7 || Ginny Weasley

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El lobo disfrazado de oveja.




Hermione recordaba con claridad la primera vez que conoció a Ginny Weasley, aquella pequeña pelirroja de rostro vivaz que fue seleccionada en Gryffindor. Su conexión fue instantánea; ser hermana de Ron parecía darle un lugar especial en el corazón de Hermione. Y en aquellos años, cuando se quedaba en la Madriguera, las noches en la habitación de Ginny estaban llenas de confidencias, risas, y sueños susurrados en la oscuridad.

Sin embargo, había algo en Ginny que Hermione nunca terminaba de descifrar. A veces, Ginny parecía tener una especie de obsesión por demostrar algo, por sobresalir de una manera intensa, casi sofocante, especialmente cuando se trataba de su hermano o de las expectativas que había sobre ella. Hermione lo atribuyó a una presión familiar o, quizás, al deseo de destacar, una ambición que compartía en cierto sentido. Eso la hacía sentir cercana, como si finalmente tuviera a alguien más en quien confiar completamente.

Con el paso del tiempo, su vínculo se fortaleció. Hermione la veía como una hermana, una hermana en la que podía confiar y que también la entendía. Tras la guerra, sus vidas parecían entrelazarse más profundamente. Ahora, con Ginny saliendo con Harry y Hermione con Ron, los cuatro eran casi una familia.

—¿No crees que es muy apresurado, Gin? —sonrió Hermione, observándola mientras Ginny, rodeada de una colección de vestidos de novia, se giraba una y otra vez frente al espejo.

Ginny, con una sonrisa que iluminaba su rostro, soltó una risa despreocupada.

—Vamos, ya llevamos tres años de relación —dijo con entusiasmo—. No me sorprendería que Harry me propusiera matrimonio mañana por la noche. Después de mi juego, todo será perfecto.

Hermione le devolvió la sonrisa, aunque sintió un ligero nudo en el estómago.

—Eso espero, Gin. —Hermione mostró unos documentos, una colección de ideas para su futuro en el Ministerio—. Tengo algunas propuestas nuevas, ideas para cuando... bueno, para cuando intente postularme como Ministra. Pero estamos remodelando la casa y no quiero que se arruinen con el polvo y la mudanza. No sé dónde guardarlos.

Ginny se ofreció sin dudar.

—Déjamelo a mí. Grimmauld Place es enorme y solitario. Yo puedo guardarlos, y muy pronto seré la señora Potter, ¿no? Pondré todo lo que quieras en ese lugar. Además —sonrió con aire soñado—, tengo planes para darle un toque de color.

Hermione asintió, sintiendo una esperanza renovada. Quizás Ginny podría ser la vida que Harry tanto necesitaba.

Pero todo cambió de un momento a otro. Al día siguiente, en lugar de una noticia de boda, llegó la tragedia. Ginny había tenido una caída, una de esas caídas que dejaban marcas no solo en la piel sino en el espíritu. Hermione llegó corriendo a la Madriguera, encontrándose con la familia Weasley, el ambiente cargado de tensión y tristeza. Ginny yacía en la cama, con Harry a su lado, sosteniéndola con ternura pero con el rostro lleno de desesperación.

—Oh, mi pobre Ginny... —murmuró la señora Weasley, con la voz quebrada y la mirada perdida.

Arthur intentó consolarla, acariciándole el hombro.

—Tranquila, Molly. Todo estará bien...

Pero Molly no soportó sus palabras.

—¡¿Cómo puedes decir eso?! —soltó, con un tono desgarrador—. ¡Nuestra única hija! ¿Qué clase de vida le espera ahora? ¿Quién querrá mirarla...?

THE GOD OF DARKNESS || DRARRYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora