—De Londres. ¿Y tú? Déjame adivinarlo.
—Vale. —La miré burlón.
—¿Alabama? —Negué—. Pues tienes acento sureño.
—Sube un poco más arriba.
—Tennessee.
—Sí. De ahí.
—¿Y qué se te ha perdido en París?
—No estoy aquí de forma indefinida.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Levántate, es esta parada.
Me puse en pie y ella me siguió hasta la puerta del metroque estaba abriéndose. Avanzamos entre la gente que iba y venía de un andén a otro y salimos a la calle. Hacía un frío punzante. Vi que Ginger se abrazaba a sí misma mientras echábamos a andar rápido con la esperanza de entrar en calor cuantoantes. A lo lejos se distinguía la Torre Eiffel.
—¿Eso de ahí es lo que creo que es?
Me miró sonriente. Y, no sé, pensé que era una sonrisa tanbonita que daban ganas de enmarcarla. Lo habría hecho si noodiase las fotografías. Pero Ginger era una de esas chicas que símerecían ser inmortalizadas, y no porque fuese especialmenteguapa o llamativa, sino por su mirada, por cómo curvaba los labios sin pensar, por esa pequeña contradicción que distinguíadentro de ella, aunque aún no la conociese.
—Sí. Es uno de los lugares más típicos de París. Lo sé, soyun fracaso como guía turístico, pero, en mi defensa, solo tenemos unas horas. Quería que recordases esta imagen.La del río Sena a nuestra izquierda mientras seguíamos andando bajo aquella noche sin estrellas y de luna llena. Recuerdo que solo pude pensar que había valido la pena cambiar lostallarines chinos por esa sonrisa que ella acababa de esbozar.
—Es precioso. Gracias.
—¿Has cenado?
—No. Creo que no como nada desde hace una eternidad.Esta mañana me tomé un café, sí, pero luego ocurrió todo el drama al mediodía, y adiós a la normalidad.
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nosotros en la luna
Romanceuna noche en parís. dos caminos entrelazándose. cuando Rhys y Ginger se conocen en las calles de la ciudad de la luz, no imaginan que sus vidas se unirán para siempre, a pesar de la distancia y de que no puedan ser más diferentes. ella vive en Londr...