CAPITULO 2

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Los chicos nuevos

  Ni bien entramos al salón la profesora nos presentó a unos alumnos nuevos, una chica y un chico que, como dijo ella, venían de muy lejos.

  Arthur, un chico alto, su pelo rubio lo suficientemente largo para atarlo en una media cola, tenía ojos grises, los cuales si los mirabas por un mucho tiempo lograrías perderte en ellos. Parecía salido de algún libro. Y Phoebe, una chica muy bonita con ojos azules, pelo negro azabache que le llegaba al cuello teñido de azul en la mitad hasta las puntas, parecía ser un poquito más alta que yo. Era muy bonita, sus labios eran finos y rosados, su nariz era perfecta y delicada.

  Cuando la profe les preguntó de qué escuela venían, ellos respondieron qué de ninguna, que sus padres los educaron en casa. Pero no eran hermanos, lo que me sorprendió un poco.

  Claro mis compañeros de víboras que son, empezaron a hablar mal de y enfrente de ellos, lo que hizo a entender que no los aceptaron. Y luego se las agarraron conmigo como les era costumbre, hacerme sentir mal…. Cosa que les encantaba y yo de tonta les daba el gusto. Y la razón es: no se defenderme.

   −A simple vista se nota que son raros, igual que la Ena −ese fue Mateo uno de los más fastidiosos del salón, largo una risotada, pude notar que me miraba de mala manera, pero provocándome, como si hubiera logrado lo que quería. Y lo hizo, me sentía horrible. Encima ese pendejo me gustaba.

  Cuando no hacíamos nada nos poníamos a hablar con otras chicas que se sentaban junto a nosotras, pero solo eran pavadas. Nada de lo que decían me interesaba, tenía sentido o era por lo menos maduro…. ¿o será que yo soy la inmadura?

  −Ay Ena, ¿viste que el otro día estaba con mi novio y fuimos al boliche? No sabes, cuando subí al baño me encontré a mi ex….

  −Ay, para nena, déjame de joder con tu ex, siempre es lo mismo con vos −le dije, porque enserio me tenía harta, hablando de lo mismo, que el ex, el novio, que sale y que se emborracha a cada que puede. Que me importa a mí, que se yo, que me diga por lo menos que fue al cine o que tuvo una cena familiar tranquila, no, lo único que hace es meter la pata con su pareja -que ni debería tener porque tendría que estar más concentrada en la escuela que andar con un muchachito que todavía ni sabe que quiere en la vida y mucho menos ella- y andar de joda en joda. Y, por si fuera poco, me tiene que contar lo que hicieron en la intimidad, que asco, ósea, eso es privado, que ganas de andar ventilando por ahí como si fuera la gran cosa.

  −Pero no sabes −me decía con cierto entusiasmo irritante−. Me agarro del brazo y me dijo “vos sos mía” y que si no volvía con él me iba a perder de muchas cosas.

  − ¿Y qué hiciste? −le pregunto Emily, seria, cruzando mirada conmigo.

  −Me lo comí, pero después hice como si nada y me fui con Ariel (el novio).

  ¿Y ahora? Que vas a hacer zorra infiel, ¿Qué te pensas que tu novio no se va a enterar de lo que hiciste, imbécil regalada?

  No, no le dije eso. Pude haberlo hecho, pero no, que cobarde. Simplemente lo pensé, pero muy seriamente ya que temía por lo que podría provocarse después, esa chica me cae mal pero no me queda otra que llevarme bien con ella, no quiero más problemas de los que ya tengo en este maldito salón y de paso, en mi mente. Y lo peor es que se hace la linda conmigo porque después se pone del lado de los demás para molestarme…. Pero ya fue, la cosa termino ahí porque me puse a estar con el celular, mirando Instagram o Tik Tok.

  Además que no me interesa esa clase de tema. Porque después entran a preguntar sobre mis cosas personales o meterse en mi vida y decirme lo que debería y como hacer.

ENA Árbol del tiempo, dejame volver Donde viven las historias. Descúbrelo ahora