Capítulo 1: Miradas

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El bar estaba lleno, con luces cálidas que bailaban entre el humo y las conversaciones. Becky se acomodó en la barra, dejando su bolso sobre el taburete a su lado mientras pedía un vino tinto. Había llegado ahí con un propósito simple: escapar, aunque fuera por unas horas, de la rutina que la ahogaba.

Mientras Becky observaba a la mujer desde su rincón en la barra, sentía que cada movimiento de ella tenía un peso que atraía su atención de manera inexplicable. Había algo en la naturalidad con la que reía, en cómo su rostro se iluminaba cada vez que gesticulaba al hablar con sus amigos. Era magnética, pero no en un sentido exagerado o imponente, sino más bien en una forma que te hacía querer saber qué había detrás de su risa, qué historias guardaban esos ojos.

Becky no era de las que se distraían fácilmente, pero algo en esa mujer había logrado capturar su interés por completo. El cabello oscuro le caía suavemente sobre los hombros, enmarcando un rostro que parecía sacado de una escena de película. Cada vez que reía, su cabeza se inclinaba ligeramente hacia atrás, como si realmente estuviera disfrutando del momento, sin preocuparse por quién la estaba mirando.

Luego, estaba el cigarrillo electrónico. La mujer lo sostenía con la mano derecha, llevándolo a sus labios con una confianza despreocupada que la hacía parecer aún más interesante. Becky notó el pequeño instante en que la pelinegra exhaló el vapor, dejando escapar una risa repentina que terminó en una breve tos. Ese detalle tan humano, tan imperfecto, solo sirvió para que Becky la encontrara aún más encantadora.

"Tan linda como Anne Hathaway," pensó Becky con una mezcla de admiración y sorpresa. Era una comparación que venía a su mente casi automáticamente; después de todo, Anne siempre había sido su actriz favorita, la definición de elegancia y carisma. Pero incluso mientras pensaba esto, Becky sabía que esa comparación no hacía justicia a lo que sentía en ese momento. La chica tenía algo más, algo único.

Fue entonces cuando sucedió: la mujer, como si pudiera sentir la intensidad de la mirada de Becky atravesando el ruido del bar, giró la cabeza hacia ella. Becky sintió cómo el aire pareció detenerse, cómo su corazón latía con fuerza en el pecho. Los ojos de Freen eran oscuros y profundos, llenos de una mezcla de curiosidad y desafío, como si estuviera midiendo cuánto tiempo Becky podría sostener ese contacto visual.

Por un instante, Becky pensó en apartar la mirada, en fingir que no la había estado observando. Pero algo dentro de ella la detuvo. No, decidió, no era el momento de retroceder. Así que sostuvo la mirada, sintiendo cómo una leve sonrisa se asomaba en sus propios labios, desafiando el calor que empezaba a subirle por las mejillas.

Freen arqueó una ceja, claramente divertida, y sonrió de lado con una confianza que parecía decir: "Sí, te he visto, y ahora es tu turno de actuar." Luego, con una fluidez casi teatral, levantó ligeramente su copa en un gesto simple pero cargado de intención.

Fue como si el gesto hablara directamente a Becky. Le estaba dando una señal, una invitación tácita. Becky sintió que el momento era suyo para tomarlo o dejarlo pasar. Respiró hondo, sus nervios vibrando con una mezcla de emoción y adrenalina.

"Es ahora o nunca" pensó, poniéndose de pie. Cruzó el bar con pasos calculados, sintiendo cada latido como un tambor en su pecho. Al acercarse, la mujer ya no estaba hablando con sus amigos; estaba sola, revisando su teléfono, como si esperara exactamente esto.

—¿Siempre toses así después de fumar? —preguntó Becky con una sonrisa traviesa.

La mujer alzó una ceja y dejó el cigarrillo a un lado, evaluándola con una expresión que mezclaba sorpresa y diversión.

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