Capítulo 2: Sospechosa

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Estoy cubierta de él —susurró Wanda, aterrorizada. Trataba de limpiar con fuerza la sangre de su camisa, pero no tenía éxito. Cada intento de removerla solo conseguía expandir la mancha, pero la mente de Wanda no lo entendía; estaba paralizada por el miedo, sumida en un profundo estado de shock.

—Wanda, detente —ordenó Natasha, bajando los brazos, pero Wanda no la escuchaba—. Wanda, mírame. Mírame —exigió, sin obtener respuesta. Los ojos de la policía ya las observaban—. ¡Wanda, mírame, carajo! —Natasha tuvo que sacudirla con fuerza, esa fue la única manera de hacer que la mirara. Los ojos de Wanda, enormes y rojos por las lágrimas, rompieron el corazón de Natasha.

Está muerto —dijo Wanda, entre sollozos.

—Lo sé, amor —respondió Natasha, tratando de calmarla—. Pero tienes que tranquilizarte. Cuando estemos solas, podrás desmoronarte todo lo que quieras, y tendrás mi hombro para llorar toda la noche. Pero ahora hay gente observándonos, y no podemos parecer sospechosas. —A Natasha le costaba muchísimo hacer de "la fuerte", detestaba no poder ayudar a Wanda como realmente quería. Pero ambas eran las que habían encontrado el cadáver, y una de ellas estaba cubierta en su sangre. Un solo paso en falso y acabarían en la cárcel—. ¿Me entiendes?

Wanda asintió con la cabeza, aturdida. De reojo, Natasha vio a dos policías acercarse por las gradas donde estaban sentadas.

—Disculpen, ¿podrían repetirnos la historia una vez más? —preguntó uno de los policías, sin apartar la mirada de Wanda.

—No sé si se han dado cuenta, pero ella está en shock porque acaba de encontrar muerto a uno de sus mejores amigos. No creo que sea el mejor momento para hacerla revivir eso —intervino Natasha.

La policía había llegado casi de inmediato, tan pronto como los guardias de seguridad escucharon los gritos provenientes del gimnasio, donde se había producido el asesinato.

—Es el momento perfecto —respondió el oficial, sacando su libreta para empezar a tomar notas—. ¿Podrían decirnos por qué estaban en el gimnasio a las dos de la madrugada?

—Íbamos a tener un encuentro —respondió Natasha.

El policía parecía dudar de la veracidad de sus palabras, pues se notaba que Natasha estaba visiblemente a la defensiva, ansiosa por irse con Wanda a descansar. Sin embargo, había ocurrido una escena del crimen, y una de las dos no saldría ilesa.

—¿Sabes qué? Quiero que sea ella quien responda —dijo, señalando a Wanda.

—¡Ella es mi novia, hijo de perra! —gritó Natasha, visiblemente alterada—. Y no está bien en este momento, es menor de edad. No pueden presionarla a hablar sin un abogado o un padre presente.

—Sus padres no llegarán hasta dentro de dos semanas debido a que los vuelos desde Nueva York están siendo cancelados por la nieve. La directora nos dio autorización para hablar con ustedes —respondió el policía, sin inmutarse—. No colaborar en la investigación de un asesinato podría ser un delito grave por interferir con la justicia de Inglaterra. Necesitamos saber todo lo que saben.

—¡Ella no sabe nada! —exclamó Natasha, mirando a Wanda—. ¿Cierto, Wanda?

Wanda no respondió de inmediato. Una lágrima se deslizó por su mejilla, y con la mano sucia intentó limpiarla.

—¿Qué necesitan saber? —levantó la vista, mirando directamente al oficial de policía.

—Clint Barton fue asesinado alrededor de las 12:40 a. m. ¿Dónde te encontrabas en ese momento?

Wanda pareció pensarlo demasiado, y Natasha sabía que lo usarían en su contra.

—Creo que estaba en el baño.

La respuesta de Wanda hizo que Natasha cerrara los ojos, frustrada.

—¿"Crees"? —el policía la miró con desconfianza—. No parece muy convincente.

—Es la hora en que tomo mi medicación para la ansiedad. Normalmente las tomo en el baño porque la cafetería está cerrada a esas horas —explicó Wanda, con voz temblorosa.

—¿Hay alguien que pueda corroborar que estabas en ese lugar?

Wanda negó con la cabeza.

—Mi compañera de habitación, Rio, estaba en la lavandería. Todos los demás estaban en sus habitaciones —agregó, tratando de explicar con más detalle—. Nunca salgo de mi habitación. Cualquiera puede confirmarlo, me da miedo romper las reglas. Solo salí para ver a Natasha. Lo prometo.

—¿Por qué iban a verse?

—Habíamos discutido —respondió Wanda, con un nudo en la garganta.

—¿Y eso por qué fue?

Antes de que Wanda pudiera responder, Natasha extendió su teléfono móvil hacia el policía.

—Aquí están las conversaciones, ahí está el motivo por el que nos vimos. ¿Está bien? Mire las horas, hablamos a las doce. Ella no podía hablar conmigo y matar a alguien al mismo tiempo. Y no sé cómo murió Clint, pero lo conozco, y es tres veces más grande que Wanda. Ella no pudo haberlo matado de ninguna manera. ¿Vio estos brazos de fideos? —Natasha levantó uno de los brazos de Wanda, como si fuera a demostrar su punto—. No ha ganado un solo juego de lucha contra mí en su vida, no tiene la fuerza ni la maldad para matar a alguien, mucho menos a Clint.

El policía comenzó a leer las conversaciones y se detuvo un momento para mostrar algo a uno de sus compañeros. Se alejaron y murmuraron entre ellos, luego regresaron.

—Dejaron de hablar a las 12:27 a. m. y retomaron la conversación a la 1:58 a. m. —informó el policía.

Natasha suspiró y arrebató el celular de las manos del oficial.

—¿Qué hay de las cámaras de seguridad? —intentó Natasha, visiblemente molesta.

—Yo no lo hice —insistió Wanda, casi suplicando.

—Las cámaras de seguridad se apagan en lapsos de tiempo y luego vuelven a encenderse automáticamente. Estaban desactivadas —explicó el oficial—. Miren, niñas, no quiero arrestar a ninguna de ustedes hoy, tienen la edad de una de mis hijas, y yo no envío niños a la cárcel. Así que, por favor, denme una sola prueba verídica de que no fue alguna de las dos. Porque la escena del crimen solo tiene huellas de Wanda. De nadie más.

—¡Me caí sobre él! ¿Está bien? Estaba oscuro, me resbalé, olía mal y quise ver de dónde provenía el olor. ¡Eso es todo! ¡Clint era mi amigo, uno de mis mejores amigos! No tengo razones para matarlo. Solo quiero irme, quitarme su sangre y su olor de encima, por favor. Tienen que creerme. Se los ruego, tienen que creerme.

De pronto, a Natasha se le ocurrió algo.

—Espera, Agatha dijo que iría a tu habitación a pedirte algo para el dolor de cabeza que tenía desde la mañana. ¿Se lo diste, no? Era cerca de la 1:00 a. m. —Natasha miró a Wanda, abriendo los ojos lo suficiente como para que le siguiera la mentira.

Wanda la miró confundida.

—Uh...

—El ibuprofeno, ¿lo olvidaste? Siempre vamos a pedirte medicina cuando nos sentimos mal porque eres la madre del grupo. Agatha iba a pedirte algo, luego volvió a la habitación. ¿Se lo diste o no? —Natasha siseó entre dientes.

—Uh, sí, sí lo hice.

El policía suspiró y cerró la libreta.

—La interrogaremos por la mañana. Ambas pueden ir a sus dormitorios ahora, escoltadas por un policía, quien esperará afuera mientras Wanda se cambia y le entrega su ropa. La necesitamos como evidencia. Si todo sale bien y las horas concuerdan. Wanda quedará fuera de la lista de sospechosos.

Natasha asintió rápidamente, tomando la mano de Wanda para ayudarla a levantarse.

—Ven, amor.

Ambas se fueron tomadas de la mano, seguidas por un oficial.

—¿Por qué les mentiste? —susurró Wanda, tratando de no mirar atrás.

—Tú cállate y haz lo que te digo.

¿QUIÉN ES EL ASESINO? | wandanat x agathario. (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora