¿Qué estaba haciendo? No tenía ni puta idea.Diez minutos antes había salido del metro dispuesto a ir acasa (si es que podía llamar «casa» a algún lugar), con la ideade calentarme unos tallarines chinos precocinados y comérmelos directamente de la caja mientras miraba la televisión sinprestar atención o leía algo con música de fondo.Pero en cambio me encontraba allí, sentado en el vagón allado de una chica que parecía más perdida que yo, algo difícil deimaginar, con nuestras piernas rozándose y aún sin decidir enqué parada bajar, porque estaba improvisando, como siempre.
—Me pone nerviosa no saber adónde vamos.
—Bajamos dentro de dos paradas —decidí sonriéndole.
A mí me ponía nervioso ella. De arriba abajo. Desde sus piesmetidos en esas Converse rojas hasta su cabello castaño recogidoen una coleta mal hecha. Quizá porque aún no le había colocadoencima ninguna etiqueta. Ginger. Así se llamaba, me repetí mentalmente. Y era una chica que estaba totalmente en blanco para mí.Supongo que porque parecía querer tenerlo todo bajo control,pero se había subido hacía unas horas a un avión sin pensárselo.¿Qué lógica tenía eso? Ninguna. Tampoco la sacudida inesperadaque había notado al verla maldiciendo delante de la máquina delos billetes. Tan bajita. Tan graciosa. Tan enfadada... Me recordó auno de esos dibujos animados de los programas infantiles.—¿De dónde eres exactamente? —pregunté, porque eraevidente que era inglesa, pero no sabía ubicar por su acento dequé zona. Tenía una voz suave, casi susurrante.
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nosotros en la luna
Romansauna noche en parís. dos caminos entrelazándose. cuando Rhys y Ginger se conocen en las calles de la ciudad de la luz, no imaginan que sus vidas se unirán para siempre, a pesar de la distancia y de que no puedan ser más diferentes. ella vive en Londr...