Los días se alargaban en el Thousand Sunny, el barco que había sido la casa de los Sombreros de Paja, ahora reducido a una nave solitaria que surcaba el mar bajo el liderazgo de un único hombre: Monkey D. Luffy. La ausencia de su tripulación lo había dejado marcado. Aunque su determinación seguía intacta, la constante sensación de soledad lo rodeaba, como una nube oscura que no se despejaba. Sin embargo, algo en su corazón le decía que el destino aún no había terminado con él, y que lo peor estaba por llegar.
Luffy continuaba su búsqueda de venganza, persiguiendo la justicia de una forma casi desesperada. Pero no sabía que detrás de él, como una sombra que lo seguía, había un enemigo mucho más cercano de lo que pensaba. Koby, el hombre que había manipulado todo, que había sido responsable de la caída de sus amigos, observaba sus cada movimiento con la calma que solo él podía poseer.
Durante diez largos meses, Koby había vigilado desde las sombras. Había aprendido todo lo que había que saber sobre Luffy: sus costumbres, sus fortalezas, y sus debilidades. Había perfeccionado el arte de la observación, asegurándose de mantenerse invisible ante los ojos del último de los Sombreros de Paja. Sabía que el capitán del Thousand Sunny era impredecible, pero también sabía que había algo en él que lo hacía vulnerable.
Luffy, confiado por su propio poder y por la libertad de no tener que preocuparse por sus compañeros caídos, no sospechaba que alguien lo estaba observando. Había días en los que el capitán se encontraba mirando al horizonte, como si pudiera ver más allá del mar y los recuerdos, buscando una respuesta, un propósito en su vida después de la pérdida. A veces, parecía hablar con sus amigos muertos, como si su presencia aún estuviera a su lado. Pero Koby nunca dejaba de estar ahí, siempre a una distancia prudente, siempre observando.
Cada noche, Koby se aseguraba de que Luffy estuviera completamente solo, sin ningún tipo de distracción. Las noches de vigilia se convertían en una rutina para el ex marine, quien había aprendido a moverse entre las sombras, utilizando su entrenamiento para acercarse sin ser detectado. Durante esos meses, había aprendido a escuchar los más pequeños de los movimientos de Luffy, sabiendo qué hacía en cada momento, qué lo mantenía en pie, y qué lo desmoronaba.
A veces, Koby se encontraba observando a Luffy desde la distancia, sin hacer un solo movimiento. Había algo fascinante en el capitán de los Sombreros de Paja. A pesar de su determinación, Luffy no dejaba de ser un hombre marcado por la tragedia, buscando una forma de llenar el vacío dejado por la muerte de sus compañeros. Koby no podía evitar una sensación de indiferencia ante el dolor de Luffy. Para él, Luffy solo era un obstáculo que debía ser eliminado para completar su misión, una misión que había sido cuidadosamente diseñada durante todo este tiempo.
Los meses pasaron y Koby fue perfeccionando su plan, conociendo más y más sobre Luffy, identificando sus momentos de debilidad. Sabía que el último paso sería el más difícil, pero también el más satisfactorio.
Luffy, a pesar de su fortaleza, estaba solo. Había perdido a su tripulación y, en su mente, no podía dejar de pensar en ellos. En cada rincón del barco, en cada silencio largo, la ausencia de sus amigos resonaba. Era una batalla interna constante, una guerra de recuerdos y venganza, que lo empujaba a seguir adelante. Sin embargo, al igual que antes, Koby no mostró piedad alguna.
Durante esos diez meses, la vigilancia se había vuelto más intensa. Koby se mantenía en las sombras, nunca dejando que Luffy se enterara de su presencia. Cada conversación, cada gesto, cada acción de Luffy era cuidadosamente registrada y analizada. Koby sabía que, tarde o temprano, la oportunidad perfecta se presentaría.
Y mientras Koby observaba a Luffy desde la oscuridad, el capitán seguía adelante, sin saber que la sombra de su enemigo estaba más cerca de lo que jamás podría imaginar.
El vasto océano brillaba bajo el resplandor del sol poniente, pero a bordo de la gran fortaleza naval, la Marina Headquarters, el ambiente era sombrío, opresivo. La última fase del plan de Koby había culminado en la eliminación del último de los Sombreros de Paja, y ahora, en las oficinas más altas del cuartel general de la Marina, se encontraba ante el más grande de los reconocimientos: el ascenso a Almirante de la Flota.
Había pasado meses desde la desaparición de Luffy, el capitán de los Sombreros de Paja. El océano ya no resonaba con sus risas ni con los ideales de libertad que ese joven, en sus mejores momentos, había representado. La justicia estaba finalmente restaurada, o eso pensaban aquellos en los altos mandos de la Marina. En sus ojos, Koby ya no era el joven que había formado parte de la tripulación de los piratas, ni siquiera el soldado que había ascendido en sus filas. Ahora, era una figura imponente que se había ganado su lugar al final de una guerra que él mismo había forjado.
El salón donde Koby fue recibido estaba iluminado por grandes vitrinas y trofeos que conmemoraban los momentos de gloria de la Marina. En su lugar, Koby se mantenía erguido, sin expresión alguna, observando a los altos mandos que lo miraban con admiración y respeto. La habitación, antes llena de ruido y charlas, ahora parecía más un espacio de reverencia. En el centro, una silla vacía representaba el puesto que Koby había logrado obtener.
Un silencio pesado recorrió la sala. Finalmente, uno de los almirantes, con voz solemne, rompió el silencio.
— Koby... es un honor otorgarte el título de Almirante de la Flota. Has logrado lo que muchos creían imposible, y con ello, has demostrado tu lealtad a la Marina y a la justicia que representamos.
Koby, con su rostro impasible, no respondió de inmediato. Su mirada permaneció fija en el horizonte, como si pensara que el mar, más allá de todo lo que había hecho, le pertenecía ahora más que nunca. Había superado sus propios límites, había sido implacable, y todo lo que había quedado a su paso era un rastro de muerte y poder.
Los aplausos resonaron en la sala, pero el eco solo llegó a sus oídos como un susurro distante. Ya no había emoción en su ser, solo una sombra de lo que había sido. Con una calma absoluta, Koby se levantó y tomó su lugar en la silla del Almirante de la Flota.
De repente, la cámara comenzó a alejarse, y el cambio fue casi palpable. Desde lo alto, la imagen de Koby se erguía como una figura imponente, con su nuevo uniforme de Almirante de la Flota, sin emociones en su rostro. En su mano, sostenía con firmeza un objeto macabro: la cabeza de Sakazuki, el ex-Almirante de la Flota.
Era un símbolo de su victoria final, la culminación de su ambición. La cabeza de Sakazuki, el hombre que había sido una leyenda temida por muchos, ahora estaba a los pies de Koby. Una vez más, el joven que había sido considerado un simple soldado había logrado convertirse en la figura más poderosa en la jerarquía de la Marina. Su ascenso había sido silencioso, calculado y absolutamente devastador para todos aquellos que se habían interpuesto en su camino.
Mientras la cámara se alejaba aún más, dejando atrás la imponente figura de Koby en su silla, se podía ver cómo el último rayo de luz del día iluminaba su rostro. Ya no había vuelta atrás. Él había sido el que había reescrito el destino de la Marina, el que había acabado con aquellos que representaban una amenaza para la estabilidad y el orden del mundo.
Koby se había convertido en el Almirante de la Flota, la nueva cara del poder, la justicia que él mismo había forjado. Y mientras las olas del mar seguían su curso, el mundo sabía que el nombre de Koby resonaría con el mismo poder que el de las leyendas más oscuras del mar.
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Las Crónicas Omni-Omni
ActionUna simple noche, un bocado de una fruta de apariencia inocente y una repentina oleada de poder inimaginable: la vida de Koby cambia irrevocablemente cuando consume la Omni-Omni no Mi , una fruta que combina las habilidades de todas las frutas del d...