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Berlín se convirtió en un auténtico frente de guerra. Sobre los escombros y civiles seguía mi paso, recordaba una casa, alejada de los suburbios de la ciudad y posiblemente de los frentes de guerra.
Pasaron las horas y a lo lejos, un pastizal enorme que parecía sin ningún cultivo, había una pequeña casa. Pase al lado del árbol, donde ambos nos recostamos en nuestros días de juventud.
Los aviones resonaban por los aires.
Baje, camine, sentía el sonido de mis pisadas y me acerque a la gastada casa, cual tantas de su país, también pertenecía a él.
La puerta estaba entreabierta y lo sentí. Al abrir estaba él, arrodillado cerca de una cuna, que a pesar de su estado deplorable por la guerra y problemas en su nación, que a pesar de estar muriendo, recurre a otro ser de allí.
–Que sorpresa... –. Mi voz sonó resonó.
Ni siquiera volteo.
–Creí que moriría antes de que leyeras la carta, no hubiera sabido qué hacer –. Él rió por lo bajo a pesar de su esfuerzo.
–Ni siquiera una firma clara de alguien de alto rango poseía. Si lo enviabas hacia alguno de tus subordinados hubiera llegado más fácil hacia mis manos –. Lo mire bien. No tenía su traje, estaba como lo conocí, simple, desprolijo, perfecto.
–Voy a morir. Mi padre creo que se está retorciendo en el infierno al ver que la misma historia se repitió, pero de peor magnitud–.
–Lo sé. Todo el mundo lo sabe –. Mire al niño que dormía. –No sabía que habías formado una familia –.
Él me miró, directo a los ojos.
–Tu tienes una, ¿por qué yo no podría formar una? –. Se paró y se me acercó. –Ese niño de ahí, ese pequeño, es el mayor tesoro que me queda. Lo adoro –.
Tomo mi mano y me acerco hacia él. Pude ver en aquel niño a mi amor. Su color de pelo y ojos no eran como los de él, le daban una identidad propia. Pero podía ver algo más. Tenía la esencia de Ale. Una parte de él.
–República Argentina, ese es su nombre. Sur de América. Madre, Confederación Argentina, padre, no lo sé... Iba a quedar en manos de Italia, pero cuando me enteré de su traición hacia mi nación y alianza, decidí quitarle lo que más anhelaba desde que tengo memoria, lo que la haría ser madre. No sabía qué hacer con él, nunca había sido un padre. –. Tomó mi mano y la llevó hacia le bebé, que miraba con ojos grandes hacia mi. –Podría decir que al fin construimos una familia –. Mi mirada se nublo y humedecio.
Sentí una punzada en mi pecho.
–Ale. –. Sus manos pasaron a mi rostro y me obligo a mirarlo.
–No creas que nada valió la pena, que lo nuestro no llegó a nada, nunca creí amar tanto con el alma a alguien. –.
Mis rodillas flaquearon y terminé en el suelo, llorando, ambos sabíamos que no volveríamos a estar juntos.
–Que hermoso, ¿no crees? la muerte terminó separandonos... y no lo hizo alguien que odio ver nuestro amor –. A pesar de todo, siguió hablando con calma, aceptando todo.
Lloraba a mares, suplicando su tacto.
Sus pasos se alejaron y se volvió a acercar a mi, se agacho a mi altura y sobre sus brazos me entrego al niño. Me tomó de los hombros y me obligó a pararme.
–Una carta no debe poseer solo una fotografía. Arriba de la mesada, cerca de la puerta, está la otra parte de la carta. Tómala y vete. –.
–Pero no puedo, simplemente te necesito –.
–Por favor, solo, lárgate –.
De sus ojos salieron pequeñas lágrimas. Con dolor y tristeza decidí hacerle caso, tomar mi vida en mis manos y seguir, como siempre lo hice, desde que era un niñ0.
Tomé la carta y me fui.
Acurruqué el bebé en mi pecho y salí, intentando no mirar atrás, sentí la brisa, caminé, sintiendo las pisadas, las hojas, la lagrimas de mis ojos.
Los pájaros del árbol volaron, el pequeño lloró y yo solo cerré los ojos, al escuchar un disparo interrumpir el silencio.
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Un Viejo Mundo Para Un País Nuevo
Historical Fiction¿Qué harías si estuvieras desde que naciste encerrado con un hombre que te oculta del exterior? Escapar, obvio, es instinto querer vivir de otra manera, ver las cosas de otra manera, sentir las cosas... de otra manera. Argentina vivió con U.R.S.S d...