Misión vinilo, destino Flor

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Caminaban despacio, como si el tiempo se hubiese olvidado de avanzar. Las calles estaban llenas de vida: risas de niños jugando, el aroma de los puestos de comida que llenaba el aire y el murmullo constante de la ciudad. Pero para ellos, todo eso era un telón de fondo, un ruido lejano que no podía entrar en su micromundo.

Nico cada tanto la miraba de reojo. Sus pies caminaban en sincronía sin que se dieran cuenta, y el mundo parecía correrse para dejarlos en su propio espacio. Cada tanto, sus hombros se rozaban y ambos se sentían como dos adolescentes, histeriqueando y sin querer hacerse cargo de nada.

Flor sentía que había tomado la decisión correcta al detenerse en ese rincón lleno de colores y flores, casi como si fuera un capítulo de Floricienta. Sin embargo, notó que Nico observaba los puestos con cierta cautela.

—¿Qué mirás tanto? -preguntó ella con una sonrisa.

—Estoy viendo si alguno tiene pinta de ser decente. No me quiero arriesgar. -Nico señaló un food truck que ofrecía hamburguesas.

Flor puso los ojos en blanco y soltó una carcajada.
—Por favor, Occhiato, estamos hablando de hamburguesas, ¿qué podría salir mal?

—No me mires así, a veces uno se cruza con lugares donde te prometen "una experiencia culinaria única" y terminás comiendo algo raro que no sabés si es carne o qué.— respondió levantando las cejas, fingiendo seriedad.

Flor se llevó la mano al pecho, simulando indignación.
—¿Vos dudás de mí? Porque si algo sé en esta vida es elegir comida. Te aseguro que este lugar no falla.

Nico sonrió y relajó su rostro, dándole la razón sin palabras.

—Bueno, dale. Pero si no es la mejor hamburguesa que comí, te lo voy a recordar toda la semana.

Cuando por fín encontraron un food truck, Flor se detuvo de golpe y miró la carta con ojos curiosos. Nico, en cambio, se quedó un paso atrás, observándola. Había algo en su entusiasmo, en la forma en que señalaba las opciones como si eligiera el menú más importante del mundo, que le hacía imposible mirar a otro lado.

—¿Te decidís o nos vamos a pasar la tarde acá? -bromeó.

Flor giró sobre sus talones con cara divertida, como si elegir menús fuera su juego favorito en el mundo.
-Tranqui, esto requiere estrategia. Y además... ¿qué apuro tenés?

Flor se dió la vuelta y volvió a concentrarse en el menú.

"Podría quedarme acá todo el día", pensó Nico sin decirlo en voz alta.
Y ahí estaban otra vez, ese micromundo que creaban entre los dos, donde ni el tiempo ni el resto del mundo parecían importar.

Después de un gran estudio del mercado y de plantear diversas estrategias, como si esto fuera una verdadera competencia, Flor decidió quedarse en ese food truck pintado con muchos colores sin sentido alguno y con plantas por donde lo mires.

—Quedate tranquilo, me la juego. Dos completas con panceta y extra queso, y unas papas con cheddar. Confiá.

Nico la dejó encargarse del pedido mientras se sentaba en una de las mesas cercanas.

Flor esperaba en el food truck a qué estén listas las hamburguesas y él se quedó observándola con una mezcla de fascinación y desconcierto. La veía gesticular con el encargado del puesto, probablemente haciendo algún comentario gracioso que sacaba una sonrisa al tipo detrás del mostrador.

Nico respiró hondo, "¿Qué me pasa con esta piba?", pensó, cruzando los brazos. No era la primera vez que la miraba así, pero últimamente parecía que no podía dejar de hacerlo. Tenía algo tan magnético en su forma de ser, como si el ya no lo supiera, pero cada vez se sorprendía más. Era como si ella tuviera un mapa para disfrutarlo todo, mientras él siempre estaba atrapado en su propio cronograma perfecto.

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