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La mansión de Andrómeda se alzaba imponente en el horizonte, sus muros de piedra antigua resguardando secretos y ecos de generaciones pasadas. En su interior, un aire de tensión impregnaba cada rincón. En el salón, Narcisa y Draco se encontraban, la luz tenue de las velas proyectando sombras danzantes sobre las paredes adornadas con retratos de los antiguos . La expresión de Narcisa era grave, su preocupación reflejada en cada línea de su rostro.

—Draco, tienes que hablar con tu padre —insistió Narcisa, su voz suave pero firme, como un río que fluye con determinación.

Draco se cruzó de brazos, su mirada oscura y llena de rencor.

—¿Y qué le diré, madre? ¿Que estoy molesto porque te fue fiel a ti mi con Sombra Rosier? —su tono era ácido, cargado de desdén.- que desde casi 1 año desde que no lo veo..

Narcisa dio un paso hacia él, su voz temblando un poco.

—Lucius está enfermo, y con el nacimiento de tu hijo a la vista, quizás sea el momento de dejar las viejas rencillas atrás.

Draco se apartó, caminando por el salón con pasos pesados, su frustración palpable. El eco de sus pasos resonaba en el silencio, como un recordatorio de todas las decisiones que había tomado.

—Falta poco para el nacimiento de mi hijo con mi novia. No tengo tiempo para lidiar con él —murmuró, su voz apenas un susurro.

Narcisa se acercó, colocando una mano en su hombro, apretándolo suavemente.

—Draco, tal vez esta sea la última vez que lo veas. No quiero que te arrepientas.

—¡No quiero hablar con él! —exclamó furioso, el fuego de la ira ardiendo en su pecho—. No puedo.

En ese momento, Hermione entró en la habitación, su figura serena iluminando el ambiente con una luz casi etérea.

—Dragon, por favor, escúchame —dijo con voz suave, sus ojos fijos en él—. Tienes que ir. Es importante.

Draco la miró, la confusión reflejada en su rostro.

—¿Por qué? ¿Para qué? ¿Para escuchar sus excusas?

Hermione se acercó, tomando su mano con fuerza, transmitiéndole su calma.

—Porque es tu padre, y esta podría ser tu última oportunidad. No quiero que te arrepientas, como dice tu madre.

Draco sintió un nudo en el estómago. El deseo de ser un buen padre para su hijo y el rencor hacia su padre se entrelazaban en su mente.

—Está bien —dijo finalmente, su voz un susurro—. Iré. Pero no prometo nada.

La escena se desvaneció y se transformó en la mansión Malfoy, fría y austera, que lo recibió con un aire de desolación. Al llegar al salón, se encontró con Sombra, quien sostenía a su hermana, una niña de pocos meses, en brazos. Con un gesto decidido, Draco se acercó, sintiendo el calor y la fragilidad de la pequeña.

—¿Puedo cargarla? —preguntó, su voz suavizándose al ver la inocencia en el rostro de la bebé.

Sombra le pasó a la niña, y Draco la sostuvo con ternura, observando sus pequeños dedos y la forma en que su cabello rubio brillaba a la luz. En ese momento, el odio y el rencor parecieron desvanecerse, reemplazados por una conexión sincera y pura. Después de un instante, miró a Sombra.

—Es hermosa —dijo, devolviendo a la niña a su madre con cuidado.

—Gracias, Draco. Ella te necesita, como todos nosotros —respondió Sombra, sus ojos llenos de comprensión.

 Sombras De La Sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora