Capitulo 3: Conocerte.

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Lucifer llegó corriendo a casa, sus pasos resonando contra el asfalto mientras el sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras. La brisa suave acariciaba su rostro, pero no podía sentirla del todo; había una pesadez en su pecho que no se desvanecía. Sin detenerse a pensar, se dirigió directamente al patio trasero, su refugio, donde tantas memorias de su pequeña hija, Charlie, habían sido creadas.

Al abrir la puerta del patio, una visión lo detuvo en seco. Allí estaba ella, danzando con gracia en su vestido de aquella fatídica noche, un pequeño remolino de tela que giraba a su alrededor como si estuviera hecha de luz. Su risa resonaba en el aire como música, y Lucifer sintió que su corazón se encogía al verla. Era como si el tiempo se hubiera detenido; la tristeza y la culpa que lo acompañaban se desvanecieron por un instante.

Charlie lo vio y corrió hacia él, sus ojos brillantes llenos de alegría. Lucifer sonrió, aunque una sombra de dolor se cernía sobre él. La abrazó con fuerza, esperando sentir la suavidad de su cabello y la fragancia de su loción favorita, sin embargo nada, no hubo nada. Al instante, un vacío lo invadió; no podía sentir el calor de su cuerpo, ni la suavidad de su piel. Era un abrazo etéreo, un recuerdo de lo que había sido y ya no era.

“¡Papá!” Exclamó Charlie, su voz llena de vida. “¡Mira cómo bailo!”

Lucifer se agachó para estar a su altura y la observó girar, riendo mientras sus pies pequeños pisaban el césped con alegría. La imagen era perfecta; un momento congelado en el tiempo que deseaba poder sostener para siempre. Se unió a ella en el juego, moviéndose torpemente mientras ella le enseñaba pasos de baile que había aprendido. La risa de Charlie llenaba el espacio, y por un breve instante, Lucifer se dejó llevar por la ilusión.

“¡Así no, papá!” Le decía entre risas. “Tienes que mover los pies así... ¡y luego así!”

Se reían juntos mientras Lucifer intentaba seguir el ritmo, sus movimientos torpes contrastando con la gracia natural de su hija. Pero en el fondo de su corazón, el remordimiento crecía como una sombra. Sabía que esos momentos eran efímeros y que cada risa traía consigo una punzada de dolor.

De repente, mientras giraban en un último movimiento, Lucifer se detuvo y miró a Charlie con seriedad.

“Eva preparó una salida esta noche.” Dijo, intentando mantener la voz ligera. “¿No te molesta, verdad?”

Charlie se detuvo en seco, sus ojos brillantes parpadeando con confusión. Se puso de pie lentamente, como si las palabras de Lucifer le hubieran hecho perder el equilibrio.

“¿Quieres... irte?” Preguntó con un hilo de voz.

Lucifer sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Rápidamente negó con la cabeza, su corazón latiendo con fuerza.

“No, no, Charlie. Eso no va a pasar.” Respondió con firmeza. “Nunca te dejaré.”

Pero la tensión en el rostro de su hija no desapareció. Ella permaneció allí, quieta y vulnerable, como si cada palabra estuviera pesando sobre sus pequeños hombros.

“¿Comenzarás a vivir sin mí?” Preguntó con tristeza.

La culpa lo golpeó como una ola abrumadora. No podía soportar la idea de que ella pensara eso.

“No, jamás pasará eso.” Dijo con urgencia. “Eres mi todo, Charlie. Siempre estarás conmigo.”

Ella lo miró fijamente, buscando sinceridad en sus ojos. Finalmente, pareció aceptar sus palabras aunque todavía había una sombra de duda en su expresión. Con un gesto lento y resignado, levantó la mano y le sonrió débilmente.

Más allá del cielo -RadioApple, AppleRadio-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora