Epilogo

82 8 3
                                    


La casa, siempre llena de ruidos y la sensación de caos constante, se encontraba tranquila en la mañana, apenas perturbada por el suave sonido de los pasos de una joven que subía los escalones del hogar. Con cada pisada, sus zapatillas crujían en el viejo suelo de madera, que parecía susurrar su presencia como un eco silencioso. Tenía 17 años, una joven cuya piel clara reflejaba la tenue luz de la mañana que entraba a través de las ventanas rotas, y su largo cabello castaño fluía como una cascada. Algunos mechones se levantaban de forma rebelde, dándole un aire salvaje y un tanto místico, como si la naturaleza misma hubiera decidido jugar con ella. Aquellos mechones se movían al ritmo de su andar, haciéndola parecer casi una criatura que camina entre dos mundos, el de la calma y el del caos.

Vestía una camisa púrpura que contrastaba con sus jeans ajustados, y debajo, una simple camiseta blanca, cuyo cuello asomaba con humildad. Alrededor de su cuello, un collar con una cruz brillaba levemente, reflejando un símbolo que había sido parte de su vida desde que tenía memoria, un recordatorio constante de la dualidad de su ser. Había aprendido a llevarlo con orgullo, como una señal de resistencia y de fuerza, en medio de un entorno que a menudo no entendía ni aceptaba del todo.

Cuando llegó frente a la puerta del cuarto que conocía tan bien, no pudo evitar fruncir el ceño. Un cartel colgaba con letras garabateadas que decían "NO JODER" con un tono desafiante que, si bien era familiar, nunca dejaba de exasperarla. Ella había intentado una y otra vez apaciguar la tormenta que se desataba cada mañana, pero el esfuerzo parecía siempre en vano.

Con una mezcla de resignación y cansancio, levantó la mano y tocó la puerta, su pulgar presionando el umbral de madera, como si el gesto mismo de golpear fuera una especie de súplica silenciosa.

—Lemy, ya levántate, tenemos que irnos a la escuela —dijo con voz firme, pero controlada, como si intentara convencer más a sí misma que a él de que podía ser paciente.

El silencio dentro del cuarto era profundo, una especie de vacío impenetrable que la llenaba de frustración. No hubo respuesta, ni siquiera un leve movimiento. La joven, apretando los dientes, intentó de nuevo, su tono ligeramente más urgente.

—Lemy, ya levántate... —dijo una vez más, pero su voz ya comenzaba a denotar un ligero rasgo de irritación. Su paciencia, siempre a punto de estallar, se agotaba rápidamente.

Pero aún así, todo permaneció en calma. De repente, el silencio que reinaba parecía convertirse en una provocación, como si la habitación misma estuviera burlándose de ella. No podía soportarlo más. Los músculos de su cuello se tensaron y su respiración se volvió más profunda, casi como si estuviera preparándose para enfrentarse a algo mucho más grande que la simple resistencia de su hermano.

En ese momento, su frustración se transformó en pura furia. Golpeó la puerta con tal fuerza que los tablones de madera retumbaron, enviando un eco resonante por toda la casa. En su rostro, los ojos se estrecharon y su mandíbula se apretó.

—¡Lemuel Sharp Loud! —gritó con furia contenida, su voz rasgando el aire de la mañana—. ¡Abre la maldita puerta o te juro que vas a conocer la furia de tu hermana!

Desde el interior de la habitación, una melodía distorsionada de guitarras eléctricas retumbaba de fondo, como si el mundo de su hermano estuviera envuelto en un caos rítmico que no podía entender. Lemy, acostado en su cama, no parecía siquiera notar el alboroto que estaba provocando. Su cama estaba desordenada, como siempre, un caos absoluto de sábanas arrugadas, almohadas dispersas y pósters de bandas de rock y metal que cubrían las paredes, un recordatorio del mundo de su hermano, uno en el que ella nunca encajaba del todo.

Lemy, con su cabello castaño claro desordenado, seguía dormido, abrazado a la comodidad de la nada. Parecía no escuchar, como si el ruido del mundo simplemente rebotara contra él. La joven frente a la puerta, sin embargo, no iba a dejar que su hermano se saliera con la suya esta vez. Su enojo estaba a punto de desbordarse.

Es Todo Lo Que QuieroWhere stories live. Discover now