•┈┈┈•••┈┈┈••✦○✦••┈┈┈••┈┈┈••Una semana después.
Ahí estaba, mi pequeña y vieja aeronave, ladeada como un juguete roto al borde de un precipicio. El viento la acariciaba con suavidad, como si intentara consolarla, pero yo sabía que no era suficiente. Tenía que volver a colocarla donde pertenecía. No era solo un pedazo de metal; era mi refugio, mi rincón. Nuestra habitación. Mía y de Isha. Ese lugar era más que una cáscara vacía: era el único techo que todavía se sentía como un hogar.
Estaba de pie, con las manos en la cintura y los ojos entrecerrados, calculando distancias y ángulos. ¿Cuánto tardaría en moverla? ¿Cuánto peso tendría que soportar sola? Podría construir un sistema de poleas, pero me tomaría horas. Un par de explosivos bien colocados harían el trabajo… pero no, Isha odiaría eso.
Mientras estaba perdida en mis cálculos, una voz se coló detrás de mí, suave pero llena de ese inconfundible tono burlón.
—¿Necesitas ayuda?
Me giré de golpe, con el ceño fruncido. Ahí estaba él, apoyado contra una pared, sonriendo como si el mundo no estuviera hecho de polvo y caos. Ekko.
—Miren quién es, el salvador de Zaun —dije con una sonrisa torcida, aunque mi tono rezumaba sarcasmo.
Ekko soltó una carcajada y, sin previo aviso, me lanzó algo. Lo atrapé al vuelo por puro reflejo. Era una mochila. Fruncí el ceño y la abrí, mis ojos se iluminaron al ver lo que había dentro: mis viejas pinturas. Las mismas que usé para decorar la aeronave antes de que todo se fuera al demonio.
—¿De dónde sacaste esto? —pregunté, aunque en el fondo ya lo sabía.
—Las guardé antes de la guerra —respondió, encogiéndose de hombros como si no fuera gran cosa—. Pensé que tal vez las querrías de vuelta.
—¿Y ahora me las traes? ¿Por qué? —arqueé una ceja, desconfiada.
—Porque sé cuánto significa esa chatarra para ti —dijo señalando la aeronave con la barbilla—. Si calculamos bien y trabajamos juntos, podríamos volver a ponerla donde estaba.
Lo miré, cruzándome de brazos.
—¿Trabajar juntos? ¿Tú y yo de nuevo? —Una risa escapó de mis labios, algo amarga—. ¿Desde cuándo te interesa ayudarme?
Ekko solo me sonrió, de esa forma molesta y segura que siempre tenía.
—Desde siempre, pero nunca quisiste aceptar mi ayuda.
Suspiré, dejando caer los brazos.
—Está bien. Pero no quiero escuchar un "te lo dije" si esto no funciona.
—Trato hecho —dijo, extendiendo una mano. Yo la ignoré, pero él simplemente rió.
Se puso a trabajar de inmediato, midiendo, calculando. Yo lo observaba de reojo, desconfiada como siempre. Pero entonces, de la nada, levantó la cabeza y me miró con esa chispa en los ojos que siempre me ponía nerviosa.
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𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐃𝐄𝐁𝐈𝐎́ 𝑺𝑬𝑹 - - 𝑻𝒊𝒎𝒆𝒃𝒐𝒎𝒃
RandomTu solo lee, aquí tu y yo sanaremos. aquí, para mí y para ti nunca existió el final de Arcane. este es el final.