Escena 1: El Refugio entre Amigas
El sol de la mañana bañaba la imponente mansión de Orm en una cálida luz dorada. Después de la devastadora discusión con su padre en el palacio familiar, alrededor de las 8 de la noche anterior, Orm había salido, dejando atrás la opulencia fría y la tensión sofocante. El viaje en coche había sido un borrón de lágrimas y furia contenida. Al llegar a su propia residencia, el lujo que la rodeaba parecía burlarse de su dolor, pero al menos la luz del día le ofrecía una sensación de claridad que la oscuridad de la noche no había podido brindar.
Los guardaespaldas, hombres de pocas palabras y gran discreción, uno de ellos la había ayudado a bajar del coche, su mirada comprensiva reflejando el peso que llevaba sobre sus hombros. Orm le agradeció con un gesto silencioso, su mente todavía procesando la magnitud de la discusión con su padre. Las palabras de Thanawat, llenas de autoridad y desprovistas de compasión, resonaban en sus oídos como un eco implacable. La idea de ser obligada a casarse con una persona desconocida, de sacrificar su propia felicidad por el bien de los negocios familiares, la consumía, pero al menos la luz del día le permitía pensar con mayor claridad.
Tras entrar a su habitación, Orm sintió el alivio de la soledad. Sin embargo, esta soledad se sintió pronto insoportable. Alrededor del mediodía, después de pasar la noche en esa imponente mansión, tras una mañana de reflexión y lágrimas, decidió que necesitaba el apoyo de sus amigas. Con un temblor en las manos, tomó su teléfono móvil. La pantalla, reflejando la luz del sol, mostraba el contraste entre la belleza del día y la tormenta en su interior. Cada número que marcaba era un susurro de esperanza, un llamado a la amistad y al apoyo.
Las voces de Engfa, Charlotte, Becky y Freen, al otro lado de la línea, fueron un bálsamo para su alma herida. Sus respuestas, rápidas y llenas de preocupación, la reconfortaron. Acordaron reunirse en su mansión, y en poco tiempo, una sucesión de coches elegantes se estacionaron en la entrada. Sus amigas llegaron, sus caras reflejando una mezcla de preocupación y apoyo.
Engfa, con su energía contagiosa y su habitual sonrisa radiante, fue la primera en abrazarla. Su abrazo fue cálido y reconfortante, un abrazo que transmitía fuerza y apoyo incondicional. Charlotte, siempre serena y comprensiva, le ofreció una copa de champán francés, su aroma delicado llenando la habitación con un aura de sofisticación y calma. Becky, la más práctica del grupo, se encargó de preparar un almuerzo ligero pero exquisito, con platos de la cocina tailandesa que Orm tanto apreciaba, para alimentar su cuerpo y su espíritu. Y Freen, la más calmada y observadora, simplemente se sentó a su lado, escuchando en silencio, su presencia un faro de estabilidad en medio de la tormenta.
Ellas cinco son un grupo diverso pero unido por un lazo inquebrantable de amistad, se convirtieron en su refugio en medio de la tormenta. La opulencia de la mansión, ahora, se sentía como un telón de fondo para un encuentro íntimo y valioso. Orm, rodeada del amor y la comprensión de sus amigas, comenzó a contarles todo, dejando que las lágrimas fluyeran libremente, encontrando consuelo en la compañía de aquellas que la conocían mejor. El día se prolongó, lleno de confidencias, lágrimas, risas y la promesa de un apoyo incondicional. El almuerzo se convirtió en una tarde de charlas animadas, planes y la promesa de una estrategia para enfrentar la difícil situación.
Escena 2: La Casa Familiar, un Campo de Batalla
El sol de la tarde iluminaba la imponente mansión familiar, pero el ambiente en su interior era tan frío como la piedra. Orm entró con la cabeza en alto, su decisión tomada. Llevaba un traje pantalón blanco impecable, un contraste con la oscuridad que había dominado su noche. Su cabello rubio, normalmente recogido en un elegante moño, estaba suelto, cayendo en cascada sobre sus hombros, como una declaración de libertad. Un ligero maquillaje realzaba sus rasgos, pero no ocultaba la determinación que brillaba en sus ojos.
Thanawat la esperaba en el salón principal, sentado en su sillón de cuero envejecido, su rostro impasible como una máscara. A su lado, su esposa, con los ojos hinchados por el llanto, observaba la escena con una mezcla de esperanza y temor. Las hermanas de Orm, Namtan y Sonya, se mantenían en silencio, observando la confrontación que se avecinaba con una mezcla de curiosidad y miedo. El ambiente estaba cargado de tensión, un silencio pesado que resonaba en cada rincón de la habitación. El aroma a flores frescas intentaba disimular el olor a miedo y a conflicto que impregnaba el aire.
Orm se acercó a su padre, su mirada desafiante. “Papá”, dijo, su voz firme y segura. “He pensado en lo que me dijiste anoche. Y he tomado una decisión”.
Thanawat la miró con el ceño fruncido, su expresión impasible. “¿Y cuál es esa decisión?”, preguntó, su voz fría y autoritaria.
Orm respiró profundamente, preparándose para la batalla que se avecinaba. “No me casaré con la hija de tu socio”, respondió, su voz resonando con fuerza en la habitación. Las palabras resonaron en el silencio, como un trueno en una tarde tranquila. El rostro de Thanawat se contorsionó en una expresión de incredulidad y enojo. Su esposa soltó un suspiro, mientras que Namtan y Sonya se miraron con los ojos llenos de sorpresa.
“¡¿Qué?!”, exclamó Thanawat, su voz llena de rabia. “¡¿Estás desafiándome?! ¡Después de todo lo que he hecho por ti!”
Orm se mantuvo firme, sin ceder ante la furia de su padre. “No te estoy desafiando, papá”, respondió. “Estoy defendiendo mi derecho a elegir mi propio futuro, mi propio amor. No puedo casarme con alguien que no amo, simplemente por un acuerdo comercial”.
Escena 3: La Negociación Imposible
La discusión se prolongó durante horas, una batalla de voluntades entre padre e hija. Thanawat, en su furia, defendía el honor familiar y la estabilidad económica, mientras que Orm, con una voz temblorosa pero firme, proclamaba su derecho a la felicidad y su amor por Lingling.
—¡Es a Lingling a quien amo! —gritó Orm, su corazón latiendo con fuerza.
Al escuchar el nombre, Thanawat estalló. Su rostro se tornó rojo de ira, y su voz resonó como un trueno en la habitación.
—Pensé que esa relación con esa policía era pasajera, que no sería un problema para el futuro de nuestra familia —vociferó, sus ojos centelleando de rabia—. Debería haber mandado a acabar con esa mujer antes de que llegara a influenciarte.
Orm sintió que el aire se le escapaba. La traición de su propio padre la golpeó con una fuerza devastadora. Thanawat continuó, su tono ahora amenazante.
—Debes terminar esa relación con Lingling y alejarte de ella. Si me vuelvo a enterar de que están juntas, no tendré más remedio que actuar.
Las palabras de su padre eran como dagas, cada una hiriendo más profundamente que la anterior. El mundo de Orm se desmoronaba mientras absorbía la cruel amenaza.
Con lágrimas en los ojos, Orm miró a su padre, su voz un susurro cargado de dolor.
—¿Papá, cómo puedes ser capaz de lastimar así a tu propia hija? ¿No te duele ver a tu hija sufrir por tus razones absurdas? —su grito se transformó en un lamento desgarrador—. ¡Papá, cómo puedes hacerme esto!
El silencio se cierne sobre la habitación, pesado y denso. Orm tomó una profunda respiración, su corazón roto.
—Haré lo que me pides, pero no lastimes a Lingling. Haz lo que quieras conmigo, pero no la toques.
Con esas palabras, Orm se dio la vuelta, sintiendo cómo el dolor la empujaba hacia la salida del enorme palacio. Cada paso era una tortura, un recordatorio de la traición que acababa de experimentar.
La madre de Orm, con lágrimas en los ojos, observaba impotente cómo su hija se alejaba, el corazón desgarrado por la escena. Intentó seguirla, pero Thanawat la detuvo con un gesto.
Namtan y Sonya, asustadas y tristes, se quedaron al lado de su madre, temerosas de cruzar la línea que su padre a trazado. La tensión en el aire era palpable, y el eco del dolor de Orm resonaba en la distancia.
Fin del capítulo 45
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Lingling Y Orm : La Mafia Y La Ley
FanfictionEn una historia con tus personajes favoritos de GL Tailandesa Tiene drama, romance, tragedia, acción, dolor con un toque de peligro y misterio.