El aire se vuelve frío y espeso cuando la puerta se abre y Ana sale del baño, pero ya no es Ana. Su figura se mueve como si los músculos estuvieran tensados hasta el límite, una sombra de lo que fue, completamente transformada en uno de esos seres. Un gruñido gutural escapa de su garganta, y sus ojos, antes llenos de vida, son ahora pozos oscuros y vacíos. Siento que mi estómago se retuerce de horror, y me tomo un segundo para procesar lo que está ocurriendo.
—¡Dios...! —murmuro, dando un paso hacia atrás instintivamente.
Ana se abalanza hacia nosotros con una velocidad inesperada, sus movimientos son erráticos pero increíblemente rápidos. Todos damos un paso atrás, y casi puedo sentir la adrenalina dispararse en mis venas. Nos mira con rabia, con hambre, y su fuerza parece multiplicada por el monstruo en que se ha convertido.
—¡Cuidado! —grita Matt, levantando el machete, pero no es suficiente.
Ana, o lo que queda de ella, salta hacia mí, y apenas logro esquivarla, lanzándome contra la pared. Mi hombro choca con fuerza, pero no hay tiempo para sentir el dolor. La bestia en que se ha transformado Ana no se detiene, sus garras buscando cualquier trozo de piel, cualquier carne que pueda destrozar.
Un disparo resuena en el aire. El eco se extiende por la habitación, y en un instante Ana se detiene. Miro hacia el origen del disparo y veo a Samuel, con la pistola en la mano y lágrimas surcándole el rostro. Su boca tiembla, sus ojos están enrojecidos, y el horror en su rostro es algo que no olvidaré jamás.
—¡No, no, no, Ana! —grita, su voz rota y desesperada.
Ana se gira hacia él, y en lugar de detenerse, parece enfurecerse aún más. Samuel aprieta el gatillo de nuevo. El segundo disparo atraviesa su torso, pero Ana sigue avanzando, imparable. Otro disparo, y luego otro. Cada bala atraviesa su cuerpo, pero ella sigue como si nada, como si el dolor fuera una barrera que simplemente no puede sentir.
—¡Samuel, para! —le grita Derek, pero es como si no lo oyera.
La habitación se llena del eco ensordecedor de los disparos y de los gritos desgarradores de Samuel, quien no deja de disparar. Ana continúa hacia él, como una pesadilla que no se acaba. Es el quinto disparo, directo a la cabeza, el que finalmente la detiene. Su cuerpo cae al suelo con un ruido sordo, y el silencio, tan denso que resulta aplastante, llena la habitación.
—¡Joder! —Derek maldice en voz baja, con la mirada fija en el cadáver de Ana.
Sé exactamente a qué se refiere. Hemos hecho un ruido infernal, un ruido que seguro ha llamado la atención de todo lo que merodea ahí fuera.
Miro hacia Samuel, que está de pie junto al cuerpo de su esposa. Las lágrimas caen libremente por sus mejillas, y su respiración es entrecortada, casi un susurro. Antes de que pueda decirle algo, antes de que pueda ofrecerle algún consuelo, se escucha un último disparo.
Me giro en un instante, el sonido aún resonando en mis oídos, y lo veo. Samuel ha apuntado el arma hacia su propia cabeza, y ahora yace en el suelo, junto a Ana.
Todo en mi cuerpo se congela, cada músculo se queda rígido, incapaz de moverse, mientras observo el horror ante mis ojos. Derek grita algo, pero es como si el mundo hubiera dejado de tener sonido. La sangre, el dolor, el vacío... todo se mezcla en una escena que me golpea en el estómago.
Finalmente, recupero el control de mi cuerpo, y mis piernas se mueven hacia atrás, alejándome de la escena, tratando de procesar lo que acaba de pasar. Mis manos tiemblan, el olor a pólvora y muerte llena el aire, y el peso de lo que acaba de ocurrir me aplasta.
Mientras observo los cuerpos de Ana y Samuel en el suelo, siento un nudo apretarse en mi pecho. Apenas ha pasado una semana desde que los encontramos, pero, en esta situación, el tiempo se convierte en algo relativo. Una semana puede no parecer mucho, pero cuando cada día es una batalla por sobrevivir, cuando cada minuto podría ser el último, uno llega a conocer a las personas de una manera diferente. Eran veinticuatro horas al día, juntos, buscando cualquier resquicio de esperanza en medio de este infierno. No sé cómo, ni cuándo exactamente, pero había comenzado a sentir algo hacia ellos, un lazo de camaradería, quizá incluso de cariño.

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SIN REFUGIO | Zona Z #1
Fiksi IlmiahSeattle ha caído en el caos. Un virus mortal ha convertido a los infectados en criaturas violentas, y la ciudad es ahora un campo de batalla. La oficial Tessa Morgan está atrapada en la comisaría junto a su compañero Matt y un peligroso criminal, De...