VII

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No creo en la mala suerte, así que no me importa colarme en su habitación para verla vestida de blanco horas antes de verla caminar directo a mí en un altar. Pero no me dejan verla, solo me queda esperar impaciente el momento de verla como un ángel, cubierta de velo, joyas y pureza. Con algo nuevo, algo viejo, algo prestado y algo azul. Ella adora el azul, a mí me gusta el verde.

Soy un novio que va a revolucionar los trajes de boda usando una cámara al cuello, porque no voy a permitir que nadie más que yo grabe este momento en alguna memoria o rollo fotográfico. Quiero ser yo quien tome la fotografía de como mi sonrisitas camina del brazo de su padre directo a mi vestida de blanco, con sus rizos negros cubiertos por el velo y como siempre, regalando sonrisas como su rubro más solicitado. Por un momento me paralizo, se me ha olvidado como respirar, como vivir e incluso como he sido capaz de estar parado frente a tan hermosa mujer que creo va a terminar con las mejillas entumecidas luego de cuatro años sonriéndome sin parar desde aquel día que la vi por primera vez en el bus camino al trabajo.

Las piernas me tiemblan conforme ella camina directo a mi ¿Está bien que yo sea el nervioso? Ella se ve perfecta, radiante, su luz me ciega. Definitivamente ella es más que una estrella, más que un planeta, ella es un universo entero lleno de infinitas pequeñas perfecciones que bien podrían ser estrellas y en cambio yo soy un insulso y básico terrario.


Negativos jamás revelados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora