DOLOROSO ANHELO [WangXian]

Capítulo 27: Amuleto

Los besos y los toques poco a poco fueron subiendo de tono, Wen Rouhan sujeto las dos pierna de Wei Ying para emppezar a morderlas dejando marcas en la blanca piel, una vez satisfecho bajo su vista a la parte intima de Wei Ying

— Mi hijo no mentia parece que esta parte tu cuerpo sigue igual a antes que dieras a luz — pronuncion entre suaves gruñidos sin dejar de besar y morder

— Y aun asi accediste a que me violara — expreso en un tono sarcastico y con burla

— Era necesario, tu traicionaste a nuestra secta — bajo las piernas de Wei Ying solo para poner sus plamas en la parte interna de sus muslo obligando a abrirlas

— Curioso yo recuerdo que fue tu hijo el que me abandono en esa cueva — protesto solo para lanzarse sobre Wen rouhan cambiando posiciones

Sentado sobre el hombre a horcadas con su mano agarro el miembro de Wen Rouhan y lo alinio con su entrada, y de manera improvista se dejo caer autopenetrandose de un solo golpe. Su grito quedo atrapado en la garfanta solo para dejar escapar un suave suspiro mientras apoyaba su pecho contra el de Wen Rouhan

— Solo te dire que no te perdonara tan facilmente — unos ojos penetrantes lo miraron — Aun soy tu esposa asi que dame mi lugar

— Si eres mi esposa — respondio para que Wei Wuxian empezara a saltar marcando un ritmo

— Si tanto me deseas, te hare suplicar por tocar mi piel, porque te de una sola mirada... Para que mi vientre albergue un nuevo hijo

El ritmo era intenso. Wen Rouhan jamás había presenciado esta faceta de Wei Ying; parecía un recuerdo distante aquel joven que, tiempo atrás, lloraba y se retorcía bajo su dominio.

Fue un movimiento brusco que le hizo escapar de sus boca un gruñido

— Asi..— una sonrisa malévola se dibujo en la boca de Wei Ying — Dime Wen Rouhan no era esto lo que querias ver y tener, tienes al doncel mas hermoso en tu regazo, no me quieres ver embarazado nuevamente... Tan lleno de ti... Bien pues eso te dare

La noche dio paso al amanecer, y mientras el sol ascendía lentamente, las horas se habían desvanecido entre jadeos y suspiros. Cuando la primera luz se coló por las pesadas cortinas del aposento, ambos yacían exhaustos, con los cuerpos entrelazados en un descanso temporal. Al mediodía, el palacio comenzó a llenarse de actividad, y un grupo de sirvientas se apresuró a ingresar en la habitación principal para atender a su líder. 

Al abrir las puertas, las jóvenes quedaron paralizadas ante la escena. Wei Wuxian estaba sentado sobre la cama, su cuerpo apenas cubierto por una sábana de seda roja que contrastaba con su piel pálida y etérea. Los mechones oscuros de su cabello caían desordenadamente sobre sus hombros, como si enmarcaran su rostro de facciones delicadas, pero su mirada perdida en la nada le otorgaba una aura de melancolía. 

—Llamen al palacio de mi esposa y traigan las mejores prendas que posean. Las más finas —ordenó Wen Rouhan, levantándose con una calma autoritaria. 

Una de las sirvientas inclinó la cabeza y salió apresurada. No pasó mucho tiempo antes de que regresara con un séquito de mujeres portando telas, aceites y utensilios de aseo. Con un movimiento de cabeza, Wen Rouhan les indicó que comenzaran. 

Guiaron a Wei Wuxian hacia una tina llena de agua caliente, humeante con esencias florales. Mientras lo despojaban de la sábana y lo sumergían en el agua, su figura delgada y elegante quedó a la vista, como una obra de arte tallada con precisión. Sus movimientos eran lentos, casi ausentes, como si su mente estuviera atrapada en algún lugar distante. 

Las sirvientas trabajaban en silencio, conscientes de que estaban en presencia de alguien extraordinario. Sus manos enjabonaban con suavidad la piel de Wei Wuxian, limpiando los rastros de su pasado reciente, mientras el aroma embriagador de jazmín y azahar llenaba el aire. Aunque su rostro permanecía inexpresivo, su belleza se hacía más evidente con cada gota que resbalaba por su cuerpo.