Capítulo once

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Veinticuatro horas después, el equipo médico había revisado la batería de pruebas a las que habían sometido a Ohm. Y, para Fluke, habían sido las veinticuatro horas más largas de su vida.

Mientras esperaba el veredicto se sentía físicamente enfermo de aprensión. Pero, irónicamente, era Ohm quien tenía que consolarlo.

No era un milagro, les explicó el jefe de oftalmología. Había una explicación médica para lo que había ocurrido. Luego empezó a hablarles de diagramas y análisis mientras Ohm le hacía preguntas y Fluke se contuvo hasta que el médico empezó a contarles un caso similar que un colega suyo había tenido que tratar en Estados Unidos. Entonces, pensando que ya era más que suficiente, se levantó de la silla.

—Todo eso es muy interesante, pero lo que queremos saber es si está curado del todo. ¿Ohm ha recuperado la vista para siempre o no?

El médico lo miró, sorprendido.

—No sé cómo decirle esto, señor Thitiwat ojalá tuviera yo la visión que tiene su marido.

Fluke se dejó caer sobre la silla.

—Ah, muy bien. Me alegro.

—Yo también, caro —sonrió.

A partir de ese momento dejó de prestarle atención a la conversación y, cuando por fin volvieron al coche, casi había dejado de temblar. Ohm parecía increíblemente relajado hasta que anunciaron en la radio que «el millonario Ohm Thitiwat, que perdió la vista en un trágico accidente después de sacar heroicamente a una niña de un coche en llamas, estaba curado».

—¿Rescataste a una niña? —exclamó Fluke, atónito—. Me dijiste que habías quedado ciego después de una operación...

—Y así fue. Me había fracturado el cráneo y tuvieron que operarme. —¿Te fracturaste el cráneo al intentar salvar a la niña?

—El coche explotó cuando la saqué —suspiró él. La explosión los había lanzado al otro lado de la carretera—. Cualquiera hubiera hecho lo que yo hice.

—Lo dudo —murmuró Fluke, estudiando su cara—. Ah, nunca pensé que te pondrías colorado por algo.

Ohm volvió la cara para concentrarse en el tráfico.

—No soy un héroe, no te hagas ilusiones. Sólo estaba en el sitio adecuado en el momento justo.

—Muy bien, si te gusta que te considere un villano... ¿cómo está la niña?

—Afortunadamente, bien. Y los periodistas han dejado de molestar a la familia. A los reporteros les encantan las etiquetas, de modo que yo era un héroe... a expensas de los padres.

—¿Por qué?

—Porque salieron del coche dejando a Lilly en el asiento de atrás. Lo que no contaron fue que el padre tuvo que sacar a su mujer, que estaba desmayada, y luego él mismo perdió el conocimiento.

Ah, eso explicaba que no le gustasen los periodistas.

—¿Y cómo se han enterado de que has recuperado la vista?

Acabamos de salir del hospital...

—Evidentemente, alguien les pasa información... podría ser cualquiera.

—Me sorprende que no hayan dicho nada de nuestra boda.

—No han tenido que hacerlo, yo acabo de enviar un comunicado de prensa.

—¿Qué? — Fluke lo miró, horrorizado.

—Que he enviado un comunicado anunciado nuestro matrimonio.

Amor ciego, OhmFluke.Where stories live. Discover now