5

8 2 0
                                    

Brooklyn avanzó con pasos lentos por el largo y gris pasillo que la llevaba a la sala de visitas de la prisión. Aunque había venido aquí varias veces a lo largo de los últimos años, cada visita le traía un nudo en el estómago. Ver a su padre en ese lugar siempre despertaba sentimientos encontrados: tristeza por verlo atrapado en un sitio tan oscuro, pero también cierta seguridad en saber que él seguía ahí, dándole su apoyo a pesar de la distancia y las circunstancias.

Finalmente, la puerta de la sala de visitas se abrió y ahí estaba Hank Voight, sentado a la mesa de siempre, con una mirada intensa que reflejaba la mezcla de dureza y cariño que siempre había caracterizado su relación con Brooklyn. Al verla, una leve sonrisa asomó en su rostro, aunque sus ojos parecían analizar cada detalle de su expresión, siempre buscando algo oculto detrás de sus ojos.

—Hola, hija —saludó con ese tono grave y familiar.

—Hola, papá —respondió Brooklyn, tomando asiento frente a él.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, mirándose con complicidad. Sin embargo, Hank notó de inmediato que algo pesaba sobre los hombros de su hija. Sus instintos de padre le decían que Brooklyn no estaba bien, y él no podía quedarse de brazos cruzados.

—¿Qué ocurre? —preguntó directamente, con esa manera suya de no andarse con rodeos.

Brooklyn suspiró, bajando la mirada mientras se debatía entre guardarse sus sentimientos o abrirse por completo. Al final, se decidió por lo segundo. Había venido aquí para eso.

—Papá... He estado pensando en dejar de ser paramédica en la estación 51 —dijo en voz baja, como si las palabras fueran una carga demasiado pesada.

La reacción de Hank fue inmediata: frunció el ceño y entrecerró los ojos, analizándola como si intentara descifrar cada motivo detrás de esa confesión.

—¿Y por qué harías eso? —preguntó, sin rastro de juicio, pero con una firmeza que le pedía una respuesta sincera.

Brooklyn se tomó un momento antes de contestar, sintiendo el peso de sus propias palabras.

—Es difícil. Desde que llegué, siento que muchos me ven solo como "la hija de Hank Voight". He sentido el rechazo y las dudas en el equipo, como si nunca fuera suficiente, como si siempre estuviera cargando tu sombra. He intentado demostrar que soy capaz, pero cada día siento que tengo que luchar más para encajar y... no sé si vale la pena seguir intentándolo.

Hank asintió lentamente, escuchando cada palabra con atención. Durante unos segundos, guardó silencio, como si estuviera eligiendo con cuidado lo que iba a decir. Cuando finalmente habló, lo hizo con una mezcla de convicción y una dureza protectora.

—Brooklyn, entiendo que sea difícil —comenzó, su voz suave pero firme—. Yo sé lo que es tener que demostrar quién eres una y otra vez, especialmente cuando la gente ya te ha etiquetado. Pero déjame decirte algo: no dejes que la opinión de otros defina quién eres ni lo que vales. El hecho de que seas mi hija no debería ser un obstáculo para ti, y no tienes que cargar con mis errores.

Brooklyn levantó la vista, sintiendo cómo las palabras de su padre comenzaban a tocar algo en su interior.

—Pero, papá... No es solo tu nombre. Es como si, sin importar lo que haga, siempre estuviera en desventaja, siempre tuviera que probar que soy diferente.

Hank la miró fijamente, con una intensidad que le recordaba los años en que la enseñaba a no rendirse, a mantenerse firme.

—Brooklyn, no estás allí para convencer a nadie de quién eres. Estás allí porque tienes un don, una habilidad para ayudar a otros y una fuerza que pocos tienen. ¿Sabes cuántas personas querrían tener el coraje que tú tienes para trabajar en una estación como esa, enfrentando todo lo que tú enfrentas? Lo que piensen de ti los demás no debería importarte. Lo único que importa es lo que tú crees de ti misma y si realmente amas lo que haces.

Las palabras de Hank eran como un bálsamo, y Brooklyn comenzó a sentirse menos sola en su lucha. Su padre, aunque encarcelado, le estaba recordando el verdadero motivo por el cual había elegido ser paramédica.

—Sé que es difícil, hija. Pero la gente eventualmente verá tu valor, y si no lo hacen, es su problema, no el tuyo. Lo único que necesitas hacer es demostrarte a ti misma que puedes, y créeme, tú puedes. Tienes la fuerza y el talento para ser una gran paramédica, con o sin mi apellido.

Brooklyn sintió cómo una nueva determinación comenzaba a surgir en su interior. Las palabras de su padre resonaban con fuerza, recordándole que la única validación que realmente importaba era la suya.

—Gracias, papá —dijo, con una sonrisa sincera—. Tenía miedo de decepcionarte.

Hank sonrió, mirándola con orgullo.

—Nunca me decepcionarías, Brooklyn. Lo que más quiero para ti es que seas feliz y que hagas lo que amas, sin importar lo que piensen los demás. Si ser paramédica en la estación 51 es tu sueño, entonces lucha por él. No dejes que nadie te quite eso.

Brooklyn asintió, sintiendo cómo sus palabras le daban una renovada energía. Sabía que los desafíos seguirían, pero ya no los enfrentaría con la carga de las dudas. Ahora sabía que podía ser fuerte, que podía ser ella misma, y que su lugar estaba ahí, ayudando a otros y luchando por su sueño.

Al despedirse de su padre, salió de la cárcel con una decisión clara: seguiría en la estación 51, no para probarle algo a los demás, sino para demostrarse a sí misma que tenía lo necesario para triunfar en lo que amaba.

RESCÁTAME EL CORAZÓN-KELLY SEVERIDE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora