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Liam.

Salir de aquella torre de acero y cristal era lo que imaginaba que debía sentirse al salir de una corta temporada en prisión. Por fin pude respirar hondo y recordarme a mí mismo quién era realmente.

Escuchar a James y a los otros abogados hablar sin parar me había agotado más de lo que había dejado ver. Quizá fuera el estrés de estar fuera de mi zona de confort o la preocupación de que el acuerdo no se cerrara a tiempo para ser de mucha ayuda a mi madre, pero ahora que estaba fuera, en el aire fresco del invierno, me sentía vigorizado.

Además, estaba por suerte, solo otra vez. James había salido corriendo para reunirse con su novio, Richard, para una reunión después del trabajo en la oficina, y sabía, por las largas horas de conversación con James, que Richard no era de los que se excusan fácilmente por llegar tarde. Menos mal. Tenía a un sexy desconocido al otro lado del teléfono con el que estaba deseando hablar de mi día.

Liam: ¡Soy libre!

Sólo pasaron unos instantes antes de que apareciera una respuesta.

Sexy Stranger: No te subestimes, niño. Tienes que valer al menos veinte dólares.

Me pregunté si mi ridícula sonrisa destacaba entre los serios hombres de negocios que se aglomeraban en las aceras a mi lado.

Liam: Cuéntame algo divertido. Me vendría bien reírme.

Sexy Stranger: ¿Tan mal te fue en tu presentación?

Liam: No realmente. Solamente fue todo serio y aburrido. Oh, y jodidamente incomodo en cierto momento, por lo que te tengo que culpar a ti. Tu mensaje de antes me puso duro. Tuve que esforzarme mucho para ocultarlo.

Sexy Stranger: ¿Estabas pensando en mí y en mis planes para ti esta noche? ¿Por eso estabas duro?

Sentí que mi polla volvía a agitarse y aceleré el paso, con la esperanza de mantenerme a raya al menos el tiempo suficiente para volver al hotel.

Liam: Sí.

Sexy Stranger: Bien. Eso es lo que me gusta oír.

Un calor se extendió por mi pecho ante la idea de haberlo complacido.

Liam: Me alegro de haber acabado con todo para poder mandar un mensaje finalmente

Sexy Stranger: ¿Estás de vuelta en tu habitación de hotel?

Miré a mi alrededor, a la bulliciosa multitud. Había optado por saltarme el taxi en favor de estirar las piernas.

Liam: No. Pero voy caminando para allá. ¿Me haces compañía?

Sexy Stranger: ¿Por qué me siento como si debiera estar regurgitando un limerick travieso ahora mismo como un bufón entrenado de algún tipo?

Resoplé suavemente mientras intentaba imaginar a mi hombre misterioso en unos pantalones con líneas de colores y una gorra con cascabeles.

Liam: Ya te imagino con el atuendo.

Sexy Stranger: ¿Y cómo, te ruego me digas, me veo yo?

Liam: Yo sí te entraría.

Sexy Stranger: Eres un tipo raro. ¿Tienes algún fetiche por los payasos del cual no estoy enterado?

Liam: Nah, pero aparentemente tengo un kink de sumisión de algún tipo.

Hubo un retraso, y empecé a sentir que el estómago se me retorcía de los nervios. Tal vez me había sobrepasado. O había interpretado mal la situación. Cuando vi los tres puntos, inhalé y contuve la respiración.

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