1 || Destruyendo el Corazón Humano

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Podía oírlo, aunque había cubierto sus oídos, deseando no escuchar. Quería apagar ese sonido, arrancarse las orejas si fuera necesario para acallar las súplicas. No quería, no podía soportar la idea de ser el siguiente. El miedo lo consumía. Nunca imaginó que aquella mentira aparentemente inofensiva los condenaría. Pero la salvación no llegaba, y no había nadie que pudiera rescatarlos.

—Draco... —siseó esa voz, haciendo que su cuerpo se estremeciera mientras alzaba la mirada, tembloroso.

Lo primero que vio fueron esos ojos rojos. Aquel color lo atormentaba, lo odiaba. Cada vez que lo veía, recordaba la sangre que fluiría si aquel ser maligno ganaba.

—Mi Lord... por favor... —jadeó Lucius desde el suelo, malherido— tenga... piedad...

Draco no se atrevió a mirarlo; la sangre que manchaba sus propias piernas ya era más de lo que podía soportar.

—Draco... eras bueno en la escuela, ¿verdad?

Tembló aún más. No quería responder. Sus ojos picaban, llenos de lágrimas contenidas.

—Sí... —susurró.

—¿Qué has dicho? Más fuerte. Quiero oírlo —exigió con una frialdad escalofriante.

Draco cerró los ojos, intentando contener el temblor, y asintió.

—Sí, mi Lord... soy bueno... —repitió en voz alta.

Voldemort sonrió, complacido.

—Supongo que te enseñaron algo de estudios muggles... magníficas cosas puedes aprender de esos sangre sucia... Hubo una época en que los muggles "iluminados" dirigían la Santa Inquisición. ¿Sabes qué aprendí, Draco?

Draco alzó la mirada, sus ojos enrojecidos intentando detener las lágrimas que amenazaban con brotar.

—No, mi Lord...

—Pensé que ya lo habrías deducido —sonrió Voldemort—. Que no importa cuánto dolor inflijas a alguien... siempre puedes causar más.

Con un chasquido, varias lianas surgieron, rodeando a Lucius, sujetando sus extremidades y cabeza hasta suspenderlo en forma de estrella, flotando sobre el suelo.

—¿Por qué mentiste, Draco? —preguntó Voldemort, deslizándose detrás de él.

Draco observó a su padre, estirado y tironeado por las lianas que lo retenían.

—¡Mi Lord! —gimió Lucius— ¡Tenga piedad! —sollozó.

—Vamos, Draco... —lo apremió Voldemort— adelante, dime... ¿por qué mentiste al negar que reconocías a Potter?

El cuerpo de Draco temblaba más, y las lágrimas comenzaron a correr por su rostro.

—Por favor... por favor... —murmuró.

—Respóndeme, Draco, o tu querido padre morirá.

Negó con la cabeza. No podía soportar la idea de que su padre muriera. ¿Qué podía decir? No podía confesar que, por una vez, sintió compasión hacia su enemigo, que lo salvó con la esperanza de ser salvado él mismo algún día. No podía revelar nada de eso.

—Draco... el tiempo se acaba.

Los crujidos de huesos comenzaron a resonar, y pronto los gritos de Lucius Ilenaron la sala. Draco miró a su padre.

—Papá... papá...

Voldemort lo agarró del cabello y lo echó hacia atrás, obligándolo a mirarlo de nuevo a los ojos, esos ojos rojos como brasas encendidas.

—¡Habla! —exigió—. ¿Pretendes traicionarme?

Draco negó, las lágrimas fluyendo sin control.

—¡Es solo un niño! —jadeó Narcissa desde el otro extremo, atrapada por los Mortífagos que la sujetaban.

—¡No tienes derecho a dirigirte a mí de esa forma! —gruñó el Señor Oscuro, fulminándola con la mirada—. ¿Quieres que, además de la mano, te corte la lengua?

Narcissa lo miró con terror, sus lágrimas cayendo. A solo unos pasos, su mano cercenada yacía en el suelo, junto con su anillo de matrimonio que aún pendía de uno de sus dedos.

—Draco... esto no es una simple tortura —Voldemort volvió su atención hacia él.

Los gritos de Lucius cesaron de pronto, solo para dar paso a un sonido nauseabundo de algo rompiéndose, desgarrándose poco a poco.

—Es una lección —murmuró Voldemort con voz sombría—. El fuerte sobrevive, y aquel que espera ser salvado, perece. La próxima vez, Draco, elige bien si deseas ser el que tortura... o el que es torturado.

Un crujido final, y la habitación se bañó en sangre. Narcissa soltó un grito desgarrador al ver los restos de su esposo, fragmentos esparcidos a su alrededor. Draco cayó al suelo, incapaz de alzar la vista.

Las lágrimas rodaban por sus mejillas en una cascada amarga, incontrolable, mientras algo en él se quebraba. A sus diecisiete años, había presenciado la destrucción de su padre. Su mente se apagó, inmóvil, congelada por el horror.

Un bastón lo forzó a levantar la cabeza, y obedeció solo porque la punta afilada comenzó a presionarle la garganta.

—Este es el verdadero poder, Draco —murmuró el Señor Oscuro con un susurro gélido.

Draco alzó la mirada, sus ojos enrojecidos de furia y lágrimas. Por primera vez, un odio oscuro y salvaje empezó a arder en su interior. Deseaba lastimar, destruir, asesinar. Su mirada se dilató como la de un depredador al acecho de su presa.

Toda inocencia había desaparecido. Su
dolor y su rabia se fusionaron en una sola voluntad letal. Los corazones frágiles eran los más fáciles de corromper, y cualquiera que se atreviera a cruzarse en su camino pagaría el precio.

THE GOD OF DARKNESS || DRARRYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora