El rugido de los motores era el único sonido que importaba en esas calles. Cada chispa del asfalto quemado, cada grito de la multitud, me recordaba por qué vivía para esto. Las carreras ilegales no eran un simple pasatiempo, eran mi escape. Mi hogar.
Esa noche no debía ser diferente. Había llegado para ganar, para humillar a cualquiera que se atreviera a enfrentarse a mí. Pero entonces la vi.
Estaba al borde de la multitud, apoyada contra un poste de luz que parpadeaba como si el mismo mundo se rindiera ante ella. No parecía interesada en los autos ni en las apuestas. Miraba todo desde lejos, como si no perteneciera allí, como si estuviera por encima de nosotros.
Taehyun me dio un golpe en el brazo para captar mi atención.
—¿Estás listo o vas a quedarte mirando como un idiota?
Su tono era burlón, pero ni siquiera lo miré.
—¿Quién es ella?
Se rió, sacudiendo la cabeza como si mi pregunta fuera absurda.
—No pierdas el tiempo, Jungkook. Es solo una chica.
No, no era solo una chica. Había algo en ella que no podía ignorar. Tal vez era su postura rígida, como si estuviera preparada para salir corriendo en cualquier momento, o tal vez eran esos ojos. Oscuros, insondables, como si escondieran un mundo entero del que yo no podía ser parte.
No respondí a Taehyun. No importaba lo que dijera. Esa noche, mi interés dejó de estar en la carrera.
Con cada acelerón, con cada giro y derrape, no podía sacarla de mi cabeza. Me desconcentraba, y eso era peligroso. Pero no importaba. Cuando crucé la línea de meta, no celebré como siempre lo hacía. Ni siquiera me importó recoger el dinero.
Mis ojos la buscaron en la multitud, pero ya no estaba.
—¿Dónde se fue?—, pregunté a Taehyun, quien encendía un cigarro con una calma que me irritaba.
—¿Quién? ¿Esa chica?—
Asentí.
—Desapareció. ¿Qué esperabas? No es como si alguien como ella fuera a quedarse por aquí.
Mi mandíbula se tensó. No estaba acostumbrado a que algo —o alguien— se escapara de mi control.
Pasaron días antes de que la volviera a ver. Fue por casualidad, o al menos eso pensé al principio. Estaba caminando por un parque cerca del centro, su cabello recogido en un moño desordenado, sus pasos ligeros y apresurados.
No me reconoció cuando pasé junto a ella. Era como si yo no existiera.
Me detuve, dándome la vuelta antes de que pudiera alejarse demasiado.
—Song Aera.
Se giró lentamente, su mirada fija en la mía con una mezcla de confusión y cautela.
—¿Nos conocemos?
Su voz era baja, controlada. Me gustaba.
—No todavía.
Su ceja se arqueó, y por un segundo pareció debatir si debía quedarse o simplemente seguir caminando.
—Lo siento, pero no tengo tiempo para esto—, dijo finalmente, antes de darme la espalda.
Me quedé allí, observándola mientras se alejaba, cada paso suyo clavándose en mi cabeza como un desafío.
-Te haré tiempo, Aera.-
Esa noche me senté en mi auto, con el motor apagado y las luces de la ciudad reflejándose en el parabrisas. Mis dedos tamborileaban contra el volante mientras las imágenes de ella seguían repitiéndose en mi cabeza.
No era solo curiosidad. Era algo más. Algo que no podía explicar.
No podía dejarlo así.
Pasaron horas antes de que tomara una decisión. Al día siguiente, la seguí.
No fue difícil. Su rutina era predecible: trabajaba en una pequeña cafetería en el centro, salía a las cinco en punto, y luego pasaba un rato en el parque antes de irse a casa. Cada detalle que aprendía sobre ella se convertía en una pieza más de un rompecabezas que estaba decidido a completar.
Esa noche me quedé fuera de su edificio, viendo cómo las luces de su apartamento se encendían y luego se apagaban.
Algo dentro de mí se revolvía. No era amor, lo sabía. Era algo más oscuro. Algo que me hacía sentir como si ella me perteneciera, aunque ni siquiera sabía mi nombre.
-No es suficiente con mirarte desde lejos, Aera. Voy a entrar en tu vida, y no habrá forma de que me saques de ella.-
Holiuuu🎀💗
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𝒪ℬ𝒮ℰ𝒮𝒮ℐ𝒪𝒩 ᴊᴇᴏɴ ᴊᴜɴɢᴋᴏᴏᴋ
Fanfiction[Primer Libro]Jungkook es un corredor de autos ilegales cuya vida está marcada por la adrenalina y la oscuridad. Pero cuando Aera entra en su vida, una obsesión enfermiza lo consume. Su deseo de control se convierte en algo peligroso, llevándolo a c...