—Ojalá, pero de momento gana ella. No funciona.
—Antes tienes que seleccionar el tipo de billete.
—¿Dónde..., dónde debería elegirlo?
—En la pantalla de inicio. Espera.
Él se movió, situándose a mi lado. Pulsó los botones pararegresar al menú principal y luego me miró. Y fue intenso. Oeso sentí. Como cuando alguien te produce curiosidad sin quesepas por qué. O cuando te despierta un escalofrío inesperado.
—¿Adónde quieres ir? —preguntó.
—Pues..., bueno, en realidad... —Nerviosa, me coloquétras la oreja un mechón de cabello que había escapado de lacoleta—. ¿Al centro?
—¿No lo tienes claro?—¡Sí! ¡No! Quiero decir, no tengo alojamiento esta noche ypensaba, ya sabes, aprovechar para conocer un poco la ciudad.
¿Qué zona me recomiendas?
Apoyó un brazo en la máquina y enarcó las cejas.
—¿No tienes alojamiento? —se interesó.
—No. He cogido el primer vuelo que salía.
—¿En plan a lo loco?
—Sí, justo así. Eso es.
—Y viajas sola...
—¿Cuál es el problema?
—Ninguno. Yo también lo hago.
—Bien, enhorabuena. En cuanto al billete...
—¿Cómo te llamas? —preguntó.
—Ginger. ¿Y tú?
—Rhys.
Tenía un acento estadounidense marcado. Y era tan alto quehacía que me sintiese diminuta frente a él. Pero tenía «algo». Ese«algo» que a veces no podemos explicar con palabras cuando conocemos a alguien. No era porque fuese guapo o porque me sintiese perdida en aquella ciudad a la que acababa de llegar. Eraporque podía leer en él cosas. Todavía no estaba segura de si esascosas eran buenas o malas, pero, al mirarlo, la última palabraque me venía a la mente era «vacío», lo que, ironía de la vida,
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nosotros en la luna
Romanceuna noche en parís. dos caminos entrelazándose. cuando Rhys y Ginger se conocen en las calles de la ciudad de la luz, no imaginan que sus vidas se unirán para siempre, a pesar de la distancia y de que no puedan ser más diferentes. ella vive en Londr...