Capítulo 3: Adicción

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Becky abrió los ojos en la oscuridad de su habitación, con la sensación de que apenas había dormido. La imagen de Freen volvía a su mente como un eco, un recuerdo de algo que no podía soltar. No era solo el sonido de su risa o el brillo en sus ojos; era la forma en que parecía llenar cada espacio con su presencia, como si el mundo alrededor desapareciera cuando estaba cerca.

Llevaba días viéndose con ella, siempre en lugares distintos, siempre de noche, como si la relación existiera solo bajo el amparo de las sombras. Freen nunca hablaba mucho de sí misma, pero tampoco lo necesitaba. Había algo en la manera en que escuchaba, en cómo respondía con la cantidad justa de interés y distancia, que hacía que Becky quisiera seguir descubriéndola.

Esa noche, mientras ambas compartían otra copa en un bar diferente, Becky se dio cuenta de algo: Freen tenía una habilidad única para envolverla en el momento, para hacerle olvidar el resto del mundo.

Freen jugaba con la copa en sus manos, sus dedos trazando el borde con una despreocupación que a Becky le resultaba fascinante.

—¿Qué piensas? —preguntó Freen, levantando la mirada para encontrar la de Becky.

Becky, que había estado sumida en sus pensamientos, se sorprendió por la pregunta directa.

—En ti —respondió sin pensarlo demasiado, y luego sonrió, ligeramente avergonzada por su honestidad.

Freen arqueó una ceja, divertida.

—¿Eso es algo bueno o malo?

—Aún no lo decido —bromeó Becky, inclinándose hacia adelante, acortando la distancia entre ambas.

Freen soltó una risa suave, esa que parecía resonar más fuerte que cualquier música de fondo.

—Bueno, espero que la balanza se incline a mi favor.

Había algo en su tono, en la forma en que lo dijo, que hizo que Becky pensara en las palabras de una canción que había escuchado esa misma mañana, cuando intentaba distraerse de la espera por verla.

No podía evitarlo. Había noches en las que se quedaba despierta, su mente recreando los momentos que había pasado con Freen, o imaginando los que aún no habían vivido. Y cuando finalmente lograba dormir, soñaba con ella, con su risa, con la forma en que la miraba.

—¿Sabes? —dijo Becky, rompiendo el silencio—. Creo que esta es la primera vez en mucho tiempo que siento que no puedo controlar lo que viene después.

Freen ladeó la cabeza, su expresión más seria, como si estuviera considerando las palabras de Becky.

—¿Y eso te asusta?

Becky negó con la cabeza, sus ojos fijos en los de Freen.

—No. Solo me hace querer más.

Freen sonrió, esa sonrisa que parecía contener todos los secretos que Becky quería descubrir.

—Eso es peligroso, Becky.

—Y aquí estamos —respondió ella, alzando su copa para chocar suavemente con la de Freen—. Jugando con fuego.

Las dos rieron, pero ambas sabían que había algo más bajo la superficie de esa conversación. Algo que ninguna estaba lista para admitir, pero que ambas sentían con cada palabra, con cada mirada.

Mientras la noche continuaba, Becky no podía evitar sentirse atrapada en un ciclo del que no quería escapar. Las horas con Freen pasaban como un suspiro, pero los días entre cada encuentro se alargaban como un castigo. Y aunque intentaba mantener la distancia, sabía que estaba empezando a perder la batalla.

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