La luz tenue de la lámpara sobre la mesa de noche iluminaba con suavidad una de las tantas habitaciones de la clínica, un lugar que no invitaba al descanso ni al sueño. Diana estaba tendida en la cama, con los ojos fijos en el techo, contando las horas que parecían no transcurrir. La fatiga de la enfermedad había calado hondo en su cuerpo, pero su mente aún seguía despierta, corriendo en círculos, aferrada a pensamientos que no podía controlar. En su cabeza, había imágenes de días pasados, de una vida que parecía quedar cada vez más lejana a medida que el tiempo avanzaba.
¿Cómo es que pudo descuidar su salud de aquella forma? ¿Cómo pudo ser tan inconsciente?.
Esa realidad estaba alejada porque ya no deseaba volver a descuidarse de esa forma. Había entendido esos días que la salud estaba primero que nada, que su vida valía más que cualquier puesto.
A lo lejos, se oían los murmullos de la clínica: el sonido de pasos apresurados, el zumbido de las máquinas, las voces de los otros pacientes y médicos, pero en esa habitación, solo reinaba el silencio interrumpido por sus respiraciones entrecortadas.
Jungkook había pasado toda la tarde revisando sus turnos, asistiendo a otros pacientes, pero no podía dejar de pensar en la paciente que se habia ganado su confianza. Desde que llegó a la clínica, había algo en ella que lo inquietaba, algo más allá de su diagnóstico, algo que no podía identificar con palabras. Sus ojos, la manera en que observaba el mundo con una mezcla de esperanza y desesperación, lo mantenían anclado a su lado.
Esa noche, a pesar de estar de guardia, decidió escaparse por unos minutos. Se deslizó en la penumbra del pasillo y entró en la habitación con paso silencioso, como si la oscuridad que los rodeaba fuera la excusa perfecta para que ambos se encontraran en esa quietud compartida. La puerta se cerró suavemente detrás de él, y un suspiro inaudible escapó de sus labios.
-¿No puedes dormir? -preguntó Jungkook con voz suave, acercándose a la cama.
Diana lo miró, como si no se hubiera dado cuenta de que él estaba allí hasta que escuchó su voz. Sonrió levemente, una sonrisa triste, resignada.
-No, no puedo -respondió ella, girándose para mirarlo con esos ojos tan cansados, pero que, al mismo tiempo, reflejaban algo cálido, algo que hacía que él no quisiera irse.
Jungkook dejó su bata sobre la silla y se sentó al borde de la cama, observando a la joven con más detenimiento. La clínica, aunque moderna, siempre tenía algo de impersonal. El color blanco de las paredes, las sábanas limpias, el brillo metálico de los instrumentos... todo parecía estar hecho para la sanación, pero la atmósfera carecía de lo más importante: humanidad. Y en ella, Diana, había algo profundamente humano que lo llamaba.
-¿Te molesta si me quedo un rato? -preguntó, aunque no lo necesitaba. No había reglas que dijeran que no podía estar ahí, con ella. Sin embargo, una pequeña parte de él se sentía culpable por apartarse de su deber, por robarle ese momento a sus pacientes.
Además si el deber llamaba podía regresar de nuevo una vez que terminara.
Diana negó con la cabeza. El gesto fue tan pequeño, tan frágil, que hizo que Jungkook sintiera la necesidad de protegerla, aunque solo fuera por esa noche.
-No... no me molesta -dijo, con una leve sonrisa que se desvaneció casi al instante, como si sus fuerzas para mantener esa fachada se agotaran rápidamente. -Me siento sola... aunque esté rodeada de gente.
Jungkook sintió un nudo en el pecho. Se quedó en silencio un momento, buscando las palabras adecuadas, esas que no vinieran del protocolo médico, sino de algo más sincero, más profundo.
-A veces, las personas no logran mirar lo que pasa a su alrededor, Señorita Gil, creo que puedes confirmarlo por experiencia propia. Están tan ocupados con lo que tienen que hacer que se olvidan de escuchar. Pero yo... -se interrumpió un momento, mientras pensaba en cómo podía decirle lo que sentía sin parecer un médico distante. -Yo no me voy a ir. No esta noche.
Diana lo miró, sorprendida por la intensidad de su mirada. Algo en sus palabras hizo que la barrera que había construido a lo largo de su estancia en la clínica comenzara a desmoronarse. Sentía que sus pensamientos se enredaban entre sí, que su corazón palpitaba más rápido de lo habitual, pero no podía evitarlo. Algo en él la hacía sentirse... menos sola. Él parecía ser un buen amigo.
Jungkook observó la ligera incomodidad en su rostro y, para aliviarla, cambió de tema.
-¿Qué pensaste al llegar aquí? -preguntó en un tono más ligero, como si intentara alejar el peso de la conversación de lo serio y lo sombrío.
La mexicana suspiró, y sus ojos brillaron con un destello de humor apagado.
-Pensé que sería otro día más de dolor y cansancio, luego acabé aquí y realmente estaba muy asustada-respondió con una sonrisa cansada. -Pero luego gracias a ti, a diferencia de otros médicos, me hiciste sentir tranquila. Y si te contara de cómo son el los hospitales públicos de donde vengo.
Mientras la castaña soltaba una risa al pensar en ello con un toque de nostalgia, Jungkook se sorprendió por sus palabras, y en el breve silencio que siguió, solo se escuchaba el sonido rítmico de la máquina que monitoreaba su respiración. Se inclinó un poco hacia ella, consciente de la cercanía, pero no importaba. En ese instante, el mundo fuera de la habitación no existía.
-Me siento cómodo contigo aquí -admitió, sin pensarlo demasiado, pero con una verdad que se desprendía de su tono. -Una comodidad que no sabía que necesitaba.
El silencio que siguió fue pesado, pero cómodo. Como si ambos hubieran encontrado una especie de refugio en el otro, aunque solo fuera por esa noche.
-Usualmente los pacientes suelen ser muy groseros por acá, muy antipáticos, gruñones, mandones...Tú desbordas amabilidad y calidez, no sabes cuánto agradezco eso.
Ella sólo pudo soltar una risita mientras se encogía de hombros orgullosa.
-¿Qué te puedo decir? Los latinos somos un encanto.
-¡Oh, cállate!.
Entre risas los minutos se alargaron y, a pesar de los recuerdos, los dolores y las preocupaciones, por fin Diana se sintió capaz de cerrar los ojos. Su respiración comenzó a hacerse más lenta, más profunda. Jungkook permaneció a su lado, sin prisa, dejándola descansar, pero sabiendo que, aunque la noche se desvelara, él no se iría.
Se levantó en silencio después de un rato, sintiendo el peso de la guardia que lo esperaba afuera. Miró una vez más a Diana, cuya cara ahora reflejaba una paz momentánea, y salió de la habitación con la promesa silenciosa de regresar, aunque fuera solo por unos minutos más.
Lo que dijo fue cierto, usualmente las personas olvidaban lo que era tratar a los demás con amabilidad, olvidaban que todos necesitan unos de otros.
Todos olvidaban lo que era la humildad en este mundo, en esta vida tan corta y frágil.
Pero esa castaña de ojos grandes color miel lo hacía recordar esos valores incluso si él mismo en ocasiones no los recordara. Y estaba tan agradecido con ella por eso.
Cada conversación entre ellos era una confirmación de cómo esa diferencia de culturas no influían ni un poco en poder ser amigos. Incluso le parecía adorable el coreano de la chica, pero jamás lo diría en voz alta o ella se burlaría de él. El sólo pensamiento le sacó un risita al ya reconocer algunas actitudes y gestos de la castaña.
Se sentían tan cómodos uno con el otro.
Quizá no pudieran cambiar el destino, pero en esos pequeños momentos robados a la noche, los dos habían encontrado algo que valía la pena proteger. Algo que los mantenía a ambos despiertos, a pesar de todo.
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HEARTBEAT
FanficJungkook siempre había entendido la medicina como una ciencia, una disciplina de lógica y razón. Cada diagnóstico, cada tratamiento, seguía un protocolo preciso, un camino claro que conducía a la sanación. Pero cuando conoció a Diana, una paciente q...