Un final [+18]

1 0 0
                                    

Al día siguiente, martilleo en mi mesa mientras pasan los minutos como losas. La puerta del jefe de planta continúa cerrada. David ha decidido renunciar a su puesto, y yo me quedaré con su puesto. No puedo evitar sentir una mezcla de emociones: alegría, tristeza, y una pizca de miedo.

David entra en la oficina, su expresión es serena pero decidida. Se acerca a mi escritorio y se sienta frente a mí.

—Ya está hecho.—Su voz es firme, pero puedo ver la tristeza en sus ojos.

—Mejor vamos a un lugar más privado.—Le digo, aunque sé que su decisión está tomada.

Siento todas las miradas puestas en nosotros, así que le pido que vayamos a su antiguo despacho, donde nos deslizamos veloces. David cierra la puerta con suavidad y se gira hacia mí, sin que pueda descifrar lo que dicen los ojos.

—No tienes que hacer esto por mí—mi voz es a penas un suspiro.

—No es solo por ti, Alba.—Toma mis manos entre las suyas, y siento el calor y la seguridad que siempre me ha dado.—Es por nosotros. Merecemos un nuevo comienzo, y este es el primer paso.

Asiento, sabiendo que tiene razón. Este es el comienzo de algo nuevo, algo distinto. No necesariamente peor. Pero no puedo evitar sentir un nudo en el estómago al pensar en lo que viene.

—Voy a extrañarte aquí.—Le digo, con una sonrisa triste.

Estamos de pie, en medio de su despacho. Donde firmamos aquel trato semanas atrás. Trato que no llegamos a terminar. Él se acerca peligrosamente. Ese aroma a vainilla se me sigue quedando tan dentro...

—Y yo a ti. —Me acaricia el mentón y me obliga a mirarle.—Confío en ti, Alba. Sé que harás un trabajo increíble— Me da un beso en la frente y se dispone a irse. 

Antes de que pueda dar un paso más, lo detengo, agarrando su brazo con suavidad pero firmeza. 

—David, espera.—Le digo, mi voz apenas un susurro. Él se gira, sorprendido, y veo la mezcla de emociones en sus ojos. —No quiero que te vayas así. Necesito que sepas cuánto significa esto para mí. No solo el trabajo, sino todo lo que hemos pasado juntos. 

Mis palabras salen atropelladas, pero sinceras. David asiente, entendiendo, y me envuelve en un abrazo cálido y reconfortante. En ese momento, siento que, pase lo que pase, estaremos bien.

Sin embargo su cercanía provoca otras cosas en mí. Hace poco leí que solo podemos alinear las caderas al abrazar a gente en la que confiamos. Y mis caderas y las de mi antiguo jefe están en ese momento totalmente alineadas.

Él me mira desde arriba, travieso, y no sé por qué no le doy tregua y le beso con todo lo que tengo. Es un beso hambriento, como si no hubiese sido suficiente lo de ayer, como si quisiera recuperar el tiempo perdido.

David me coge por debajo del muslo, cojo impulso y me coge en volandas para acabar por apoyarme en el escritorio. La anticipación se me sube de repente al estómago. Pero soy consciente plenamente de donde estamos.

Lo separo un poco y le digo que creo que no es buena idea, pero David parece ignorarme. Me mueve para que acerque mi cadera a él y entonces los dos perdemos el control. Me restriego levemente sobre él, mordiendo mi labio para evitar que salga de ellos algo más que un leve suspiro, mientras David me desabrocha la blusa y come uno de mis pezones duros por fuera. Mi espalda se arquea como respuesta. Él me mira con una mirada maliciosa.

Deja de nuevo que me apoye sobre la mesa y libera mis manos, que se deslizan hacia su cinturón, hábiles y veloces, y consiguen desabrocharlo a la primera, aunque es él quien se baja la cremallera y comienza a darse placer a sí mismo. Yo lo emulo. Uno frente al otro, tan cerca, con nuestras respiraciones jadeantes. Se me escapa un gemido y él suelta una palabrota. Deja de tocarse y se agacha para ayudarme.

Es demasiado para mí, trato de morderme el puño. Joder. Lo hace tan bien. Es misión imposible prácticamente tratar de acallar mis gemidos, sobre todo después de que él conozca exactamente ese punto sensible de mí. Pero entonces se apiada, me da un pequeño mordisco en el interior del muslo, que vuelve a arrancarme un gemido más alto de lo que me hubiera gustado, y vuelve hacia mí, sin darme tregua, profundizando un beso menos casto de lo que fue aquel primero.

Entonces, siento que introduce uno de sus dedos en mí y deja cierto espacio entre los dos, para que podamos vernos el uno al otro, mientras su otro brazo me rodea. Hay algo tan íntimo entre nosotros. Me pierdo en sus ojos verdes. Y entonces siento que me voy, pero ahogo un gemido mordiéndole la camisa.

Él vuelve a darse placer. Su cara denota que no va a tardar mucho en irse. Y entonces me agacho para ayudarle a terminar. Y lo hace. Sin que se tenga que derramar una gota.

David me ayuda a levantarme, sus manos firmes y seguras me sostienen mientras me pongo de pie. Me mira a los ojos, su expresión llena de curiosidad y esperanza.

—¿Y ahora qué vamos a hacer?—pregunta, su voz suave pero expectante.

Lo miro, sintiendo una oleada de determinación.

—Vivir.—respondo con una sonrisa, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, todo es posible.


No te enamores de tu jefe [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora