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Brooklyn se apoyó en la puerta de la ambulancia, respirando hondo mientras miraba a sus compañeros desde lejos. Era su tercer semana en la estación 51, y, aunque trataba de disimularlo, la actitud de los demás estaba empezando a afectarla más de lo que le gustaría admitir.

Sabía que su apellido generaba dudas y desconfianza. En el mundo de los primeros en responder, la lealtad y el trabajo en equipo lo eran todo, y cada vez que sus compañeros la miraban con esos ojos fríos y repletos de juicio, sentía como si su padre estuviera allí, en el ambiente, proyectando su sombra sobre ella.

Gabriela Dawson, la paramédica experimentada de la estación, trataba de mantenerse profesional. Aunque no era abiertamente hostil, sus interacciones con Brooklyn eran estrictamente de trabajo, sin un solo intento de romper el hielo o de hacerle sentir que era parte del equipo. Cuando iban en la ambulancia o revisaban equipo juntas, Gabriela apenas hacía contacto visual. Brooklyn sabía que estaba intentando ser justa, pero la distancia entre ellas era evidente.

—Dawson, necesito una mano con el equipo de respiración en la ambulancia —dijo Brooklyn, esperando que Gabriela la mirara.

Gabriela asintió brevemente, pero solo dijo:

—Ya voy.

Brooklyn siguió trabajando, sintiendo el peso de la indiferencia. Cuando estaba en el campo de trabajo, había esperado, quizás ingenuamente, que el respeto profesional prevalecería. Pero en la estación 51, sus compañeros parecían no saber separar la hija de Voight de la paramédica que estaba frente a ellos.

La única que parecía verla como algo más que un apellido era Leslie Shay, la otra paramédica de la estación. Leslie era cortés y profesional, pero había algo en su actitud que la hacía sentir diferente a los demás. Leslie la trataba como cualquier otra compañera, y, a diferencia de los otros, no parecía juzgarla en cada interacción.

Un día, después de una emergencia en la que Brooklyn había demostrado su habilidad y rapidez al asistir a un niño en una crisis respiratoria, Leslie se acercó mientras Brooklyn revisaba el equipo en la ambulancia.

—Buen trabajo allá afuera, Brooklyn. El chico no lo habría logrado sin tu intervención rápida —dijo Leslie con una sonrisa cálida.

Brooklyn le devolvió la sonrisa, sintiendo un alivio que no había experimentado desde su llegada.

—Gracias, Shay. Intento dar lo mejor de mí. No es fácil... pero es lo que me gusta hacer.

Leslie la miró con empatía.

—Lo entiendo. Sé que no es fácil, especialmente con todo lo que tienes en contra aquí. Pero, confía en mí, lo importante es seguir adelante. La mayoría de ellos verán más allá de tu apellido ,solo tienes que darles un poco de tiempo

Brooklyn asintió, agradecida. Leslie era la primera en mostrarle un verdadero apoyo, y aunque no cambiaba la situación con los demás, hacía que el ambiente fuera un poco más llevadero.

Sin embargo, había alguien con quien Brooklyn parecía chocar constantemente, aunque de una manera extraña: el teniente Kelly Severide. Cada vez que él pasaba junto a ella, sentía su mirada penetrante, como si intentara descifrarla o encontrar algo que confirmara sus sospechas. Había escuchado de su pasado complicado y sabía que, en ese sentido, quizá podrían entenderse, pero Kelly no parecía interesado en intentarlo.

Un día, mientras ajustaba algunos suministros en la ambulancia, sintió esa misma mirada sobre ella. Se volvió y encontró a Kelly observándola desde el otro lado del garaje, sus brazos cruzados y una expresión seria en su rostro. Él se acercó, y por un instante, Brooklyn no supo si quería que él le hablara o no.

RESCÁTAME EL CORAZÓN-KELLY SEVERIDE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora