CAPÍTULO 4: CUANDO LA LUZ SE APAGA

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ATP

El campus estaba en silencio esa mañana, un silencio pesado, como si todos los edificios, los árboles y las personas en la UCE estuvieran conteniendo el aliento. Se había convocado una asamblea general de la universidad.

La atmósfera era densa y sofocante. Nadie hablaba. El aire estaba impregnado con una mezcla de incomodidad y miedo. Todos mirábamos al frente, al estrado donde el rector estaba dando su discurso, pero nadie parecía estar atento a lo que él decía. En algún lugar dentro de nosotros, todos sabíamos que las cosas nunca volverían a ser las mismas. Nos habíamos perdido, en alguna parte, entre el rap del ciclo de Krebs y las sombras del bosque.

La noticia de lo que había pasado durante las novatadas había circulado como la pólvora. Todo el mundo tenía alguna noción de lo que pasó, peró nadie tenía la imagen completa de los hechos, ya que la policía aún no había hecho público el informe, de modo que las teorías y especulaciones llenaron las aulas y, por ende, me vi convertida en el centro de atención de los murmullos.

Yo nunca había hablado mal de él, no le conocía, pero veía a los mismos que le habían rechazado susurrar en los pasillos y lastimar la pérdida de alguien tan joven, con tanto futuro por delante.

Esa mañana FADH2 estaba más callado de lo normal, no me llamaba "perra" o "zorra" como cada día, lo echaba de menos. Así que en el descanso no pude evitar preguntarle cómo estaba.

– Es que, nena, lo estoy pasando mal... Muy mal... Me siento tan culpable por haberlo juzgado y criticado, fui muy cruel. – dijo con los ojos llorosos – Tú le viste, murió solo, a lo mejor, si nos hubiéramos esforzado todos por llegar a conocerle y ser mínimamente amables con él, se hubiera salvado... No sé, me siento estancado.

– No fue culpa tuya, FADH2, no tratamos con él directamente y tampoco era nuestra responsabilidad ser sus amigos, ni siquiera hablar con él – comentó NADH, intentando consolarle.

– Puede ser... Pero no puedo evitar sentirme así.

– Perdona, ¿eres ATP? – interrumpió un hombre alto, con gafas rectangulares, una corbata negra y camisa. Seguramente fuera un profesor – El rector te llama, es sobre el incidente de ayer.

Mientras el hombre me dirigía hacia donde fuera que íbamos, notaba la mirada de todos sobre mí. La mayoría me miraban con curiosidad, otros con desprecio e incluso algunos con asombro. Sabía que me estaban juzgando, odiaba esa sensación.

No quería destacar. Sólo tenía ganas de encerrarme en mi habitación, llorar y leer un libro.

El hombre me llevó a una sala del segundo piso del edificio "Núcleo", a través del cristal de la puerta se veían dos hombres sentados, hablando muy intensamente. Entramos en el despacho y el hombre sentado delante del director se levantó para presentarse:

– Hola, soy Glucosa, el policía que está llevando el caso. Me interesa hablar contigo sobre cómo encontraste la escena del crimen – y su mirada se posó sobre mí mientras me tendía su mano, la cual acepté a regañadientes. Otra persona que me analizaba con sus ojos, otra que me usaba como quisiera para elaborar sus teorías – Soy consciente de que ya fuiste interrogada por mi compañero esta madrugada, pero quiero ver si durante el transcurso de la mañana has recordado algo que se te olvidó mencionar.

Y, de nuevo, le conté como fue el primer día en la UCE, lo que sabía del alumno muerto y, por supuesto, sobre las novatadas. No obstante, me vi obligada a omitir una parte de la información que tampoco mencioné al otro detective. Nadie podía saber lo que sucedió realmente.

Sé que estaba mal, que estaba interfiriendo en las investigaciones sobre la muerte de un compañero mío, pero es lo que acordamos y no soy nadie como para echarme atrás en lo que pactamos todos. Total, aunque a veces me caía mal y me resultaba un poco pesado, no dejaba de ser mi amigo, y quería evitar de todos modos que tuviera problemas.

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⏰ Última actualización: Nov 12 ⏰

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La Teoría del Enlace Roto: Polaridades OcultasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora