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Nt: Isha va a hablar, ya que quiero que hable si?
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El techo de la Última Gota siempre había sido mi lugar favorito en Zaun. Desde allí, podías ver todo el caos, toda la vida, toda la mugre. Pero esa noche no estaba sola. Vi estaba sentada a mi lado, con una cerveza en la mano, mientras yo jugaba con la pajita de mi vaso de jugo. El hielo hacía un ruido suave cuando lo movía, y por un momento, pensé en lo irónico que era todo. Nosotras dos, aquí, como si nada hubiera pasado. Como si no hubiera un abismo gigante entre lo que éramos y lo que habíamos llegado a ser.
Vi me miraba de reojo, como si estuviera tratando de descifrar algo. Podía sentir sus pensamientos, casi podía oírlos en el aire.
—Has cambiado —dijo finalmente, rompiendo el silencio.
Sonreí, dando un sorbo largo al jugo. —¿Eso crees?
Ella asintió, mirando hacia las luces parpadeantes de Zaun. —Sí. No sé qué fue, pero... siento que eres distinta. Más tú.
Reí entre dientes, aunque el comentario me dejó un pequeño nudo en el pecho. —Supongo que puedes culpar a Isha por eso.
Vi levantó una ceja, girándose hacia mí con curiosidad. —¿Cómo la encontraste?
Me incliné hacia atrás, dejando que mi cabeza descansara contra el borde frío del techo. La historia estaba tan grabada en mi cabeza que casi podía verla como una película.
—Cayó del cielo —dije con una sonrisa que sabía que la intrigaría.
—¿Qué? —Vi rió, confundida.
—Bueno, técnicamente, cayó de una alcantarilla. —Me encogí de hombros, jugueteando con la pajita—. Estaba caminando por las calles, buscando algo divertido que hacer, cuando ¡boom! Una niña cae directo sobre mí. Resulta que unos tipos malos la estaban persiguiendo.
Vi frunció el ceño, pero yo seguí hablando como si estuviera contando un chiste. —Obviamente, los maté a todos. Fue un desastre hermoso. Sangre por aquí, gritos por allá... Pero lo mejor fue su cara cuando me vio. Estaba cubierta de polvo y aceite de alcantarilla, y aun así, me miró como si fuera su salvadora personal.
Vi se echó a reír, sacudiendo la cabeza. —Eres un caso perdido, Jinx.
—Sí, pero soy tu caso perdido.
Hubo un momento de silencio después de eso. Uno de esos silencios que no se sienten incómodos, pero que pesan más de lo que deberían.
