El gruñido de Egbert removió el estómago de Megan, sujetada por Kurt Fothen luchaba por escaparse de sus brazos y golpear a Boris Diller .
El pelo negro, normalmente despeinado de su amigo estaba en el puño del chico.
A las afueras de las juventudes, Boris le había declarado la guerra a Egbert tras haberse saltado tres clases y en la cuarta apareció con un traje lleno de barro, si no fuera poco,Boris, le gustaba Megan y ser un chico alto, rubio y con unos ojazos azules por supuesto le daba puntos a su favor, en aquél tiempo era el perfecto Alemán, pero para la chica un completo idiota.
El puño de Egbert golpeó fuertemente su mejilla haciéndose valer delante de Megan.Los motivos de pelea por parte de Egbert eran mínimos, por cierta parte por la chica -que había bailado con él a escondidas en una vieja habitación, a la que su padre de adopción había salvado de un bombardeo al suyo, sin pedir nada a cambio y a la que también, como si no fuera poco, la vida había golpeado por la espalda rastreramente, sin pudor, y sin apenas un segundo de aliento, se había levantado, con orgullo, con vida.-Y por la otra parte era él mismo.
El chillido de Megan le aturdió más que el golpe que había recibido en el estómago. Se mordió el labio aguantando el dolor.
Los brazos de Kurt dolían mientras que la chica los arañaba desesperadamente, pero por más que lo hiciera no la iba a soltar.
Boris le golpeó con todas sus fuerzas en las costillas, para que ambos entendieran que el mandaba ahí y se levantó triunfante. Su mirada, fría y cristalina miró a Megan con superioridad.
-Los cerdos deberían estar durmiendo. -Pasó por su lado.
Y con todo el asco que pudo echar en la limpia y bonita cara de Boris le escupió con maldad, una maldad que no era propia de ella.
-Tú sigues despierto.
Se llevó un golpe en la cara,no lloró, ni se quejó, tan sólo se dedicó a mirarle. Megan se dio cuenta de que cada vez que la golpeaba alguien, siempre estaba Egbert para verlo y siendo tan estupido como para defenderla llevándose la paliza él también.
Kurt empujó a la chica al suelo con brutalidad. Masculló unas maldiciones y corrió hacía su amigo, que tenía el ojo tan hinchado como un globo lila.
-Eres demasiado bruta.-Le ofreció la mano para que se levantara.
-Sólo decía la verdad. -Se limpió el vestido.
Pasó sus dedos por la castaña mata de pelo recogida en una, ahora, desarmada trenza.Se había echo una herida en la rodilla, la sangre manchaba su calcetín medio blanco.
-Pero mira que huevos tienen para golpearte. -Sacó su pañuelo, sucio. Megan hizo una mueca al notar la mano de Egbert en su pierna desnuda. Le lío la herida y sin pararse a mirarla a la cara, nervioso, pasó su brazo por sus costados suavemente, para que se apoyara en él y comenzaron a andar hacia la casa de los
Selander.