La princesa del vino

7 0 0
                                    

—¡Lo sabía! Es que lo sabía —me encuentro con una caja de condones color rosa y amarillo, igual a la de Maite.—Esto es cosa de Jorge, ¿no?.—Maite asiente—Dime que al menos ha dejado alguna nota.—Arranco el papel que tiene entre las manos.

"Para mis chicas favoritas, por si encuentran a alguien especial en Londres. ¡No os distraigáis mucho sin nosotros y recordad que os esperamos a la vuelta! —J."

No hago comentarios y abro el paquete de Pedro. Es una única guía de Londres y dos postales de Madrid, una para cada una, con un pequeño mensaje. Lo leo en voz alta.

"Alba, sé que este viaje será una gran oportunidad para ti. Tu inteligencia y determinación brillarán. Disfruta de Londres y aprovecha todo lo que puedas. —Pedro". Qué majo. ¿Qué pone la tuya?

—"Maite, espero que este viaje te brinde momentos inolvidables. Londres es una ciudad llena de historia y belleza, perfecta para ..."

—Perfecta, ¿para?

—"Perfecta para alguien tan especial como tú".—El rubor sube a las mejillas de Maite. No tiene que explicarme nada más. Gira su cabeza hacia la la ventana, aunque si algo pasa por su mente, no lo comparte conmigo.—¿Recuerdas el último congreso al que fuimos juntas?

—¿Lisboa?—Digo, siguiéndole el juego. Está claro que no quiere profundizar en lo que Pedro le ha escrito.

—Sí, Lisboa. Fue una locura, ¿verdad? Nos perdimos en el casco antiguo y terminamos en ese pequeño local de fado en Alfama —Maite sonríe, recordando—. Siempre hemos sido un buen equipo, Alba.

—Siempre.—La abrazo fuerte.

Entonces suena su teléfono. El pánico cruza su cara, pero me lo pasa unos segundos después. Me sorprendo al escuchar la voz de David.

—Alba, siento no haberte contestado antes. Lo que te voy a decir no tiene nada que ver conmigo. Tenemos una única habitación.—No contesto. Si esto es una pesadilla, quizá sea el momento de despertarse—Pero ya lo he pensado todo. La habitación es grande, tiene un sofá, yo puedo dormir ahí.

Siento que el mundo se me viene encima. Esto no puede estar pasando. ¿Es esto una película romántica de bajo presupuesto? Y si es así, ¿por qué el argumento es tan malo? David sigue en bucle con sus explicaciones mientras lo pongo en altavoz. No pienso compartir espacio con él. Me niego.

—No pasa nada, David. Puedo quedarme con Maite. —respondo, tratando de aliviar la tensión.

Maite asiente, mostrando su apoyo.

—Aún así, prefiero que vayas y dejes tu maleta en la habitación. Es mejor tener todo organizado mientras encontramos una solución.

Asiento y quedo en que nos pasaremos por el hotel más tarde a dejar la maleta. Le cuelgo. No quiero pensar en lo que él ha propuesto. Que compartamos habitación, aun cuando no va a suponer dormir juntos, es del todo inapropiado. Más teniendo en cuenta la conversación del otro día. Y la cama de Maite es enorme, cabemos las dos de sobras. Es más cómodo así.

Después de asearnos y vestirnos, Maite y yo nos encaminamos al hotel en el que se aloja David y para dejar la maleta en recepción. No se me escapa que ella mete su postalita en el bolso. 

Una vez allí, la recepcionista nos pregunta si estamos inscritas al congreso. Al asentir, nos indica que podemos pasar al bar, donde algunos de los asistentes están disfrutando de una copa de vino, cortesía de la casa. Como estamos animadas y no tenemos mucho más que hacer, asentimos. Copa en mano, nos acomodamos en la barra.

—¿Qué tal el capitán del barco?—pregunta Maite, levantando una ceja.—Esta semana te he visto más relajada.

—Sí, ha sido más llevadero. Pero aún no sé qué pensar de él.

Giro el vino en mis manos, dudando si contarle a Maite lo que siento. Ella conoce nuestra historia. Pero es injusto que siempre sea ella quien tenga que tenga que escuchar mis lamentos. 

—Aún recuerdo cuando empezasteis. Parecía tan diferente entonces... —comenta Maite, con una sonrisa nostálgica.—¿Sabes? A veces pienso que si no hubiese sido por mi culpa, vosotros...

—No te culpes. Las cosas han cambiado mucho.—Maite asiente y da otro trago al vino.

A la copa de cortesía le siguen unas cuantas más. Varias personas se nos presentan y preguntan si acudimos al congreso también. El ambiente es festivo y relajado, y por un momento, me permito olvidar las preocupaciones del trabajo y disfrutar del momento. 

La noche discurre extraña. Unas señoras alemanas nos invitan a unirnos a ellas. No dejo de beber vino. Empiezo a sentir que todo me da vueltas. La música, las luces, las risas de la gente a nuestro alrededor, todo se mezcla en un torbellino. Beber para olvidar no siempre se sintió tan literal. Me apoyo en la barra, tratando de estabilizarme. Siento que mis piernas se debilitan y mi respiración se vuelve irregular. Maite me mira con preocupación, pero yo le sonrío, intentando tranquilizarla. No quiero arruinar la noche. Sin embargo, esta se termina pronto cuando alguien, cuyo aroma a vainilla me invade, me lleva con él a algún lado. Y de pronto, todo se oscurece.

(...)

Mis ojos se abren de repente. Es evidente que ya no es de noche, que no estoy en la cama de Maite y que ella no es la persona que duerme a mi lado, roncando ligeramente. Mierda. Mierda. Mierda. ¿Es que no puedo no cagarla ni dos semanas? La persona de rizos de mi lado parece notar mi agitación, porque sus ojos se abren lentamente.

—Buenos días, princesa del vino

Mi corazón se detiene al reconocer la voz.

No te enamores de tu jefe [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora