Capítulo 1: El Encuentro Inevitable

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Helena López Itō era muchas cosas. Vampira. Inmortal. De una familia de orígenes latinos y japoneses, que había viajado por el mundo, pero siempre permaneciendo oculta en las sombras, observando la vida sin poder tocarla. Tenía 175 años, aunque su aspecto de 19 años la hacía parecer una joven estudiante más en el instituto Crescent High, donde llevaba varios meses desde que se mudó a la ciudad.

Había hecho lo necesario para mantener un perfil bajo. Nadie sabía de su verdadera naturaleza, ni siquiera sus compañeros de clase. Apenas hablaba con ellos y cuando lo hacía, mantenía una distancia emocional imposible de cruzar. Había aprendido que lo mejor era no encariñarse. Así que se mantenía apartada, invisible en su propio mundo, donde nada ni nadie parecía interesarle. Nada, hasta que ella apareció.

Iris Davis era todo lo que Helena no podía ser. Humana, con un espíritu vibrante que emanaba vida y luz en cada paso que daba. Iris era el tipo de chica que todos amaban: extrovertida, llena de energía, con una sonrisa contagiosa y un corazón que siempre parecía tener espacio para todos. Era de esas personas que se encargaban de iluminar la habitación con solo entrar. Sin embargo, ese mismo brillo fue lo que hizo que Helena la odiara al principio.

La primera vez que sus caminos se cruzaron fue en una de esas largas horas en el aula de ciencias. Mientras los estudiantes se acomodaban en sus lugares, Helena estaba absorta en la lectura de un libro, sin darse cuenta de que alguien había decidido sentarse a su lado. Iris, con su característica actitud despreocupada, dejó su mochila sobre el escritorio y se sentó sin pedir permiso.

"¿Te molesta si me siento aquí?" preguntó Iris, mirando a Helena con una sonrisa descarada.

Helena apenas levantó la mirada, sus ojos rojos brillando con una intensidad oculta. Sus colmillos apenas sobresalían, algo que mantenía cuidadosamente oculto. "Sí, me molesta. Busca otro lugar", respondió con frialdad.

Iris se encogió de hombros, sin darle demasiada importancia a la actitud de Helena. "Bueno, la vida es corta, ¿verdad? No voy a dejar que una mirada fulminante me eche atrás."

La clase transcurrió en silencio, pero la tensión era palpable. Mientras la profesora explicaba la lección, Helena no podía evitar sentir una especie de irritación cada vez que Iris soltaba una risa o hacía algún comentario que despertaba la atención de los demás. La forma en que Iris ocupaba espacio, cómo se hacía notar sin esfuerzo, era algo que Helena no soportaba. No estaba acostumbrada a que alguien quisiera invadir su mundo.

La relación entre ellas comenzó a desarrollarse a través de pequeños conflictos y enfrentamientos. Helena intentaba por todos los medios evitar a Iris, pero ella siempre encontraba una manera de acercarse, de desafiarla. Ya sea durante los recesos, en los pasillos o incluso en clase, siempre había algo que hacía que sus caminos se cruzaran. Y a pesar de sus esfuerzos, algo empezaba a desmoronarse en el corazón de Helena, algo que no podía controlar.

Con el paso de los días, Helena empezó a notar una extraña fascinación por Iris. Al principio, la joven parecía una niña tonta y superficial, pero a medida que la observaba con más atención, se dio cuenta de que Iris tenía una profundidad que no encajaba con su imagen de chica perfecta. Había algo más en ella, algo que parecía oculto bajo la capa de su brillante personalidad.

Fue en un proyecto de biología donde las cosas realmente comenzaron a cambiar. Ambas fueron asignadas como compañeras de equipo, una tarea que Helena habría evitado si hubiera tenido opción. Por supuesto, Iris estaba encantada con la asignación. Mientras Helena intentaba trabajar en silencio, Iris no dejaba de hacer preguntas, de sonreír, de hacer bromas. Helena, aunque reacia, no podía evitar sentir una extraña calidez en su presencia.

Iris comenzó a hablar más sobre sus pasiones: la ciencia, la vida, sus sueños. La forma en que su rostro se iluminaba al hablar de algo que realmente le importaba hizo que Helena dejara de verla como una simple humana. De hecho, Iris parecía tan... viva. Tan real. Y eso desconcertaba profundamente a la vampira, quien había aprendido a vivir sin sentir.

"Helena, ¿te has dado cuenta de lo increíble que es esto?" dijo Iris un día, mirando con asombro las muestras de células bajo el microscopio. Sus ojos brillaban de emoción, una emoción tan genuina que Helena no pudo evitar preguntarse qué sería sentir algo así.

Helena observó a Iris por un momento, intentando entender esa fascinación. El rostro de Iris estaba iluminado por una pasión que parecía ajena a Helena, algo que la vampira solo había visto en las personas que realmente vivían, que experimentaban cada momento como si fuera el último. En comparación, ella misma se sentía vacía, como si estuviera atrapada en una rutina interminable de repetición.

"Supongo que sí", respondió finalmente, aunque no sentía ni la mitad de la emoción que Iris transmitía.

Pero entonces, algo sucedió. Durante una tarde lluviosa, cuando estaban trabajando en el laboratorio después de clases, una conversación diferente comenzó a tomar forma. El sonido de la lluvia golpeando contra las ventanas del aula creó una atmósfera tranquila, casi mágica. Iris dejó de hablar de biología y, con una mirada pensativa, comenzó a hablar de sí misma.

"¿Sabes, Helena?", comenzó Iris, mirando fijamente el contenido de sus notas. "A veces siento que estoy buscando algo, algo que no puedo encontrar aquí. Como si me estuviera perdiendo de algo. ¿Te ha pasado alguna vez?"

Helena la miró fijamente. No era común que Iris mostrara esa vulnerabilidad tan pura. En ese momento, algo en su interior se despertó, una sensación de conexión que no podía comprender.

"Sí", murmuró finalmente. "Creo que todos estamos buscando algo. Pero tal vez nunca lo encontramos."

Iris la observó, desconcertada, pero algo en sus ojos no se apagó. "¿Por qué dices eso? No puedes dejar de buscar, Helena. La vida no tiene sentido si no sigues adelante."

Esas palabras quedaron grabadas en la mente de Helena, y por primera vez en mucho tiempo, la vampira sintió algo más allá de la indiferencia.

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