La vida de Harry Potter en la casa de sus tíos, los Dursley, era una existencia solitaria y desoladora. Desde pequeño, Harry había sentido el rechazo y la indiferencia de su familia adoptiva, que lo trataban como un huésped no deseado. Su tío Vernon, su tía Petunia y su primo Dudley parecían disfrutar de su miseria, como si su propia felicidad dependiera de la infelicidad de Harry.
Cada mañana, Harry se levantaba temprano para hacer el desayuno para todos, excepto para él mismo. Se movía con sigilo por la cocina, evitando cualquier ruido que pudiera molestar a sus tíos. Luego, se retiraba al armario que le servía de dormitorio, un espacio diminuto y sin ventanas, donde se sentaba a comer su desayuno completamente sólo.
La rutina diaria de Harry era monótona y sin alegría. Se pasaba la mayor parte del día solo, sin nada que hacer, salvo recibir las cartas y paquetes que llegaban a la casa. Su primo Dudley, por otro lado, asistía a una escuela privada, rodeado de amigos y profesores que lo adulaban.
La tía Petunia era la peor de todos. Su voz chillona y crítica era un constante recordatorio de la inferioridad de Harry. "Es tu culpa que tus padres te abandonaran y murieran", le decía, como si Harry fuera responsable de la tragedia que no conocía. Cada error, cada equivocación, era motivo para que la tía Petunia le recriminara y lo hiciera sentirse inútil.
Un día, mientras aprendía a cocinar, Harry se le cayó un vaso de vidrio. El ruido del vidrio rompiéndose en el suelo fue como una sentencia de muerte. La tía Petunia lo dejó sin comer durante todo el día, como castigo por su torpeza.
Pero Harry no se rendía. En las tardes, cuando la casa estaba vacía, se escabullía para ir a la biblioteca. Allí, entre los libros y los periódicos, encontraba un refugio temporal de su miseria. Leía todo lo que podía, desde historias de aventuras hasta artículos científicos. La televisión le aburría, pero los libros le ofrecían un mundo de posibilidades y escapismo.
La mujer que habitaba siempre en la biblioteca lo comenzó a esperar con galletas y un vaso de leche, recomendandole muchos tipos de libros para su entretenimiento.
Siempre encontraba una forma de hacerlo reir o que se distraiga de la mayoría de cosas. Antes de las siete de la tarde, regresaba a la vivienda y comenzaba a preparar la cena.
—Nos iremos de viaje — el menor levantó su mirada rápidamente al haber escuchado aquel comentario.
—¿Qué? ¿Dónde? — se apresuró a preguntar mientras observaba curiosamente a su tía.
—Tú no. Mi familia y yo nos iremos de viaje, tú quedarás a cargo de la casa — Harry trago su propia saliva con fuerza, eso significaría quedarse solo en aquella casa.
—Está bien...¿Cuánto tiempo? — su voz está ves había salido algo temblorosa ante esa idea, aunque la mayoría del tiempo estaba solo, esto era completamente diferente.
—Una o dos semanas. Es el cumpleaños de mi querido hijo — sonrió complaciente ante su propia mención.
Claramente al día siguiente a primera hora se fueron sin despedirse. Una mueca apareció en su rostro cuando notó que ya no estaban a su vista, cerró con seguro las puertas y ventanas, con algo de escalofríos en su cuerpo.
Abrió la heladera, notando que estaba algo vacía, era obvio que harían eso, preferirían que muriera de hambre y luego deshacerse de su cuerpo, enterrandolo en algún lugar.
Se fijó en un pequeño libro que yacía abajo de las sabanas donde dormía, lo abrió para sacar algo de dinero, salió de la casa para dirigirse hacía el mercado más cercano.
Al llegar simplemente se dirigió de un lado a otro, intentando no tener ningún tipo de conversación con las personas que lo observaban con bastante atención.
—¡Harry! — detuvo sus pasos para darse la vuelta y fijarse de quien se trataba, una sonrisa de formó en su rostro al notar a la mujer.
—¡Charlotte! — la peliblanca se acercó a él, con una pequeña cesta entre sus manos con algunas frutas adentro.
—¿Qué hacer aquí solo? — con curiosidad observó disimuladamente la bolsa completamente llena que llevaba consigo.
—Comprando..
—¿Tu tía no a podido venir? — notó como el más pequeño desviaba su vista hacía otro lado, sus ojos brillaron un poco ya que parecía estar aguantando las lágrimas.
—Está...ocupada...— su voz salió entrecortada al mencionar aquello.
—¿Quieres almorzar conmigo? Mis nietos me cancelaron a última hora — invitó la bibliotecaria mientras seguía manteniendo su sonrisa y notando el entusiasmo del contrario.
—¿Podría...?
—¡Claro, vamos! — empujó un poco para que el castaño comenzará a caminar.
Luego de caminar un poco, llegaron a una pequeña casa de una sola planta, color blanco y una puerta de madera, adentro se notaba los vidrios junto con las cortinas blancas.
Ingresaron a aquella casa, pidió permiso antes de entrar y ayudó a cocinar, aunque Charlotte le dijo varías veces que se quedara sentado.
Cuando comenzaron a comer hablando de diversos temas, la mujer habló sobre sus hijos y nietos y él no es que pudiera comentar algo interesante.
La noche comenzaba a llegar, antes de que las calles se hicieran más oscuras Harry se fue de allí, mintiendo claramente respecto a que lo estaban esperando.
Suspiró de manera agotada cuando llegó nuevamente a aquella casa, cerró todas las puertas con seguro, entró al pequeño armario donde dormía para después cerrar también esa puerta y recostarse entre las sábanas.
Cerca de las dos de la madrugada se despertó, había comenzado a escuchar extraños ruidos cerca de la puerta de entrada, llevó sus dos manos a su propia boca para no hacer ningún ruido. A los segundos golpes fuertes se escucharon, la puerta fue tirada repentinamente y pisadas resonaban en el pequeño pasillo.
—¡Harry Potter, se que estás aquí! — su cuerpo permaneció paralizado por el miedo repentino ¿Ningún vecino había escuchado todo aquel escándalo?, comenzaría a rezar para que todo fuera una pesadilla.
Las pisadas resonaron por las escaleras, seguía intentando mantenerse en silencio, se quedó en un rincón vacío del armario, intentando mantenerse tranquilo, luego sintió demasiado silencio, se fijó sobre la pequeña ventanilla de la puerta aunque después se retiró para atrás cuando notó unos enormes ojos.
—¡Ahh! — gritó por impulso cuando la puerta fue arrancada con facilidad.
—No grites, no grites — pidió con un tono calmado mientras observaba al castaño —El hechizo no funcionará por mucho tiempo y los vecinos me encontrarán aquí...
—¿Hechizo...? — quedó con mucha confusión mientras observaba a quien parecía se un gigante.
—Sabes a lo que me refiero, Harry Potter. Te han estado ocurriendo cosas inexplicables, traspasar vidrios, mover objetos, que sucedan cosas extrañas cuando te enojas...
—¿Cómo...?
—Albus Dumbledore me a pedido que venga a buscarte, el gran mago. Ven conmigo y conoce el mundo de Hogwarts — extendió su mano con una sonrisa, esperando que el menor confiara en él y la tomara.
Harry dudó por un segundo, aunque eso parezca un secuestro era mejor que quedarse allí con esas personas que lo despreciaban. Sujetó la mano del mayor y en un segundo aparecieron en otro lado.
Quizás no sea del todo un secuestro y de verdad estén hablando de magia.
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𝘿𝙚𝙨𝙩𝙞𝙣𝙤
Altele❝Harry es muy pequeño para comprender porqué él es el niño que vivió. No lo comprende, tampoco le agrada esa idea o algo similar. Él solo quiere vivir tranquilo sin que las personas le recuerden eso. Quiere entender porqué no olvidan ese tema y lo d...