22

20 1 0
                                    

La mansión Malfoy estaba sumida en un silencio casi sobrenatural. El eco de los pasos de Draco resonaba por los pasillos mientras recorría la casa que ahora parecía ajena, vacía sin la presencia imponente de su padre. Había pasado un mes desde la muerte de Lucius, y aunque el luto había comenzado a disiparse en apariencia, una sensación de incompletitud persistía como un fantasma. 

Hermione y su hijo permanecían en la mansión de Andrómeda bajo estricta vigilancia, mientras Draco dividía su tiempo entre investigar la verdadera naturaleza del pacto de sangre y mantener en pie el legado de su familia. Pero la verdad se escondía en las sombras, y cuanto más se acercaba a ella, más sentía que el peso del pasado lo aplastaría. 

Una noche, Draco se reunió con Blaise, Theodore y Pansy en la biblioteca de la mansión Malfoy. Hermione había insistido en acompañarlo, a pesar de su reciente parto. Había algo en el aire, una urgencia que no podía ignorar. 

—¿Qué has descubierto? —preguntó Draco, mientras Hermione tomaba asiento a su lado, con el bebé dormido en sus brazos. 

Blaise abrió un libro antiguo y desgastado, sus páginas llenas de símbolos arcanos. 

—El pacto de sangre que unió a las familias Malfoy y Parkinson no era un simple acuerdo entre magos poderosos —comenzó, su tono grave—. Fue firmado bajo la supervisión de un espíritu antiguo, una entidad conocida como *El Guardián* 

Hermione frunció el ceño, su mente trabajando rápidamente. 

—¿Qué significa eso? 

—Significa que el pacto no solo vinculaba a nuestras familias —respondió Pansy, su rostro pálido—. Sino que exigía un equilibrio perfecto. La sangre debía ser derramada, pero también renovada. 

Draco apretó los puños. 

—¿Por qué nadie habló de esto antes? 

—Porque nadie vivo sabía la verdad completa —intervino Theodore, señalando una anotación en el libro—. Solo los patriarcas originales, los que firmaron el pacto, entendían las consecuencias. Y ahora que Lucius está muerto, el balance se ha restaurado… temporalmente. 

Hermione se inclinó hacia adelante, su voz llena de urgencia. 

—Entonces, si el ciclo se rompió, ¿por qué seguimos sintiendo esta… sombra? 

Blaise cerró el libro con un golpe seco. 

—Porque el pacto no se rompió. Solo cambió de forma. 

El silencio que siguió fue ensordecedor. Hermione miró a Draco, sus ojos reflejando la misma mezcla de temor y determinación. 

—¿Qué podemos hacer? —preguntó ella, abrazando a su hijo con más fuerza. 

—Debemos invocar al Guardián —respondió Blaise, su voz apenas un susurro—. Es la única forma de obtener respuestas. 

La noche siguiente, el grupo se reunió en un claro del bosque prohibido, un lugar donde la magia antigua todavía fluía con fuerza. Hermione había insistido en estar presente, dejando al bebé al cuidado de Andrómeda y narcissa. Draco había intentado convencerla de quedarse atrás, pero su determinación era inquebrantable. 

—Si esto tiene que ver con mi familia, tengo tanto derecho como tú a estar aquí —le había dicho. 

La luna llena bañaba el claro con una luz pálida mientras Blaise recitaba el encantamiento, un hechizo que resonaba con un poder arcaico. Las runas que habían dibujado en el suelo comenzaron a brillar con un tono rojizo, y el aire se llenó de un frío penetrante. 

 Sombras De La Sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora