LO QUE NOS CONECTA

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Al concluir el semestre, mis amigos y yo enfrentamos muchas complicaciones. 

Ninguno de nosotros había asistido a suficientes clases para aprobar, y varios terminamos en extraordinarios por algunas materias. 

Esto nos impedía inscribirnos para el siguiente semestre, y la mayoría de nosotros, incluidas Danna, Mari y su novio, nos encontrábamos en la misma situación.

En ese momento, comencé a idear planes de la A a la Z, ya que no quería quedarme fuera por un año. 

Coreano, Yisus y Mari decidieron apoyarme para solicitar una ronda extra de extraordinarios. Sin embargo, otros, como el novio de Mari y Danna, optaron por rendirse y esperar un año. 

Nosotros no queríamos resignarnos, así que empezamos a redactar escritos y organizar juntas para presionar a la escuela, pero no accedieron. 

Entonces decidimos llevar nuestro caso a la sede del IPN en Zacatenco.

Ese proceso hizo que Mari y yo nos acercáramos más, ya que pasábamos mucho tiempo juntos sin su novio presente.

 Comenzó a formarse una conexión entre nosotros, o al menos eso creía yo.
Recuerdo la primera vez que fuimos a Zacatenco; siempre me ha apasionado la cocina y es mi forma de demostrar afecto, así que preparé comida para Mari.
Para ser discreto, también llevé para los demás.
Durante varios días seguimos con las gestiones hasta que metimos el penúltimo escrito.
Ese día pasamos fuera de la escuela casi todo el día y decidimos ver una película: Your Name.

 Es una de mis favoritas por su trama y mensaje, y a Mari le encantó. Compartimos un momento muy especial y, al terminar, cada quien se fue a casa. Esa noche no pude dejar de pensar en ella; sentía que me estaba enamorando y, aunque era lindo, también daba miedo porque sabía que ella no sentía lo mismo.

Tras semanas de lucha, juntas y escritos, logramos un avance.
No abrirían otra ronda de extraordinarios, pero ofrecieron cursos remediales para evitar que perdiéramos un año.
Nos alegró mucho y asistimos a una junta con la directora y el consejo. 

Durante la reunión, algunos maestros se quejaron porque estas clases no serían remuneradas. 

En ese momento, me molestó su actitud, pero ahora entiendo su posición. 

Sin embargo, algunos accedieron y, al salir de la junta, decidimos celebrar.
Fuimos a unas hamburguesas cerca de la escuela. 

El dueño ya nos conocía y nos dejaba tomar en el local.
Esa noche terminó con todos riéndonos y bastante alcoholizados, excepto Yisus, que acabó en coma etílico como siempre, y Coreano, su mejor amigo, se encargó de llevarlo a casa.

Al día siguiente, llegar a la escuela fue increíble. 

Gracias a los cursos, la mayoría no perdería el año. Nos sentíamos como si hubiéramos vencido al sistema.

Esa sensación duró poco para mí.

 Un día, llegué y le hice una broma a un prefecto con el que tenía confianza, pero él estaba de mal humor y lo tomé en un mal momento. 

Lo que comenzó como una broma terminó en una enemistad.

 Empezó a negarme el acceso al plantel, y al principio lo tomé como un juego. 

Pero tras casi una semana sin entrar a clases y con riesgo de ser expulsado por inasistencia, habría que actuar.

Hablé con el subdirector, quien citó al prefecto. 

La discusión escaló tanto que casi terminamos a golpes.
Al ver la situación, el subdirector intervino, pero seguíamos discutiendo. 

Finalmente, la directora resolvió el problema: pegó un escrito en la entrada con mi nombre y número de boleta para que los de seguridad me dieran acceso.

Esa sensación de poder me hizo sentir invencible.

Esa noche, salimos en grupo y Mari vino con nosotros, ya que se había vuelto parte de nuestro círculo. 

En un momento, ella recibió una llamada de su novio y, tras colgar, se levantó rápidamente y salió corriendo. Intenté detenerla, explicándole que era peligroso por la hora, pero no me escuchó. 

Eso me dejó mal, pero traté de ignorarlo y me quedé con los demás.

Horas después, Mari regresó, pero ya estaba demasiado afectado y no quería hablarle. 

Entre el alcohol y lo que sentía, me quebré y le dije que no quería amarla, que por favor saliera de mi cabeza.

Ella no reaccionó como esperaba. 

Se sentó en el pasto, me recostó sobre sus piernas y me abrazó mientras jugaba con mi cabello sin decir nada.

Logró calmarme. 

Fue un momento hermoso para mí, aunque al día siguiente fingí no recordarlo.

Ella lo recordaba, pero no dijo nada, y decidí dejarlo así.

Después de eso, comenzamos a coquetear de forma ligera. 

Al principio, ni siquiera lo notaba, pero con el tiempo, se volvió más evidente.

Llevábamos cerca de cuatro meses con ella en nuestro grupo, y la chispa entre nosotros era cada vez más fuerte o al menos a mi parecer. 

Las miradas coquetas que compartíamos, aunque sutiles, eran claras para nuestros amigos, que ya sabían lo que sentía por ella.

LA MAGIA DEL ENGAÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora