Capítulo 12| Dante

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La pantalla parpadeó y se apagó, dejando un vacío ensordecedor en la sala. Mis puños estaban apretados con tanta fuerza que podía sentir la sangre acumulándose bajo las uñas. Santiago había cruzado una línea que jamás debió cruzar, y lo iba a pagar con creces.

Alma… verla en ese estado había sido como recibir una bala directa al pecho. La cinta en su boca, la desesperación en sus ojos, el maldito mensaje de Santiago, todo me hervía la sangre. Ella me había dejado, había querido alejarse de este mundo, pero nunca la dejé realmente sola. Sabía que su orgullo la haría rechazar cualquier ayuda directa, así que había contratado guardias para vigilarla las 24 horas.

Solo que ahora esos guardias estaban muertos.

Mi hombre de confianza, Marco, estaba de pie frente a mí, sudando nerviosamente mientras me daba su informe.

—Dante, los guardias asignados a Alma fueron eliminados. Todos. Sin resistencia.

—¿Y cómo demonios ocurrió eso? —gruñí, mi voz saliendo como un rugido que resonó por toda la sala.

Marco tragó saliva.

—Uno de ellos... parece que fue comprado. Permitió el acceso al equipo de Santiago.

Golpeé la mesa con fuerza, haciéndola crujir. Había confiado en esos hombres, les había dado órdenes claras de protegerla con su vida.

—Quiero el nombre de ese traidor. Quiero su maldita cabeza —le dije, con un tono que no admitía discusión.

—Ya lo localizamos. Está siendo interrogado ahora mismo.

Asentí, aunque la furia no se disipó. Todo este desastre había ocurrido porque alguien me había traicionado, y ahora Alma estaba pagando el precio. Pero esto no iba a quedar así.

Llamé a mis mejores hombres: Enzo, Franco y Luca. Ellos eran los únicos en los que podía confiar completamente. Mientras revisábamos el video de Santiago, noté algo en el fondo.

—Aquí —dije, señalando una sombra en la esquina de la pantalla—. Este es un reflejo de luz, probablemente un cristal. Puede ser una pista de dónde la tienen.

Enzo se inclinó hacia adelante, evaluando la imagen.

—Eso parece una instalación vieja. Posiblemente industrial.

—Hay un puerto cerca de la zona donde encontramos a los guardias muertos —añadió Franco—. Podría ser ahí.

Asentí.

—Lleven un equipo pequeño. Esto no es un asalto a gran escala, es un rescate. Quiero a Alma de vuelta antes de que ese bastardo se dé cuenta de lo que pasa.

Ellos salieron a cumplir mis órdenes, pero algo en mi interior me decía que esto iba a ser más complicado de lo que parecía.

Antes de partir, fui al bar del club. Sabía que la situación requería mi atención total, pero necesitaba despejar la mente, aunque fuera por unos minutos. Pedí un whisky doble y me lo bebí de un trago.

Alma me había dejado. Me había mirado a los ojos y me había dicho que no quería nada más conmigo, que nuestro tiempo juntos había terminado. Y, aun así, aquí estaba yo, a punto de arriesgarlo todo para salvarla. ¿Era amor? ¿Obsesión? Tal vez ambas cosas.

Mientras reflexionaba, una mujer se acercó. Era hermosa, con cabello oscuro y labios pintados de rojo.

—¿Puedo sentarme? —preguntó, con una sonrisa insinuante.

Asentí, aunque apenas le prestaba atención.

—Te ves tenso —dijo, deslizando su mano por mi brazo—. ¿Problemas en el paraíso?

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⏰ Última actualización: 6 hours ago ⏰

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