Nueva Alba. Misma vida. Semana 2 de 12.
¿Que trabajar con David no va a ser para tanto? ¡JA! No puedo estar más equivocada.
Las dos siguientes semanas son, digamos, intensas. Y no, no porque haya ningún beso en el ascensor. David, ante todo, es un hombre de palabra y lo de aquel viernes no ha vuelto a repetirse. Es más, es que a penas coincidimos. Pese a que se supone que es mi jefe directo, casi todo el contacto que tenemos es a través de Isabel, su secretaria. Cada vez que veo su nombre en mi bandeja de entrada, siento un escalofrío.
Un día, mi ordenador no enciende y, saltándome el protocolo, decido mandarle un correo a él directamente. Me explica detalladamente el procedimiento a seguir en estos casos, dejándome claro que me lo he saltado, y soluciona el problema sin levantar la vista de la pantalla. Así es David: resolutivo, pero frío como el hielo.
Durante la segunda semana, tenemos una reunión con un cliente a la que David quiere que asista. El cliente llega puntual y, como solo estoy yo, hablamos de las noticias del día. Trato de ser cordial. Pasados 5 minutos de la hora, me pregunta si podemos avanzar sin mi jefe. Me da apuro, pero como no llega, empiezo a gestionar las cosas yo sola como bien puedo. Todo fluye con facilidad y casi alcanzamos un acuerdo.
David llega casi media hora después, interrumpiendo la reunión. Por unos segundos, es el hombre atractivo de traje y ojos verdes que sonríe y da un buen apretón de manos. Pero el espejismo no dura. Intento retomar donde lo dejamos, como si no hubiese habido ninguna distracción, pero él me interrumpe. El cliente parece confuso.
Después de la perorata de David, el cliente le indica que ya tiene un acuerdo prácticamente cerrado conmigo. Ante su sorpresa, resumo lo convenido, pero mi jefe me ignora y redirige la conversación, hablando por encima de mí. ¿Por qué hace como si yo no estuviera allí? Tengo que repetirme a mí misma que cuente hasta diez para no decirle cualquier cosa. Por suerte, logro mantener la compostura. El cliente repite que ya está todo cerrado conmigo, y David indica que no tengo competencia para llegar a esos tratos. Al final, ante su insistencia, David firma lo convenido a desgana. Tan a desgana que a mediodía me llama a su despacho.
—Alba, cierra la puerta —dice en un tono frío.
Obedezco y me acerco a su escritorio. Su maldito olor a vainilla me inunda por completo. A ver cómo le digo a mi cuerpo que esto no es lo que cree.
—¿Sabes por qué te he llamado? —pregunta. Está peligrosamente cerca.
—Supongo que por la reunión con el cliente —respondo, apoyándome en el escritorio. Se me ocurren unas cuantas cosas divertidas que podríamos hacer si él se acercase un poco más. Pero mantiene la distancia.
—Exacto. Te has excedido de tus competencias—se acerca más a mí—No puedes actuar sin supervisión.
Siento que la sangre me hierve. ¡Ni que llevase allí trabajando casi tres años! Pero me muerdo la lengua, tratando de no dejarme llevar por la ira. En su lugar, le mantengo la mirada.
—El cliente estaba listo para cerrar el trato. No podía esperar más.
—Eso no importa—me coge de la mandíbula. ¿Va a...?—El trato con el cliente es mío.¿Lo entiendes?
Asiento, paralizada. Está tan cerca de mí...A pesar de su actitud paternalista, no puedo evitar sentirme atraída por él. Su cercanía me hace difícil pensar con claridad, y mis ojos se desvían involuntariamente hacia sus labios. Él se debe dar cuenta porque ríe.
Entonces se aparta, enderezándose.
—No vuelvas a cuestionar mi autoridad, Alba. ¿Está claro?—Asiento, sintiendo una punzada de decepción.—Puedes irte.
¿Qué acaba de ser todo esto?
Me arrepiento de no haberle contestado que todo esto no habría pasado si no hubiese llegado tarde, pero me muerdo la lengua. Me conformo con hacer una peineta contra su puerta cerrada. Jorge no puede evitar reírse al verme.
—Creo que ya estás entendiendo el apodo de tu nuevo jefe.
Siento que nuestro pacto pende de un hilo. ¿Qué narices se me pasó por la cabeza al aceptar? Estos meses se me van a hacer eternos.
El apodo de Señor Scrooge le queda perfecto.
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No te enamores de tu jefe [+18]
Romance¡¡¡¡OJO!!!!! ¡NO TE ENAMORES DE TU JEFE! TE PUEDE PARTIR EL CORAZÓN...DE NUEVO. Pero, ¿qué pasa si eres la única oportunidad de salvar su puesto de trabajo? Me llamo Alba, tengo casi 27 años y oculto un oscuro secreto...aunque ese secreto está a pun...