La noche había caído nuevamente sobre Bangkok, pero en la pequeña habitación de hotel en la que Becky se encontraba, la tensión era palpable. Ya no se trataba de la excitación de los primeros encuentros, ni de la magia que había comenzado a envolverlas; ahora, cada conversación con Freen parecía arrastrar a Becky a un mar de dudas.
Las pequeñas señales estaban empezando a acumularse, y Becky ya no podía ignorarlas. La última vez que se vieron, Freen se había ido antes del amanecer, como siempre hacía, sin explicar mucho, sin decir adónde iría ni cuándo volvería. Becky lo había asumido, pensó que no debía presionar. Había dicho muchas veces que no quería títulos, que no le importaba, que lo único que importaba era disfrutar del momento. Pero ahora, el momento ya no le parecía suficiente.
Becky había notado algo extraño en las últimas semanas: Freen nunca la invitaba a su casa, si es que realmente la tenía. Siempre le decía que "prefería estar en otro lugar", o que tenía que atender cosas importantes, o incluso que no le gustaba estar en espacios fijos. Al principio, Becky no le dio importancia, pensó que era una simple excusa para mantener las cosas ligeras. Pero a medida que pasaba el tiempo, las preguntas empezaron a acumularse.
Un día, mientras se encontraban en un bar, Becky no pudo más y le preguntó directamente.
—Freen, ¿por qué nunca me invitas a tu casa? —su tono no era de reproche, pero sí de curiosidad genuina.
Freen se tensó levemente y luego sonrió, con esa sonrisa que siempre parecía estar a medio camino entre la diversión y la evasión.
—No soy muy de quedarme en un lugar fijo, Becky. Ya sabes, el trabajo... las cosas de la vida.
Becky frunció el ceño. Había algo en la respuesta de Freen que no la convencía, algo que no cuadraba con las piezas del rompecabezas que estaba intentando armar en su cabeza. La forma en que evitaba el tema, como si no quisiera hablar de su vida personal, comenzó a darle un mal presentimiento.
—¿Trabajo? —preguntó Becky, aunque no estaba segura de si quería saber la respuesta. Su voz tembló un poco, aunque intentó disimularlo—. ¿A qué te refieres con eso exactamente? No me has hablado mucho de lo que haces, y ya hemos estado viéndonos un tiempo.
Freen evitó la mirada de Becky por un momento, tomando un sorbo de su bebida y mirando alrededor del bar como si la pregunta no la hubiera tocado. Becky sintió un nudo en el estómago. Algo no estaba bien.
—Lo que hago no es importante —respondió Freen, con una sonrisa que intentaba restarle gravedad al tema—. Lo importante es lo que tenemos aquí, ahora.
Becky la miró fijamente, la sonrisa de Freen no la tranquilizaba, al contrario, la hacía sentirse más distante. Un instinto la alertaba, algo en su interior le decía que había más detrás de esa evasiva. La curiosidad comenzó a comerse a Becky, pero no quería presionar demasiado. Sin embargo, la inseguridad crecía dentro de ella, más fuerte con cada encuentro.
El conflicto se desató días después. Becky no pudo evitarlo más, se sentó frente a Freen en su apartamento, ya cansada de las preguntas no respondidas. Los pensamientos se amontonaban en su mente, y ahora sentía la necesidad de entender a Freen, de saber qué había detrás de esa fachada de mujer fuerte e indomable.
—Freen, ¿puedes dejar de evitarlo? —dijo Becky, con voz firme, aunque el dolor de la inseguridad se notaba en sus ojos—. Estoy empezando a sentir que estoy invirtiendo más en esto que tú. Quiero saber qué estamos construyendo, porque yo... —hizo una pausa, insegura de cómo seguir, pero lo dijo de todos modos—. Yo quiero más.
Freen la miró en silencio, sin saber cómo responder. Su rostro estaba serio, pensativo, pero también algo distante. Había algo en su mirada que parecía decir "no me hagas esta pregunta".
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Sailor Song
FanfictionUna marinera errante y una mujer de estabilidad se encuentran por azar, desatando un amor intenso que desafía la distancia y el miedo. Entre separaciones y reencuentros, descubren que su hogar no está en un lugar, sino en el corazón de la otra.