CAPÍTULO 11

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MADISON       

"El problema es que buscamos con quien envejecer y realmente hay que encontrar a alguien con quien seguir siendo niños" – Charles Bukowski

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Travis y yo estábamos paseando por el centro comercial, como una pareja común y corriente, aunque honestamente no estaba segura si podíamos llamarnos una pareja; no habíamos hablado del tema y aunque frente a las cámaras sin duda éramos una pareja consolidada y feliz, la realidad es que no estaba segura que había entre nosotros, pero tampoco quería pensar mucho en eso, solo deseaba disfrutar lo que teníamos.

-        ¡Vamos! – exclamó Travis emocionado mirando los pequeños dinosaurios en los que los niños paseaban

-        Travis, no nos dejarán subir – insistí y noté la tristeza en sus ojos por lo que finalmente accedí – Bien, vamos – acepté y su emoción volvió a estallar

Nos acercamos al puesto en dónde se alquilaban los pequeños dinosaurios que eran casi como pequeños carros en los que los niños paseaban y después de pagar el doble de lo que normalmente costaba alquilarlos, nos subimos cada uno en un dinosaurio y comenzamos a conducir por la plaza del centro comercial.

Me fue imposible no reír y cuando Travis comenzó a perseguirme, mi risa se hizo más fuerte; jamás me hubiera animado a hacer esto sola, pero tenía que admitir que era divertido y es que con Travis siempre salía de mi zona de confort y siempre terminaba haciendo cosas que nunca hubiera hecho por mi cuenta.

Él era intenso de una buena manera; cada una de sus acciones siempre conseguía sacarme una sonrisa y aunque la mayoría podría pensar que su comportamiento era infantil e incluso inmaduro, la verdad es que esa era la mejor parte de él, porque su risa era sincera, tan real que era contagiosa y siempre conseguía sacarte una sonrisa, incluso en el día más gris de tu vida.

-        ¡Voy a atraparte! – gritó Travis y no pude evitar reír mientras giraba con el dinosaurio para dejarlo atrás

-        ¡Jamás! – grité mientras reía y su risa me hizo sonreír aun más

No me importaban las personas que nos observaban, no me importaba si alguien nos tomaba una foto o no; no me importaba nada más que disfrutar de este momento con Travis y divertirnos juntos; esto era lo más increíble de estar con él; porque nunca sabías lo que podía ocurrir y sus ideas siempre conseguían sorprenderme.

-        ¡Vamos, dragón! – gritó acelerando en su dinosaurio y volví a reírme

-        ¡¿Dragón?! – pregunté entre risas mientras huía de él

-        ¡Claro, es un dragón! – dijo bajando la mirada al pequeño dinosaurio que estaba conduciendo

Seguimos persiguiéndonos mientras reíamos y con cada palabra que salía de su boca, yo estallaba en risas sin poder evitarlo; Travis era increíble y quien dijera lo contrario estaba loco; porque dentro de él todavía quedaba el alma de un niño y su energía era tan pura, tan buena y tan hermosa, que era imposible no sentir algo por él.

Cuando terminamos de jugar con los dinosaurios y volvimos a caminar tomados de la mano, me sentía feliz, más relajada de lo que nunca estuve y cuando Travis se acercó a un puesto de comida para comprarnos dos helados, un objeto brillante en la vitrina de una tienda llamó mi atención y me excusé diciéndole que iría al baño para entrar en la tienda y comprar los juguetes que estaba segura le harían mucha ilusión.

Escondí la bolsa detrás de mi espalda y me acerqué a Travis con una sonrisa aceptando el helado en su mano mientras él me observaba con curiosidad; estaba claro que deseaba saber que había comprado, pero me mantuve firme en mi postura de que se lo mostraría cuando acabáramos de comer y prácticamente devoró el helado con impaciencia haciéndome reír.

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