Capítulo 2: El Conflicto Interno

3 1 0
                                    

A medida que pasaban las semanas, la relación entre ellas se profundizaba. Aunque al principio parecía una amistad forzada, ahora había una química innegable. Helena ya no podía evitar sentir una mezcla de fascinación, deseo y miedo cada vez que veía a Iris.

Cada día pasaba más tiempo con ella. La cercanía de Iris la hacía sentir viva, pero también la sumergía en un mar de tentaciones. El dulce aroma de su sangre humana, la calidez de su presencia, la energía que irradiaba; todo eso era un desafío para Helena. Su hambre, esa necesidad de sangre, se intensificaba con cada momento que compartían. Pero aún más fuerte era el deseo de seguir a su lado, de disfrutar de esa amistad que había comenzado a florecer.

Un día, después de una larga jornada escolar, Helena decidió alejarse. No podía soportar más las emociones que se agitaban dentro de ella. Necesitaba un respiro. Corrió hacia el bosque cercano, buscando refugio entre los árboles, sintiendo la brisa en su rostro, el sonido de sus pasos rápidos, casi salvajes.

Pero fue Iris quien apareció, corriendo tras ella. Helena la escuchó antes de verla: el sonido de los pasos de Iris, seguidos por su voz.

"¡Helena, espera!" gritó, con la respiración entrecortada, al borde de la desesperación. "¿Por qué te alejas? ¿Qué pasa?"

Helena se detuvo en seco, dándose la vuelta para mirarla. Estaba empapada por la lluvia, pero sus ojos brillaban con una intensidad que Helena no había visto antes. Por un momento, el mundo pareció detenerse.

"Porque... no puedo dejar que esto siga", dijo, su tono grave y frío, como si fuera la última vez que lo dijera. "No puedo seguir siendo tu amiga, Iris. No puedo seguir... viéndote."

Iris la observó en silencio, sin comprender del todo, pero su rostro mostraba una determinación que Helena no había anticipado. Iris dio un paso hacia ella, desafiante, sin temor.

"Tal vez no entiendas lo que está pasando entre nosotras, Helena, pero yo no quiero perderte. Y creo que... no quiero perderte por algo que ni siquiera sabemos qué es. Y estoy dispuesta a arriesgarlo, porque lo que siento es real."

Helena sintió un estremecimiento recorrer su cuerpo. En ese instante, la tentación de abrazarla, de besarla, fue casi insoportable. Pero en lugar de ceder a ese impulso, respiró hondo y se alejó aún más, con el corazón destrozado.

El Lazo Irrompible

A lo largo de las siguientes semanas, Helena luchó con sus sentimientos. No podía seguir alejándose de Iris, pero tampoco podía arriesgarse a mostrarle su verdadero ser. ¿Qué pasaría si descubrías lo que realmente era? ¿Y si el amor que sentía por ella la destruía?

Cada vez que veía a Iris, ese torbellino de emociones la invadía. La vampira había estado sola durante tanto tiempo, aprendiendo a vivir sin lazos profundos, sin nadie en quien confiar o amar. La cercanía de Iris la estaba haciendo sentir más humana que nunca, y a la vez, la aterraba. ¿Cómo podía seguir siendo su amiga, o incluso algo más, cuando su verdadera naturaleza era un peligro constante para ella?

Pasaron días en los que Helena evitó a Iris. La joven no dejaba de llamarla, de mandar mensajes, de intentar encontrarla en los pasillos. Helena se mantenía distante, respondiendo de manera cortante y tratando de mantenerse ocupada, como si pudiera escapar de la verdad de sus propios sentimientos.

Pero Iris no se dio por vencida.

Una tarde, mientras la lluvia caía suavemente sobre la ciudad, Iris apareció en la entrada de la casa de Helena, empapada hasta los huesos. La vampira había estado mirando por la ventana, viendo la tormenta, cuando vio la figura familiar de Iris en el umbral. Su corazón latió con fuerza en su pecho, y no pudo evitar sentir una oleada de pánico. Sabía que había llegado el momento de enfrentar lo que estaba evitando.

Iris tocó la puerta, y cuando Helena la abrió, no hubo palabras por un momento. Iris la miró directamente a los ojos, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y determinación.

"Necesito saber, Helena," dijo con voz firme, aunque su rostro mostraba un atisbo de preocupación. "¿Por qué te alejas de mí? ¿Por qué actúas como si no pudiera confiar en ti?"

Helena tragó saliva, su garganta seca. Sentía la presión de la situación. Estaba al borde del abismo, pero no podía retroceder más.

"Porque no puedo darte lo que necesitas," respondió finalmente, con una voz baja y quebrada. "No puedo seguir siendo parte de tu vida, Iris. Soy... soy algo diferente. Y estoy en un lugar en el que no puedo... no puedo quedarme cerca de ti sin poner en peligro lo que eres. Lo que amas."

Iris la miró sin comprender del todo, pero hubo algo en su mirada que dejó claro que no tenía miedo. Su voz, llena de calma, rompió el silencio que había seguido a las palabras de Helena.

"No sé de qué hablas, Helena. Pero lo que sí sé es que te necesito. No me importa lo que seas. No me importa lo que crees que soy capaz de perder. Lo que quiero, lo que necesito, es estar a tu lado. Juntas, si tú lo quieres también."

El corazón de Helena se detuvo por un segundo, y su mente estalló en confusión. ¿Cómo podía Iris hablar con tal seguridad? ¿Cómo podía arriesgarse tanto por ella?

"Eres humana, Iris. No sabes lo que me haces sentir. No sabes lo que podría pasarte si me quedo cerca. Soy un monstruo. Un ser de la oscuridad. Y tú... tú eres todo lo que la luz representa. Si te toco, si te beso, si te amo... no puedo prometer que no te destruiré," dijo, la desesperación claramente visible en su rostro.

Iris dio un paso al frente, sin miedo. Con una suavidad que solo ella poseía, alcanzó la mano de Helena, apretándola con firmeza, como si pudiera darle todo lo que la vampira temía perder.

"Sé lo que soy, Helena. Pero también sé lo que siento por ti. Lo que estamos creando, esto, es real. No lo puedo negar. Y no me importa lo que signifique. Quiero arriesgarme. Si tú lo deseas también."

La voz de Iris era tranquila, pero firme, como si sus palabras pudieran atravesar la oscuridad que Helena había construido alrededor de su corazón. En ese momento, algo dentro de la vampira se rompió. Su control, la capa de indiferencia que había cultivado a lo largo de los años, se desmoronó como un castillo de naipes.

Helena cerró los ojos, respirando profundamente. El deseo de abrazarla, de besarla, se hacía insoportable. Pero al mismo tiempo, sentía el peso de la responsabilidad. El miedo de lo que significaba amar a alguien como ella, alguien que nunca podría pertenecer a un mundo tan normal, tan humano, como el de Iris.

"Iris..." susurró, su voz cargada de emoción contenida. "Yo te... te amo. Pero no sé si es justo para ti. Lo que soy, lo que puedo hacerte..."

Iris la interrumpió con una sonrisa suave, un gesto que desarmó a Helena por completo.

"Lo sé, Helena. Lo sé todo. Pero lo que más sé es que no te quiero perder. No me importa el peligro. No me importa lo que no entiendo. Solo sé que te quiero a ti, con todo lo que eres. No te voy a dejar ir."

En ese momento, Helena sintió algo que jamás había sentido antes: la aceptación. No solo de Iris, sino de sí misma. No podía cambiar lo que era, pero tal vez, solo tal vez, podría aprender a amar de una manera que nunca imaginó posible.

La tormenta afuera se intensificó, pero dentro de la casa, la atmósfera estaba tranquila. Y aunque el futuro seguía incierto, había algo en el aire, algo en la mirada de Iris que les decía a ambas que, juntas, podrían enfrentarlo. Que el amor, el verdadero amor, podía desafiar incluso la oscuridad más profunda.

Helena finalmente la abrazó, sintiendo por primera vez en siglos que alguien realmente la entendía. La chica humana, con su luz, había roto las barreras que ella misma había construido.

"Te prometo que haré todo lo posible para protegerte," dijo Helena, abrazándola con fuerza.

Iris levantó la cabeza para mirarla, con una sonrisa que llenaba la habitación de calor. "Lo sé. Y yo te prometo que siempre estaré a tu lado."

Así, bajo la luna llena, en una noche cargada de promesas y desafíos, Helena y Iris dieron un paso hacia un futuro incierto, pero juntas, unidas por un amor que ni el tiempo ni la oscuridad podrían destruir.

Bajo La Luna RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora