Después de habernos despedido de Kathleen era obvio que el comandante Moonlight iba a reprenderme, se molestó por haber desobedecido su orden de no alejarme y lo entiendo, yo solo me disculpé por mi comportamiento. El comandante solo me miró aún molesto, pero al poco tiempo lo superó.
Nuevamente el comandante tuvo que ajustar mi capucha y me tomó del brazo, dijo que ya era hora de irnos, yo no dije nada y solo seguí el camino que me mostraba. Durante el trayecto casi no conversamos, solo le llegué a preguntar un par de veces por cosas sin importancia o para instar el diálogo, no obstante, el comandante Moonlight desde que abandonamos la zona comercial de la Ciudad de la Fortuna se ha mostrado un poco regente, como si algo lo mortificara.
Para cruzar la zona residencial de la nobleza y llegar a la Corte de Hierro tuvimos que pasar por un pasaje subterráneo, según me comentó el comandante, la construyeron para evitar molestar a los nobles con asuntos oficiales como arrestos y traslado de mercancías de la zona comercial a la real.
No tardamos demasiado en llegar al final del túnel, una media hora por mucho, cuando salimos tres soldados nos esperaban para escoltarnos, se veían mal encarados y daban miedo. Me miraban despectivamente, pero al menos tuvieron la decencia, si se puede decir así, de no decirme nada.
La zona real era verdaderamente impresionante, era prácticamente igual a la zona comercial, pero en ésta casi no transitaba gente, la mayor parte eran militares.
― No bajes la guardia — me comentó el comandante Moonlight con una voz queda, como para que no escucharán aquellos soldados, yo solo asentí con mi cabeza y la volví a agachar.
Varias sirvientas que pasaban por esas calles llevaban cestos de ropa, grandes cajas o sábanas blancas, todas ellas se detenían y miraban hacia mi dirección. Pero, a diferencia de cómo me miraban en la zona comercial, lo que podía ver en sus miradas era lástima, como si vieran a un compañero ir directo a su ejecución. Eso me hacía pensar que ellas también la pasaban mal dentro de la zona real, no llevaban atadas sus manos, pero era peor, tenían atadas sus vidas a este lugar.
Los soldados no me prestaban mucha atención, solo nos veían pasar y se retiraban del camino como pensando para sí mismo "ahí llevan a otra prisionera", solo soy carne de cañón que va directo a su muerte. Creo que ahora entiendo un poco lo que me había dicho ese capitán pervertido cuando dijo que era donde iba a morir.
Un momento después nos detuvimos frente a un gran edificio, más bien parecía otra gran mansión, pero ésta era mucho más ancha que alta, era de color gris con pilares cilíndricos de piedra sujetando el techo, estaba a una altura considerable, por lo que se debían subir los escalones de la entrada, realmente daba un aire de ser un lugar aterrador.
— Pueden retirarse, vuelvan a sus puestos — ordenó el comandante Moonlight a sus subordinados y ellos sin decir una sola palabra se retiraron, es entonces cuando volvimos a quedarnos a solas el comandante y yo, sin embargo, él seguía con esa cara de preocupación.
— ¿Pasa algo comandante? Desde que salimos de la zona comercial parece preocupado — el comandante me miró perplejo como si no esperara que yo me diera cuenta de ello, suspiró un poco resignado.
― Al parecer está rondando por la zona cierto personaje que preferiría evitar, espero tu audiencia no dure demasiado — ¿de quién habla? pensé, pero no quise preguntarle directamente.
Las puertas de la Corte de Hierro se abrieron de par en par, eran unas puertas enormes de hierro, tenían figuras grabadas, parecían símbolos, la verdad no lo entendí. En cada esquina de la puerta estaban grabadas los relieves de cuatro mujeres, posando como hermosos ángeles. Aterricé de nuevo a la realidad y el comandante Moonlight tiraba de mi brazo para llamar mi atención.
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El Diario de Minerva
Romans¿Imaginas cómo sería la vida sin la música? Un pasado desconocido llevó a la prohibición de la música en el País de las Cuatro Estaciones. Así es como debe de vivir Hanami, una violinista clandestina que pasa sus días en la industria de armas, añor...