Dolly.
—Por aquí.
Seguí a Conejo mientras caminaba hacia atrás, hacia una puerta de madera. Giró el pomo. Una fría ráfaga de aire, incluso más fría que antes, salió y cubrió mi piel. Me estremecí, pero Conejo no reaccionó. Giró su cabeza hacia mi.
—Vamos abajo —dijo y descendió por las escaleras. La base de su bastón golpeteaba en cada escalón. Lo seguí... siguiendo a mi Conejo, mi guía.
Cuando alcanzamos el último escalón, mis ojos se ampliaron. Agarré mi cuchillo y arma con más fuerza.
—¿Cerdos? —dije mientras observaba la helada habitación con un grupo de cerdos muertos colgando bocabajo en extraños ganchos.
—La carne y piel de cerdo son lo más parecido a un humano. Te entrenaremos aquí —se encogió de hombros, sus manos sobre la parte de arriba de su bastón—. Cuando estés listo, avanzaremos a la siguiente parte de nuestro viaje.
—¿El asesinato?
Conejo asintió despacio. Se inclinó hacia delante, su rostro cerca del mío.
—La mejor parte... la más divertida que alguna vez tendrás.
Mi corazón se aceleró con entusiasmo. Miré alrededor de la habitación. Cuando me di la vuelta, Conejo me observaba. Miré su cuerpo, su ropa y bastón.
—¿Dónde están tus armas?
La esquina de la boca de Conejo se curvó. En un destello, había girado el bastón en su mano. En un movimiento casi demasiado rápido para que mis ojos lo asimilaran, separó el bastón en dos. La mitad de la parte baja estaba en su mano izquierda, la superior -poseyendo la cabeza de conejo- en la derecha. Conejo extendió ambas manos delante de él y cargó hacia los cerdos más cercanos. Sólo me di cuenta que la parte baja del bastón se había convertido en una espada cuando la clavó en el estómago de un cerdo a su izquierda, cortándolo en dos. Antes de que pudiera decir nada, un alto estallido sonó del bastón en su mano derecha.
Miré mientras bala tras bala, muchas balas, cortaban al cerdo de la derecha. La carne salpicó el suelo y las paredes de la habitación.
Conejo se volvió, su cabello castaño desordenado por el espectáculo, y levantó sus ojos para enfrentarme.
—Mis armas, cariño —dijo y juntó las partes del bastón. Giró la base del bastón al suelo y colocó sus manos sobre la cabeza de conejo una vez más.
Miré fijamente, con los labios separados.
—Nunca habría sabido... —susurré, intentando estudiar el bastón. Levanté mi mirada a la suya—. Quiero luchar así —algo brilló en los ojos plateados de Conejo.
Dio un paso a un lado, despejando un camino a un espacio junto a él.
—Entonces, por supuesto —asintió hacia el lugar a su derecha. Ignorando el frio, me moví junto a él, mis zapatos cliqueando en el suelo de piedra. Eché mi cabeza hacia atrás y miré los cerdos. Estaban colgando de largos ganchos de plata—. Este lugar pertenece a mi... amigo —pronunció la palabra como si fuera una pregunta—. Time. Tiene lugares secretos como este por todo el sur.
—¿Usa estos canchos para los cerdos?
Conejo agitó su mano despectivamente.
—No. Cerdos no.
—¿Conejo? —pregunté—. ¿Cuán lejos del País de las Maravillas estamos ahora mismo?
—Sólo al principio, pequeño Dolly. Los hombres malos no saben que vamos. Estamos a salvo —solté un largo aliento—. Ahora... —Conejo se movió a mi lado. Igual que antes, mi corazón latió más rápido. Sostuve mis armas más fuerte—. Primero el cuchillo —instruyó Conejo—. Levanta tu mano —hice como dijo—. Ahora apuñala a un cerdo —eché mi mano atrás y, apresurándome hacia delante, rebané a través del estómago del primer cerdo. Mi cuchillo se deslizó como mantequilla.
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Sick Fux [VegasPete]
Teen FictionCuando Phongsakorn Saengtham y Kornwit Theerapanyakul se conocieron siendo niños, ellos no podrían haber sido más diferentes. Pete era fuerte y hermoso, con cabello negro, risas y sonrisas brillantes. Vegas era oscuro, melancólico y obsesionado con...