DOLOROSO ANHELO [WangXian]

Capítulo 25: Rendirse

Podía ver la imponencia que Wen Rouhan desprendía; su presencia era casi sobrecogedora, y una energía oscura, poderosa, emanaba de él. Su voz, grave y helada, tenía un efecto inquietante en Wei Ying, cuyo cuerpo temblaba de miedo y frustración. Era una sensación que ya había experimentado antes, aquella vez en la que Wen Rouhan habló ante el clan con la misma autoridad y frialdad.

— Dime, querida, ¿cómo debería calificar esto? —preguntó con voz gélida, sus palabras atravesándolo como cuchillas de hielo.

Wei Ying tomó aire, tratando de calmar su respiración mientras analizaba su respuesta. Sabía que nada de lo que dijera podría empeorar ya la situación; todo estaba perdido, o al menos eso sentía.

—Eso debería preguntarlo yo —respondió, dejando escapar una pizca de altanería en su voz. La acumulación de resentimientos y heridas se desbordó mientras continuaba—. Primero me abandonas, luego pones en peligro a nuestro hijo, dejándome encerrado en esa cueva con aquel monstruo antiguo. Después envías tropas para destruir mi hogar, asesinas a los míos, y, como si fuera poco, mandas a tus hombres a capturarme, con la orden de que hagan lo que quieran conmigo. Dime, ¿qué hay de mí en todo esto? ¿Acaso he dejado de existir para ti?

Su voz se elevó en un grito desesperado, toda la tristeza y el dolor aflorando en una súplica desgarradora que no pudo contener más. Había sufrido en silencio, había soportado la humillación, pero ahora estaba dispuesto a enfrentar su propio destino.

Wen Rouhan alzó una ceja, observándolo con una expresión desdeñosa.

—¿Nuestro hijo…? Así que sobrevivió. Bueno, veremos cuánto llega a vivir, siendo tú su madre —murmuró con una sonrisa cruel y llena de desdén.

Wei Ying sintió que su corazón se desgarraba ante las palabras de Wen Rouhan. Su furia lo superó y, sin poder contenerse, gritó:

—¡Responde!

Wen Rouhan lo miró con frialdad, como si no mereciera siquiera una respuesta.

—¿Por qué debería? Tú fuiste quien decidió ponerse en peligro. En cuanto a tu secta, aunque estemos casados, empezaron a desafiar mi autoridad. Eso es algo que no puedo tolerar ni permitir.

Wei Ying sintió como las palabras de Wen Rouhan lo dejaban sin aire, como si cada palabra fuera una daga que se hundía en su pecho.

—¿Así que eso vale tu palabra? Dime, entonces, ¿de qué sirvió todo esto? Este matrimonio… el que destrozaran mi núcleo dorado… ¿de qué sirvió todo, al final? —exclamó Wei Ying, su voz cargada de frustración y amargura.

Wen Rouhan lo miró en silencio y, sin pronunciar palabra, comenzó a caminar lentamente a su alrededor, como un depredador acechando a su presa, o peor aún, como si Wei Ying no fuera más que un juguete desechable en sus manos.

—¿Y por qué debería importarme algo como eso? —respondió finalmente, con frialdad en su tono—. Yo siempre obtengo lo que quiero, y en este caso, te quería a ti. ¿No es suficiente mi deseo? Todo sucedió porque así lo quise. Te arrebaté de tu familia, de la persona que amabas… solo porque yo te quería para mí.

Las palabras de Wen Rouhan lo dejaron helado, y su mente retrocedió al pasado, reviviendo las humillaciones, el dolor, la tristeza. Recordó cómo lo arrancaron abruptamente de su hogar y de sus seres queridos, cómo fue sometido y violado una y otra vez, solo por el capricho de un hombre cuyo deseo era tan oscuro como implacable.

—Pero ahora… ya no me estás siendo útil —continuó Wen Rouhan, con una frialdad que le helaba la sangre—. Tu rebeldía está empezando a traerme problemas. Dime, ¿qué hacías visitando a Lan Wangji en sus habitaciones privadas durante la noche?