ENTRE RIZAS Y JUGUETEOS

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Entre risas y jugueteos, comenzamos a acercarnos aún más.
Había algo especial en esos momentos en los que nos quedábamos mirándonos fijamente. A veces estábamos tan cerca que sentía una presión en el pecho, como si mi corazón quisiera salir disparado. Todo en mí deseaba besarla, pero al mismo tiempo tenía miedo.

Pensaba que quizá no sentía lo mismo, y cobardemente decidía no arriesgarme.
Temía arruinar lo que teníamos o, peor aún, recibir una cachetada.

A pesar de ello, disfrutaba la sensación de tenerla tan cerca, de sentir mi pulso acelerado mientras intentaba disimular.

Con el paso de los días, nuestra conexión creció. Comencé a acompañarla a casa, o al menos parte del camino.

Después, nuestras conversaciones por teléfono se hicieron más frecuentes.
Aunque ambos estábamos ocupados, siempre encontrábamos un momento para mantenernos en línea, incluso si no hablábamos mucho.
Para mí, esos silencios compartidos eran valiosos.
Nunca he sido muy expresivo, pero mi manera de demostrar cariño era estar presente, aunque fuera en silencio, compartiendo mi tiempo con ella.

Recuerdo que teníamos una amiga llamada Nely, quien iba a celebrar sus quince años con una fiesta en un salón. Ese día fuimos a la fiesta Koreano, Z, Mari y yo.

El ambiente era genial: la música, las risas y, claro, las bebidas.
Todo iba bien hasta que el caos se desató.
Uno de los invitados, aparentemente el novio de una chica presente, comenzó a discutir con ella.
Al parecer, él había estado besándose con otra justo frente a su novia.
Esto alteró a Koreano, quien conocía a la chica, y también a Mari, aunque ambos ya estaban algo afectados por el alcohol.
Mari, siempre prudente, perdió la paciencia y le dio una cachetada al tipo.

En ese momento, las cosas se salieron de control.
Comenzaron a sacar a la gente del salón, y de pronto apareció un hombre aún más alcoholizado, armado con una pistola.
Nos preguntó quién era el responsable del problema, claramente buscando pelea.

Sin pensarlo, jalé a Mari, Z y a una chica que acabábamos de conocer, llamada Lety, para alejarnos. Koreano, sin embargo, decidió enfrentarlo de manera cómica: con los ojos entrecerrados por el alcohol, trató de arrebatarle la pistola, diciendo que no permitiría que nadie hiciera llorar a Lety.

Afortunadamente, todo terminó sin heridos, aunque los detalles de cómo logramos salir son un tanto borrosos para mí.

La mamá de Lety llegó para llevársela, y nosotros regresamos a la escuela antes de tomar cada quien su camino a casa.

Al día siguiente, Koreano llegó a la escuela acompañado de Lety, a quien nos presentó formalmente. Fue curioso; apenas la habíamos conocido el día anterior, pero ya parecía parte de nuestro grupo.

Lety era peculiar, por decir lo menos: tenía una personalidad extraña, aunque eso la hacía caer bien.

Descubrimos después que, aunque no estaba inscrita como nosotros, tampoco asistía a los cursos remediales.
Había engañado a su familia, haciéndoles creer que iba a clases. Este engaño duró al menos tres meses, pero esa historia es para otro momento.

Por cierto ella no sería la única que se uniría al grupo.

Yo tenía un amigo, el famoso Copas, un tipo tan loco y extrovertido como yo.
Era mi compañero más fiel de fiestas, y juntos tomábamos al mismo ritmo, como si competíamos por ver quién caía primero.

Se había convertido en uno de mis mejores amigos, aunque nuestra amistad tuvo un inicio peculiar: nos conocimos en una fiesta, donde, completamente ebrios, él intentó pelear conmigo.

Sin embargo, unos tragos después, ya estábamos riendo y bebiendo como si fuéramos amigos de toda la vida.

Copas no tardó mucho en unirse a nuestro grupo de peculiares.
Era él quien más sabía lo que sentía por Mari y siempre trataba de animarme a dar un paso adelante con ella, aunque yo, terco como siempre, no hacía caso.
Así avanzó el semestre que tanto nos habíamos esforzado por salvar, aunque la realidad fue que ninguno de nosotros aprendió de los errores del pasado.

Al final, apenas logramos aprobar unas cuantas materias, y los cursos remediales resultaron inútiles.

La diversión y la fiesta nos volvieron a ganar.

Cada uno de nosotros era un desastre por separado, pero en grupo éramos una combinación fatal.
Si uno decidía distraerse, todos lo seguíamos, y las clases pasaban a segundo plano.
No es algo de lo que me sienta orgulloso, pero la verdad es que me divertí mucho en esos días.

Poco antes de concluir el semestre, Koreano apareció con otra chica nueva, Sam.
Era bonita y agradable, lo cual hizo aún más sorprendente descubrir que era novia de nuestro amigo Ojos Cerrados.
Por supuesto, lo felicitamos y tratamos de integrarla al grupo.
Esa tarde, como ya era costumbre, nos fuimos a tomar.

Ya lo he dicho antes: cualquier ocasión o motivo era una buena excusa para celebrar.

LA MAGIA DEL ENGAÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora