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Regresé de la universidad cubierta en sudor, cada vez hacía más calor y era insoportable estar dentro de las clases porque el aire acondicionado dejaba de funcionar cuando le apetecía. Estaba cansada, llevaba en una bolsa de papel lo necesario para hacer pasta con pesto. Estaba segura de que a Marc también le gustarían, por lo que haría comida para los dos y así cuando él llegara podría comer directamente.
Entré en la casa y suspiré al notar como, por la orientación de la casa, el calor no era asfixiante. Además, el aroma que siempre se pegaba a la ropa de él invadía cada pequeña estancia, a lo que sonreí. Era una de las cosas que más me gustaba de vivir juntos, poder notarlo hasta cuando estaba fuera.
Dejé la bolsa de la universidad en una silla y la compra en la isla de la cocina, para después comenzar a guardar las cosas en la nevera mientras ponía el agua a hervir. Había comprado un par de Ladrones de Manzana y era importante que estuvieran fríos para beberlos. Cuando tiré a abrir de la nevera vi una nota pegada en ella, algo que me hizo levantar una de mis cejas. La leí, sabiendo que se trataba de Marc.
«Se me ha muerto el móvil. Hoy no como en casa, tengo cosas en la uni y se me pasó avisarte. No me hagas comida. Lo compensaré para cenar, peligrosa».
Suspiré, soltando una maldición mientras el aire se me escapa de los pulmones. Me hacía ilusión ver a Marc aquella tarde, pero parecía que aquello no podía ser. Pensé que sería mejor guardar las bebidas para la noche y me dispuse a hacer la salsa, terminando mi comida cuando ya era algo tarde. Para cuando terminé me fui directa a mi habitación.
En aquellos últimos momentos del curso tenía más trabajo que nunca, el final de clases seguía apretando y a mí me quedaba dar los puntos finales a algunos de los trabajos individuales. No había podido avanzarlos antes, ya que mis profesores nos habían explicado su realización hacía apenas un par de clases. Además, tenía todos los exámenes bastante seguidos y en poco tiempo, por lo que también debía prepararme muy bien si no deseaba suspender. Adelanté todo lo que pude, concentrada, yendo a la cocina a por un café. Me sentía agotada mentalmente, así que cerré el portátil cuando dieron las seis de la tarde y me levanté de mi silla. Estiré mis brazos, perezosa, agarrando el teléfono y viendo que tenía unos cuantos mensajes de Laia preguntándome cómo iba mi convivencia con Marc. Mi mejor amiga, aunque estuviera a distancia, siempre estaba pendiente de mí. Además, me había pasado una foto antigua preciosa, donde salíamos ella, Alma y yo sentadas en el porche de mi casa en Chelva. Me comentó que la había encontrado en su portátil, dentro de una carpeta.
Yo sabía en ese mismo momento que no debería hacer lo que estaba a punto de hacer, pero me hice oídos sordos. Entré en mi galería, cogí esa foto y la metí en la carpeta oculta que tenía dentro de mi móvil, nombrada "Alma, corazón y vida". Con dedos temblorosos entré en ese álbum, mencionado así en honor a la canción, una que Alma amaba con locura. Mi madre adoraba ese grupo de músicos y era una de las canciones con las que mi hermana se obsesionó. Con añoranza, recordaba cuando éramos pequeñas (antes del diagnóstico de Alma). Nuestra madre solía poner música durante todo el día en casa, en nuestra vida existía la banda sonora constante. Mi hermana adoraba que en la canción de Los Panchos se mencionara su nombre, nunca confesó el porqué. Recordaba que con ocho años Alma no paraba de ponerla todo el día, sin parar, hasta que ralló el CD y nuestra señora progenitora tuvo que comprarlo de nuevo. Alma tenía un gran hobbie de conseguir cualquier objeto donde estuviera escrito su nombre, creo que esa canción había sido una de sus posesiones no materiales.
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¿Guardamos un secreto?
Romance¿Qué harías si descubres a tu crush acostándose con tu compañera de piso? Vega dejó su pueblo atrás para poder estudiar en Valencia y encontró un hogar después de una búsqueda complicada. Cambió su cabello, su ropa, su forma de ser... y fue ella mis...