Capítulo 5: Un Paso Hacia el Amor

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La lluvia caía suavemente sobre la ciudad, creando una atmósfera melancólica pero también romántica. El sonido de las gotas golpeando las hojas de los árboles en el parque cercano se mezclaba con el ruido distante de los coches que pasaban por la calle. Isabela estaba bajo la pequeña sombrilla que Gabriel había sacado de su mochila, y caminaban en silencio por el sendero cubierto de hojas mojadas. El aire fresco y la lluvia refrescante parecían calmar las tensiones acumuladas en ambos.

Isabela no sabía cómo había llegado a este punto. Después de semanas de observarse en el edificio, de intercambiar apenas unas palabras, de sentir esa conexión inexplicable, se encontraba allí, caminando junto a él, sin saber si debía estar feliz o ansiosa. Gabriel había sido claro desde el principio: no estaba buscando una relación, no estaba dispuesto a abrir su corazón de nuevo. Pero en este momento, mientras caminaban juntos bajo la lluvia, ella sentía que algo había cambiado. Algo en su actitud, en su mirada, que lo hacía menos distante, más vulnerable.

"Gabriel", dijo Isabela, rompiendo el silencio con un tono suave, casi tímido. "¿Por qué me invitaste a salir hoy?"

Gabriel la miró de reojo, su expresión imperturbable, pero había algo diferente en sus ojos. "No lo sé", respondió con una risa casi inaudible. "Supongo que ya no quería seguir huyendo de... lo que sea que esto sea entre nosotros."

Isabela se detuvo un momento, mirando a Gabriel con atención. "¿Qué quieres decir con eso?"

Él también se detuvo, dándose la vuelta para enfrentarla. La mirada de Gabriel pasó de la confusión a la determinación, como si finalmente hubiera tomado una decisión. "No te lo voy a negar. Desde que te conocí, he tenido miedo", admitió, bajando la mirada hacia el suelo. "Miedo a que me acerque a alguien más, miedo a lo que eso podría significar. Pero ahora..." levantó la cabeza, mirando sus ojos con intensidad, "ahora me doy cuenta de que no puedo seguir huyendo."

Isabela sintió un nudo en el estómago, y aunque su mente le decía que debía mantenerse cautelosa, su corazón le decía lo contrario. El tono de su voz, la sinceridad en sus palabras, la forma en que la miraba, todo parecía indicar que Gabriel estaba dispuesto a enfrentarse a sus propios miedos, tal como ella lo había hecho al mudarse a esta ciudad. Tal vez, al final, los dos se necesitaban más de lo que pensaban.

"¿Por qué no me dijiste esto antes?", preguntó Isabela, dando un paso más cerca de él, sintiendo la cercanía entre ellos. "No tenías que esperar tanto tiempo para ser honesto conmigo."

Gabriel sonrió débilmente. "Porque no quería que pensaras que era solo un chico más, que me iba a aprovechar de ti... Pero no sé cómo explicarlo, Isabela. Eres diferente. Te has metido en mi cabeza desde el primer día, y no quiero seguir fingiendo que no me importa."

El corazón de Isabela latió más rápido. La lluvia seguía cayendo sobre ellos, pero en ese momento, todo lo demás desapareció. No importaba que estuvieran empapados, ni que la ciudad a su alrededor siguiera siendo un caos; en ese instante, solo existían ellos dos.

"Yo también... yo también te he estado pensando", confesó Isabela, sin poder evitarlo. No sabía qué pasaba, pero no podía callar más sus sentimientos. "Desde que nos conocimos, no he podido dejar de preguntarme por qué me siento tan conectada contigo. Tal vez sea un riesgo, tal vez sea imprudente, pero no quiero seguir ignorando lo que siento."

Gabriel la miró en silencio, y por un momento, todo quedó en calma. Después, como si algo dentro de él hubiera cambiado, se acercó un paso más, y sin decir una palabra, tomó su mano suavemente. El contacto fue eléctrico, como si ambos hubieran esperado ese gesto durante mucho tiempo.

Isabela, sorprendida por su valentía, no retiró la mano. En cambio, lo miró directamente a los ojos y vio una mezcla de vulnerabilidad, arrepentimiento y esperanza. Fue entonces cuando todo encajó. Sabía que lo que sentía por él no era algo pasajero, sino algo real. Y aunque el miedo seguía acechando, estaba dispuesta a arriesgarse.

"Entonces, ¿qué hacemos ahora?", preguntó Isabela, su voz apenas un susurro.

Gabriel sonrió suavemente, y por primera vez desde que lo conoció, la sonrisa no parecía fría ni distante. Era genuina. "Lo que queramos", respondió, "pero esta vez, sin barreras."




Bajo el cielo de TokioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora