Fluke respiró profundamente, intentando tranquilizarse mientras se acercaba al joven de la recepción. Con su melena rubia y su figura de atleta, era uno de esos hombres que siempre atraían la atención de los hombres.
Su pelo color castaño oscuro y su diminuto cuerpo delgado, por otro lado, no eran tan buscado; al menos en su experiencia. Aunque durante un tiempo le había parecido que Will era de otra manera... hasta el día que entró en casa y encontró a su ex prometido en la cama con un rubio guapísimo.
Normalmente, cuando recordaba aquella memorable ocasión experimentaba una ola de náuseas, pero esta vez no. Esta vez tenía el estómago paralizado de puro terror.
Las pestañas rozaron sus mejillas cuando cerró los ojos para respirar de nuevo, intentando controlar los frenéticos latidos de su corazón, que parecía a punto de salirse de sus costillas. Y luego intentó sonreír. Si una persona actuaba como si esperase que le enseñaran la puerta, en general eso era lo que solía ocurrir.
Se había tomado su tiempo aquel día para tener el aspecto de alguien que entraba todos los días en el cuartel general de una multinacional para hablar con el presidente. Pero al ver su imagen en el espejo de la pared, supo que sus esfuerzos habían sido en vano.
No iba a salir bien.
Intentando no ser pesimista, Fluke se aclaró la garganta. Y el sonido atrajo la atención del recepcionista, pero sólo durante un segundo porque, en ese mismo instante, se abrió una puerta y por ella apareció otro rubio impresionante con ropa ajustada y muy reveladora.
El chico que había tras el escritorio se quedó mirando y Fluke también; y también los fotógrafos que habían aparecido de repente, como por arte de magia.
Aquel explosivo rubio parecía comodísimo con los fogonazos de las cámaras y la tormenta de preguntas que lanzaban los paparazzis.
Sencillamente sonrió, mostrando unos dientes perfectos y demostrando que, aunque había hecho la transición de modelo a actor de Hollywood, sabía cómo manejarse con los periodistas. Flanqueado por dos musculosos guardaespaldas parecía deslizarse por el pasillo, deteniéndose un par de veces para contestar «Sin comentarios» a las preguntas sobre si Ohm Thitiwat y él estaban juntos de nuevo.
Cuando desapareció, dejando sólo el fuerte aroma de su perfume en el aire, Fluke estaba haciéndose la misma pregunta. Menudo momento. Lo último que un hombre querría escuchar era la noticia que él había ido a darle e imaginaba que sería doblemente cierto para un hombre que acababa de reconciliarse con el amor de su vida.
Fluke suspiró, intentando apartar la imagen del actor de su cabeza; no estaba allí para competir por las atenciones del italiano. Ni siquiera estaba interesado en la vida amorosa de Ohm Thitiwat y no tenía ningún deseo de separarlo de él, algo que pensaba dejarle bien claro.
La razón para que estuviera allí era muy simple; darle la noticia y marcharse. La pelota estaría entonces en su tejado.
Lo único que tenía que hacer era decírselo.
Y era ahora o nunca.
Aunque en aquel momento «nunca» le parecía lo mejor.
Fluke hizo una mueca de dolor. Se había comprado unos zapatos en las rebajas y le hacían daño porque eran pequeños. Aunque la confianza que le daban esos zapatos brillantes merecía la pena.
—Buenos días... —no pudo terminar la frase cuando él recepcionista levantó la cabeza.
¿Qué iba a decirle?
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Amor ciego, OhmFluke.
RomanceCuando pueda verlo, ¿seguirá deseándolo? El multimillonario Ohm Thitiwat había perdido la vista al rescatar a una niña de un coche en llamas y la única persona que lo trataba sin compasión alguna era el pequeño hombre con el que había disfrutado de...