había parecido una buena idea. Tres meses para dejarlo todo perfecto e irse volando. Ni un día más. Y esperaba que con un poco de suerte pudiera ser alguno menos.
— Ya creía que era una broma eso de que fueras a venir, hermanita —su hermano Andrés salió corriendo a su encuentro nada más oír el coche y se dejó dar uno de los pocos abrazos que de verdad sentía a veces que necesitaba.
—Ojalá fuera una broma, Andrés, no sé en qué momento me convenció padre de todo esto —dijo mientras correspondía el abrazo de su hermano—. ¿Qué haces aquí? No esperaba encontrar a nadie a estas horas.
—Quisieron hacer una comisión de bienvenida para la hermana pródiga con pancarta y globos, pero al parecer todo el mundo tenía cosas importantísimas que hacer esta mañana y me han obligado a esperarte solo. Tienes a Jesús que se sube por las paredes, no sé si eres consciente de ello.
—Si Jesús hubiera hecho su trabajo como debería no me tendríais aquí solucionando su mierda, así que más le vale no quejarse— soltó, casi a modo de reprimenda.
—Mucho pides, Marta. Muchísimo— le contestó dejando escapar una risita de su boca, como si lo que hubiera dicho su hermana fuera una especie de chiste gracioso.
—Ya lo sé... es solo que no me apetece aguantarle.
—Ni que eso fuera algo nuevo, todos sabemos por qué te fuiste a Madrid. — Le lanzó el reproche de vuelta aunque no fuera contra él el suyo.
— ¿Para ser una abogada de éxito en la Capital?—le contestó esquivando la realidad— No es que me haya ido mal, la verdad.
— ¿Para huir de tus posibles responsabilidades en la empresa familiar de la que tanto renegabas, más bien? Y al final mira por dónde, has vuelto.
—Temporalmente. —le cortó. — Y no reniego de la empresa familiar, solo no me siento a gusto trabajando con todos vosotros.
—Eso dices ahora, hermanita... —odiaba que la llamara así y más cuando lo acentuaba para picarla, y él lo sabía, pero siempre lo había hecho y tampoco quería que eso cambiara ahora— ¿Te ayudo con las maletas? Estuve echando una mano a Begoña a organizar tu habitación de adolescente para que fuera un poco menos de adolescente y un poco más de "abogada de éxito" —la picó de nuevo, haciendo unas comillas con sus dedos usando sus propias palabras—, además, hay a una preadolescente deseando ver a su tía favorita —eso último sacó una sonrisa sincera a la chica.
—Julia no es ninguna preadolescente, si tiene como cinco años.
—Tiene nueve y ya me dirás si está preadolescente o no.
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Expectativas | [Mafin AU]
FanfictionMarta de la Reina es una reconocida abogada que ve obligada a volver a su ciudad natal para sacar a la empresa familiar de todos los problemas legales en los que les ha metido su hermano mayor, al que no soporta. Con la finalidad de despejarse del t...