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La ciudad abajo se estira como un caos organizado, un laberinto de luces y sombras. Desde aquí arriba, parece incluso hermosa, aunque sabemos que es una mentira. Piltover siempre ha sido una ilusión de orden sobre un mar de mierda. Y Zaun... bueno, Zaun es mi hogar, con todo y su podredumbre.
Isha está sentada a mi lado, con ese telescopio viejo que encontramos hace semanas. Lo sostiene como si fuera un tesoro, y tal vez lo sea. Sus ojos brillan cada vez que lo apunta hacia algo interesante, y yo me río de cómo mueve la cabeza rápido, como si fuera a perderse algo.
—¿Qué ves ahora, enana? —le pregunto mientras mastico un trozo de chicle que ya no tiene sabor, pero sigo mascando por costumbre.
Isha levanta una mano, sus dedos haciendo pequeños gestos. No necesita hablar para que yo entienda. "Lugares bonitos", dice.
Ruedo los ojos, pero no puedo evitar sonreír. —¿Bonitos? ¿En serio? Todo aquí es óxido y mierda, Isha. Bonito es una palabra muy fuerte para usar en este lugar.
Ella gira el telescopio hacia la aeronave que flota a lo lejos, la misma que una vez llamé mi habitación. La veo levantar una ceja, señalándola, y me encojo de hombros.
—Oh, eso. Mi cueva de los horrores. ¿Sabes qué es lo peor? Que extraño ese lugar. No las explosiones ni los gritos en mi cabeza, claro, pero... era mío. Era mi propio pedazo de locura.
Isha me mira, sus labios formando una pequeña línea, como siempre que siente que estoy hablando en serio. Detesto cuando se pone seria, así que le doy un empujón suave con el codo.
—No pongas esa cara. Si me sigues mirando así, voy a pensar que soy una maldita filósofa.
Ella ríe en silencio, una pequeña sacudida de sus hombros que me hace sentir que todo está bien, aunque sea por un segundo.
—¿Sabes qué? —digo, estirándome y señalando hacia la ciudad como si tuviera todas las respuestas—. Esta noche nos vamos a la Última Gota. ¿Qué dices? Un poco de ruido, unas luces, tal vez una pelea o dos. Será divertido.
